Las 110 unidades del Alpine A110 R Ultime golpean la puerta. Bueno, sí, esperan que se apaguen los semáforos, para pronunciarnos acorde a las circunstancias. Por estas horas, los motores más estridentes son los de los coches que no pueden más con su alma, porque la espera fue larga y a su ansiedad de punto muerto le cuesta cada vez más ser canalizada cuanto más se aproxima la fecha. Los principios del 2026 –principios en tanto calendario y en tanto expectativas– harán sonar La Marsellesa y acto seguido darán inicio a las primeras entregas.
Las primeras entregas de la criatura. Con alma, una criatura con alma. Por eso el A110 R Ultime no puede más con el reloj de arena, porque la lleva. Coches con alma, coches sin alma. ¿Cuántas veces toca recurrir a la crudeza cuando un nuevo deportivo carece de ella? Este Alpine no es el caso. Y no por definirse, según el propio fabricante, como “una bestia de circuito homologada para carretera” si, en definitiva, tal carta de presentación se remonta a los ya lejanos días en que los dos mundos, el de las producciones en serie y el de las carreras, se empezaron a mezclar.
No, no es por eso. El Ultime tiene argumentos y quisiera detenerme aquí. Este biplaza de propulsión trasera es un deportivo de títulos, un perseguidor de lecturas que se escuda en su carácter de “A110 más extremo jamás producido”. Así lo vende Alpine, que es consciente de lo poco que dice por sí misma la proclama y que detrás de su etiqueta lo que le sigue es un inevitable por qué. Pues, no por la potencia, antes que lo pregunten. Sus 345 caballos máximos no califican –que no se me malinterprete: no los estoy subestimando– para condecirse con la contundencia de su leyenda.
Menos se debe limitar todo a la potencia y a las prestaciones –a saber: un 0 a 100 km/h en 3,8 segundos, es decir que necesita una décima menos que el A110 R básico– cuando el coche en cuestión es una versión de pista, una máquina de compleja ingeniería cuyo sentido le pertenece a la experiencia, a las sensaciones nacidas de ejecuciones y disposiciones diversas que pretenden unir al vehículo con el piloto. En casos como el Ultime, que, por cierto, le pone el sello de despedida al Alpine A110 tal como lo hemos conocido –el futuro eléctrico lo tiene garantizado–, lo correcto es partir, en todo caso, de la relación peso/potencia.
Los 3,4 kg/CV del Ultime es un factor elemental y es entonces cuando, por asociación, entran en juego los comportamientos, la relación hombre-máquina… la conducción extrema. La proclama empieza a responderse. Alpine habla de una transferencia de carga óptimamente controlada –clave una distribución de peso que no decepcione al momento de la verdad–, de una mayor radicalidad a velocidades por curvas, anticipa que lo que se viene es un biplaza más desatado en esas aceleraciones laterales, invita cuando confiesa la inmediatez y la sensibilidad de su respuesta a nuestras ejecuciones en volante y pedales.
Es en todo ello donde un coche de alto rendimiento como el Alpine A110 R Ultime empieza a ganarse a la crítica y a conquistar a los clientes. ¿Será ejemplo? Los fabricantes suelen dejarlo todo al final del camino y esta entrega de cierre parece tener lo suficiente y más.


Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS