En serio. Lo de este coche roza lo paranormal. En 1999 se presentó el primer Pagani Zonda. Clinton aún estaba en la Casa Blanca, Schumacher no había ganado su primer Mundial con Ferrari y el Ferrari 360 Modena era lo más moderno que tenías si te gustaban los deportivos italianos. Pues bien, estamos en 2025, y Pagani sigue presentando versiones del Zonda como si nada. Y lo mejor (o lo peor si eres un rancio) es que no cansa. Al contrario: cada uno nuevo nos gusta más.
Lo último se llama Zonda Unico. Otro encargo especial, otro one-off con matrícula, otro puñetazo sobre la mesa que nos recuerda que los sueños, cuando son buenos, no caducan. Mientras los hiperdeportivos son cada vez más digitales, eléctricos o simplemente vacíos, el Zonda sigue siendo una especie de grito mecánico que no pide perdón por existir. Es lo que debería ser un hiperdeportivo.
¿Qué tiene el para seguir siendo noticia en pleno 2025?
Un motor V12 atmosférico firmado por AMG, por supuesto. El mismo bloque M297 que lleva cantando ópera desde hace más de dos décadas. En esta versión, el Unico, desarrolla más de 800 CV. Pero no se trata solo de cifras. Es la forma en la que los entrega. El sonido que emite. La respuesta instantánea. Esa conexión entre el pedal derecho y la médula espinal que se ha perdido en la mayoría de los coches modernos.
También está el diseño. El Unico es, como su nombre indica, único. Pero no rompe con nada, sino que rinde homenaje a lo mejor de cada versión del Zonda. Un poco de Cinque aquí, otro poco de HP Barchetta allá, una pizca del Revolución, y todo vestido con fibra de carbono azul, detalles dorados, y un interior de infarto. Es como un remix de grandes éxitos de Queen. No hay novedad, pero se te eriza la piel igual.
Pagani dice que lo ha construido para un cliente privado, como si hiciera falta aclararlo. Pero todos sabemos que cada vez que hacen uno nuevo, en realidad lo hacen para ellos. Porque Horacio Pagani no es un CEO, ni un diseñador, ni un empresario. Es un artesano con delirios de grandeza, y el Zonda es su lienzo favorito.
¿Por qué el Huayra nunca fue lo mismo?
Aquí es donde entra la parte incómoda. Porque el Huayra, siendo un coche técnicamente superior en todo, nunca consiguió despertar las mismas pasiones. Ni con el Tempesta, ni con el BC, ni con el Roadster más radical. Aquel V12 biturbo sonaba como debía, iba como un misil, y tenía un diseño que rozaba la escultura. Pero le faltaba algo.
Ese algo era ser el Zonda.
Ver esta publicación en Instagram
El Huayra intentó ser el sucesor. Pero el Zonda se negó a morir. Literalmente. Los clientes no dejaban de pedir unidades nuevas. Versiones más potentes, más locas, más exclusivas. Básicamente es la historia de la Citroën C15 y la Berlingo cambiando la gorra de caja rural por un Rolex, y Pagani, en vez de decir basta, abrió el grifo. El resultado es esta especie de mito rodante que se niega a jubilarse. ¿Quién va a recriminárselo?
Cuando lo anacrónico se vuelve eterno
Este cohete con ruedas es, en muchos aspectos, una anomalía. Es un coche de otra era que sobrevive en la actual gracias a que nunca ha intentado adaptarse. Es puro, brutal, artesanal y absolutamente innecesario. Pero por eso mismo es tan valioso. Porque cuando todo parece diseñado para durar lo justo, él sigue ahí, recordándonos que lo bien hecho, cuando se hace con pasión, puede durar para siempre.
No tiene sentido compararlo con otros coches. Ni con Ferrari, ni con Koenigsegg, ni con Bugatti. El Zonda está en otra dimensión. No por velocidad, ni por tecnología. Por alma. Por mística. Por esa sensación de estar ante algo que ya no se fabrica así. Y probablemente no se volverá a fabricar jamás.
No puede ser un canto del cisne porque no se calla
Puede que algún día el Zonda se despida de verdad. Que Horacio diga “ahora sí” y cierre el telón. Pero, viendo lo visto, no apostaría dinero a corto plazo, porque parece que va a durar tanto como los Simpson. Cada vez que pensamos que ya hemos visto el último, aparece otro. Mejorado, refinado, personalizado hasta el delirio. Y cada vez nos enamora un poco más.
Así que larga vida al Zonda. Que siga rugiendo. Que siga provocando. Que siga siendo ese italiano inmortal que, con cada versión, nos recuerda por qué nos enamoramos de los coches.
Jose Manuel Miana
COMENTARIOS