El Lotus Elise S2 es la prueba viviente de que los milagros existen en mecánica. Este es un deportivo británico que no pierde piezas, no deja charcos marrones en el garaje y no obliga a su dueño a ver al mecánico más que a la parienta. Lo que parece ciencia ficción para quien haya tenido un MG, un Triumph o un TVR, que se rompen más que andan, se convirtió a principios de los 2000 en una realidad con nombre y apellidos: Lotus, que se hartó de hacer coches endebles y decidió confiar en Toyota para mover su pequeño bólido.
Otros deportivos de su época andaban a vueltas con los caballos, los alerones y la electrónica, pero el Elise S2 siguió el camino de la ligereza y la pureza a base de un chasis de aluminio remachado, motor japonés y un comportamiento tan directo que te hace sentir parte del coche en cada curva. Si quieres pantallas y chuminadas varias, te las inventas, porque este coche es más puro que la cocaína de Tony Montana. Sí, lo confieso: quiero uno de estos y no voy a ser imparcial.
Chapman estaría orgulloso (aunque probablemente seguiría quejándose del peso)
La filosofía de Lotus siempre ha sido el “Simplify, then add lightness”, o lo que es lo mismo: fuera todo lo que no sirva y que quede sólo lo esencial. Colin Chapman lo llevó al extremo con el Seven, el Elan y los monoplazas de Fórmula 1 que parecían hechos con papel de fumar, claro, pero aún así el Elise fue el primer Lotus que realmente aplicó esa idea con ingeniería moderna: bastidor de aluminio extruido, carrocería de fibra y apenas una tonelada en la báscula. El resultado era un coche tan puro que parecía una extensión del cuerpo.
El S1 de 1996 fue el primero, pero el bueno es el S2 de 2001, que afinó la fórmula a base de mejor rigidez, una calidad mayor y una estética más redondeada que aún hoy parece recién salida de la mesa de dibujo. Eso sí, la esencia seguía intacta: ni ABS, ni dirección asistida, ni tonterías raras. Un par de asientos finos, un pedalier duro como un muro de hormigón y un motor central dispuesto a llevarte al cielo y a circular, porque esta es una máquina diseñada para gente que entiende que conducir no es ir de A hasta B, sino vivir en libertad.
El interior del Elise es de metal desnudo, tornillos a la vista y moqueta de quita y pon, pero ¿qué más da? cada detalle se pensó en su momento para reducir peso y transmitir sensaciones. El volante es pequeño y directo y no filtra nada; los pedales van alineados para el punta-tacón. La suspensión es rígida pero tiene una precisión quirúrgica que hacía olvidar cualquier incomodidad.
Lo mejor de todo es que, al contrario que muchos británicos de antaño, este coche funcionaba todos los días sin humos ni dramas eléctricos. La parte negativa es que tanta ligereza tenía su precio: debes ser un buen practicante de yoga si quieres encajar dentro sin dejarle la lumbar fuera.
El milagro japonés bajo el capó
Lo que de verdad separó al Elise S2 de sus antecesores fue el motor Toyota 2ZZ-GE, un 1.8 atmosférico de cuatro cilindros que ya se montaba en el Celica GT y el MR2 Spyder. Este motor engaña, porque es suave y civilizado hasta las 6.000 rpm… y es demoníaco cuando mete el sistema VVTL-i, que estira hasta las 8.500 vueltas. En un coche de menos de una tonelada, eso viene a ser una aceleración pura, lineal y adictiva.
192 CV en las versiones más potentes sonarán a poco a los espabilados que te defienden que con menos de 600 CV no vale la pena… y que no han oído hablar de la relación potencia-peso. El Elise S2 hacía el 0-100 km/h en menos de 5 segundos y alcanzaba 240 km/h, pero esos números son lo de menos porque lo importante es transmitía una sensación directa y sin filtros en cada curva.
Lo irónico es que este fue el primer Lotus que no se rompía, porque hasta el año 2004 los Elise montaban el infame motor Rover K-Series, que era famoso por romper juntas de culata con la misma frecuencia con la que un inglés pide té. Claro, fue llegar el S2 y de repente los talleres dejaron de ver Elise en grúa, y los propietarios empezaron a hacerles kilómetros sin miedo. Algunos incluso superaron los 200.000 km con el mantenimiento justo y aceite de calidad.
La mezcla entre chasis británico y motor japonés fue lo que ese coche necesitaba para ser un deportivo inglés que no necesitaba cariño constante. Por fin podías disfrutar de la esencia Lotus sin tener que preparar la billetera cada vez que girabas la llave.
Mecánica sencilla, diversión infinita
El Elise no tiene secretos: Es un coche que te enseña a conducir bien si no quieres estamparte en alguna farola. Su dirección te dice exactamente lo que ocurre bajo las ruedas, su suspensión de geometría impecable mantiene el coche plano incluso en las curvas más cerradas, y sus frenos muerden el asfalto con una precisión que muchos superdeportivos modernos envidiarían.
En carretera de montaña, el Elise S2 es casi insuperable. Pesa tan poco y tiene un centro de gravedad tan bajo que parece una avispa porque responde al instante al acelerador, y se clava en el suelo cuando frenas. Es una experiencia casi telepática en un coche que no necesitas presionar porque parece adelantarse a tus pensamientos.
El mantenimiento, además, es ridículamente barato. Hablamos de un coche que, en manos sensatas cuesta menos de mil euros al año de mantener. Filtros, aceite y poco más. Nada de reparaciones catastróficas, y nada de electrónica caprichosa. El motor 2ZZ comparte piezas con el Toyota Celica, y los recambios son tan asequibles que hasta parece mentira que estés hablando de un deportivo.
Claro que tiene pecadillos: el espacio interior es escaso, la visibilidad trasera es testimonial, y el confort de marcha está más cerca de el de un kart que el de un coche normal. Pero, sinceramente, quien se compre un Elise buscando comodidad se ha equivocado de coche y de sentido común.
Un clásico moderno (y una inversión inteligente)
Lo curioso del Elise S2 es que lejos de depreciarse se ha convertido en un objeto de culto. En 2005 costaba unos 40.000 dólares, y hoy sigue valiendo prácticamente lo mismo o incluso más si está en buen estado. ¿Cuántos coches de los 2000 pueden presumir de eso? Por ejemplo, uno con menos de 100.000 kilómetros, historial claro y motor Toyota bien cuidado ronda los 35.000 a 45.000 euros, y si está impoluto, súmale otros diez mil tranquilamente.
¿Vale lo que cuesta? Sí, totalmente porque el Elise S2 es un coche para conductores de verdad, no de torpes con billetera abultada y adicción a las ayudas a la conducción.
Además, a diferencia de otros deportivos británicos de segunda mano, este no es un agujero negro financiero y lo puedes disfrutar sin miedo. Y si lo vendes hasta ganas dinero…
Así que sí, lo repito: quiero uno de estos. Porque el Lotus Elise S2 es la prueba de que, de vez en cuando, los británicos pueden hacer algo que no se rompa ni queriendo.


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Jose Manuel Miana
Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.COMENTARIOS