El Pontiac Bonneville GXP era la versión más deportiva y prestacional del sedán estadounidense que se comercializó entre 2004 y 2005. Era un coche un tanto especial, pues combinaba un propulsor V8 típicamente yankee, con una tracción delantera. Como cabría esperar, esa particularidad le costó alguna que otra crítica.
Los usuarios de Estados Unidos tienen un gusto muy diferente al europeo en lo referente a coches –y a otras muchos cosas, todo sea dicho–. Los coches norteamericanos son, por lo general, muy grandes y siempre equipan motores igualmente grandes. Apasionados de los motores V8, es bastante común encontrar este tipo de propulsores en sus coches, aunque, muchas veces, son motores opcionales, como ellos los llaman.
Todo lo que tiene que ver con coches en Estados Unidos es muy diferente, hasta la forma de venderlos –los concesionarios pueden subir o bajar el precio a voluntad, por ejemplo–. Y su forma de ver los coches también es algo particular. Ahí tenemos, por ejemplo, el Pontiac Bonneville, un automóvil de la categoría que allí llaman “full size” y que apareció por primera vez en 1957.
Ha pasado por todas las etapas de la automoción estadounidense –especialmente bonito es el Hardtop Coupé de 1967– y que representó el último aliento de Pontiac en el Siglo XXI, dejando versiones como el Bonneville GXP. Se trata de una versión de la décima generación del modelo, apareció casi al final de la actividad de la marca y representó la variante más prestacional.
Con más de cinco metro de largo, en Estados Unidos es lo que llaman ‘full size’, pero en Europa es más grande que un Mercedes Clase S
Estéticamente es un coche que impone. Mide casi 5,5 metros de largo y roza por muy poco los dos metros de ancho. Es más grande que un Mercedes Clase S, pero ojo al dato, es tracción delantera. Es de los pocos coches con un tamaño semejante que recurre a la tracción delantera. Una idea loca de Pontiac, que por entonces se había pasado al eje delantero para mover sus coches, algo que fue bastante criticado en un país donde casi todos los coches son propulsión.
Llegó cuando Bob Lutz ordenó, tras su ingreso en General Motors, eliminar todos los revestimientos y defensas de plástico de los coches, lo que dejaba una carrocería bastante limpia y afilaba todavía más su silueta. Quizá su aire puramente yankee no te guste, pero no cabe duda de que a ojos de un europeo el Pontiac Bonnville GXP resulta exótico.
Cuando se abría el capó una tapa de colo plata daba la bienvenida con el nombre Northstart V8 –básicamente, V8 Estrella del Norte–. Eso quiere decir que bajo esa tapa estaba el motor de ocho cilindros y 4,6 litros que, originalmente, es de Cadillac. Son, exactamente, 4.565 centímetros cúbicos –con carrera corta, 93 milímetros por 84 milímetros, ya sea diámetro o carrera del pistón respectivamente–, con válvulas y árboles de levas en cabeza. En el Cadillac Seville llegó a dar 305 CV, pero en el caso del Bonneville GXP se conformaba con 275 CV y 407 Nm de par, que se enviaban al eje delantero mediante un cambio automático de cuatro relaciones.
El programa de televisión estadounidense Motor Week, alababa que significara el regreso del motor V8 a Pontiac, al tiempo que también destacaba que tuviera un tacto de conducción bastante directo gracias a unas suspensiones de tarado firme y a una dirección magnética de desmultiplicación variable. Curiosamente, decían que el subviraje era leve incluso si se exigía el máximo, algo difícil de creer, sobre todo cuando la revista Hemmings publicó que “los neumáticos delanteros hacían ruidos graciosos cuando se desactivaba el control de tracción”. Motor Trend, por su parte, era mucho fue una revista mucho más crítica, dejando claro que la plataforma era antigua, el cambio de cuatro relaciones estaba desfasado y la dirección era poco precisa.


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS