El Renault 9 GTC era la opción más humilde de toda la gama del modelo francés en 1984, aunque no por ello era el peor. De hecho, si tiramos de prensa de la época, para Arturo de Andrés supuso una grata sorpresa, pues ofrecía, proporcionalmente, una mayor brillantez en cuanto a rendimiento que sus hermanos mayores. ¿Cómo era eso posible? Cuestión de peso y prestaciones del propulsor.
Durante los años 80, Renault tenía la gama media divida en un par de modelos. Por un lado, en Renault 9, que representaban el típico sedán de aspiraciones prácticas y familiares, mientras que, por otro lado, estaba el Renault 11 –llegó después–, que ofrecía una imagen más sofisticada y apuntaba a un tipo de cliente menos convencional. El R11 fue un éxito de ventas, pero el R9 no se quedó atrás y durante algunos años, se posicionó como líder en España. Fue el R11 el que bajó al 9 de lo alto del cajón de las ventas, todo sea dicho.
Así, una familia tradicional apostaría por el sedán, que además, tenía una muy buena imagen en aquellos tiempos, al tiempo que otros, con unos gustos “más modernos”, apostarían por el 11. La cuestión de precios también era importante, obviamente, cuestión que inclinaba la balanza en contra del Renault 9, ligerísimamente más caro que su hermano. De hecho, el Renault 9 GTC, en más accesible de la gama, costaba 931.335 pesetas en 1984, equivalentes a unos 19.970 euros de 2025, unas 20.000 pesetas más caro que un Renault 11 básico.
Un clarísimo ejemplo de sedán tradicional de los años 80, de líneas sencillas y equilibradas; un éxito de ventas en España fabricado en Valladolid

Una de las cosas que convirtieron en un éxito al Renault 9 fue su diseño, sencillo, agradable y funcional, pero también sus prestaciones y el comportamiento. Es curioso que la revista Autopista, en el número 1.313, publicó una prueba, firmada por el señor Arturo de Andrés, en la que se empezaba con algunas críticas a los motores de Renault, algo faltos de prestaciones, pero salvados no por la campana, sino por la aguja de la báscula. Quizá estuviera ahí el secreto del Renault 9, en el poco peso que tenía, lo que permitía que con un sencillo propulsor de 1,3 litros, pudiera cumplir con las expectativas de muchos usuarios y con las de Arturo de Andrés, conocido periodista de exigente criterio.
Hablamos del Renault 9 GTC, no del resto. En el caso del 9 GTC, la opción más sencilla de la gama en 1984 y también la más ligera, ofrecía un mejor rendimiento que sus hermanos. Pongamos ejemplos. La velocidad máxima, obtenida en cuarta, era de 148,09 kilómetros/hora, mientras que los 1.000 metros con salida parada se completaba en 31 segundos y los 400 metros, desde 40 kilómetros/hora en cuarta, requerían 21’8 segundos. Todo ello, obtenido por un conjunto que pesaba 846 kilos con depósito lleno –verificado por la revista–, animado por un motor de 1.237 centímetros cúbicos alimentado por un carburador vertical de un solo cuerpo, con culata sencilla –dos válvulas por cilindro, con el árbol de levas en el bloque–, capaz de rendir 56 CV a 5.250 revoluciones y 9,4 mkg a 3.750 revoluciones.
Obviamente, no era un velocista, pero no lo buscaba y no lo necesitaba. Era un automóvil cómodo, con unas cualidades ruteras destacables, el consumo no era elevado para la época –en ciudad, de algo más de 9,5 litros, en carretera, de 7.7 litros– y la facilidad de conducción era la máxima en todo momento. El éxito del Renault 9, y de la versión GTC, se debía a su coherencia como conjunto, que lo hacían una compra muy interesante.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS