El otro día cometí la osadía de adentrarme en el centro de Madrid con un coche diésel. Estaba detenido en un semáforo en una calle con dos carriles para cada sentido cuando me fijé que a mi lado se había colocado un Suzuki Grand Vitara de primera generación. Nunca ha sido un coche que llamase mi atención, pues ni su versión de tres puertas logró tener esa imagen desenfadada del primer Vitara ni la variante de cinco contaba con un diseño llamativo que sí se ofreció en la segunda generación de 2005.
El caso es que se puso en marcha y entonces vi la inscripción en su zaga: “V6”. Un pequeño y aislado emblema plateado que bien podría haber sido pegado por su propietario tras arrancar el ‘TD’, pero entonces recordé que existió un Grand Vitara 2.5 V6.
El Vitara ya había contado con una versión de seis cilindros y dos litros antes incluso de que llegaran los diésel a la gama, pero cuando el Grand Vitara fue lanzado al mercado a finales de los 90 los modelos de gasóleo eran imprescindibles si se quería tener algo de éxito, motivo por el cual quizá el tres puertas no gozó de la misma aceptación, pues se vendió con un 2.0 16v y 128 CV.
Para la variante familiar de cinco accesos se recurrió a un motor de seis cilindros en V y 2.493 cm3 que declaraba una potencia de 144 CV. No eran demasiados caballos para su cilindrada, pero suficientes para mover al Grand Vitara con soltura. El aumento de prestaciones frente a la versión diésel obligó a los ingenieros a reforzar las torretas de la suspensión mediante una barra anti aproximación colocada sobre el motor.
El Grand Vitara cinco puertas era un coche de 4,20 metros de largo y 1.405 kilos de peso, y aunque no se pudiera tachar de rápido (su velocidad máxima estaba fijada en unos discretos 165 km/h) pocos 4×4 de precio similar podían presumir de su nivel de prestaciones. Estaba asociado a una caja de cambios manual de cinco velocidades con un desarrollo de la última marcha muy largo pensado más para ahorrar combustible a velocidades de autopista que en recuperar con celeridad.
Ya que hablamos de gasto, se homologó un consumo urbano de 13 litros frente a los 9 l/100 en uso extraurbano. Comparado con el 2.0 TD de 87 CV suponían apenas un par de litros de diferencia y aunque el V6 era más caro de adquirir, el sobrecoste estaba más que justificado por la disparidad en su nivel de prestaciones y algo más de equipamiento.
Su tarifa era similar a la de SUV de nueva hornada como el Honda CR-V o Toyota Rav4 de potencia parecida y versiones básicas, coches más habitables y enfocados al asfalto, pues el Grand Vitara era un TT clásico con tracción total conectable y reductora. En terrenos donde otros no se atreverían a pisar este Suzuki estaba algo limitado por sus anchos neumáticos en medidas 235/60 y llanta de 16 pulgadas más pensados para su uso en carretera. Aquí ofrecía un alto grado de confort por sonoridad y la puesta a punto de sus suspensiones.
Con ello, y aunque sin pretenderlo, el Grand Vitara se convertía en una alternativa a la oleada de SUV que comenzaba a llegar a nuestro mercado manteniendo unas proporciones compactas y esa imagen robusta que tanto gustaba ya, rasgos que le alzaron durante años a ocupar los primeros puestos del ranking de ventas en su categoría.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Lo recuerdo a través de un familiar, tuvo esta versión y el diésel, pero en versión de 110 caballos, creo que era el HDI de PSA, siempre me ha parecido un coche con un diseño que aguanta bastante bien el paso del tiempo, lo que no tengo claro, es si montaba, discos de freno traseros, aunque fuera alguna opción….Los recuerdo con tambores.
Este V6 llevaba tambores detrás; lo que desconozco es si los discos eran una opción.
Los discos traseros no llegaron al Grand Vitara hasta la versión de 2010.
Es decir, incluso con el gran salto generacional de 2006, los tambores eran la única opción para el eje trasero.