Coche del día: Ford Focus 2.0i Ghia familiar

Coche del día: Ford Focus 2.0i Ghia familiar

Tan eficaz como cualquier otro Focus, pero menos valorado por su carrocería


Tiempo de lectura: 3 min.

El Ford Focus 2.0i Ghia familiar fue uno de esos coches injustamente infravalorados. Al ya conocido chasis del compacto de Ford, se unía un maletero más capaz, un equipamiento de primer nivel y un motor muy capaz, por un precio superinteresante en la época: 2.400.000 pesetas, algo menos de 14.500 euros –de 1999, poco más de 26.550 euros de 2025 si sumamos inflación–. El caso es que, al menos en España, las carrocerías familiares, incluso en coches como el Focus, no tenía mucha popularidad.

A finales de los años 90, más concretamente en 1998, el Ford Focus hacía acto de presencia para ocupar el lugar que dejaba vacío el cese de producción del Ford Escort. Desde el primer momento, el interesante diseño fue uno de sus principales argumentos, pero cuando la prensa empezó a probar el coche, no se tardó en afirmar que era uno de los mejores compactos del momento, una aseveración más que seria, sobre todo cuando el Volkswagen Golf IV había comenzado su vida comercial en 1997 y había rivales como el Peugeot 306 –cesó su producción en 2001–.

Era un compacto que, como se hizo costumbre en aquellos años –gracias al Renault Mégane, todo sea dicho–, se ofreció con una amplía gama de carrocerías que iban desde el tradicional compacto “de toda la vida” –un hatchback, para los fanáticos–, pasando por el sedán y el familiar, que fue, sin duda, la opción menos popular. Pero no es que fuera mal coche o, por el contrario, que tuviera un precio elevado, simplemente, las carrocerías familiares en España no tenía apenas hueco el mercado; los usuarios preferían otras opciones, como el cinco puertas –un enorme éxito de ventas– o incluso el sedán.

La cuestión es que la carrocería familiar no solo era versátil, también contaba con un taco y una conducción exactamente igual a la de cualquier otro Focus, y eso, en aquellos años, era estar entre los mejores. La revista Coche actual –número 606– lo decía claramente: el comportamiento del Focus es excelente incluso a plena carga, aunque también afirmaba que sus prestaciones podrían ser mejores para la cifra de potencia anunciada.

Con el Focus se llevó a cabo una ruptura total,  aunque se mantenían ciertos detallitos típicos como la madera en el acabado Ghia

Ford Focus 2 0i Ghia familiar

El Ford Focus 2.0i Ghia familiar era el tope de gama en el catálogo de la ranchera y estaba animado por un cuatro cilindros de 1.989 centímetros cúbicos, culata multiválvula y dos árboles de levas, inyección y ni rastro de turbo. Rendía 130 CV a 5.750 revoluciones y 174 Nm de par a 3.750 revoluciones, combinado con un cambio manual de cinco relaciones y desarrollos más o menos ajustados –la cuarta era de 27 km/h a 1.000 revoluciones y la quinta, de 36,1 km/h a 1.000 revoluciones–. Además, no era un coche especialmente pesado, Ford anunciaba 1.146 kilos; un peso pluma comparado con cualquier familiar actual, por pequeño que sea.

La mencionada revista Coche actual publicaba unos registros que, evidentemente, delataban un coche que podría ser más rápido. La velocidad máxima era de 201 km/h, mientras que el 0 a 100 km/h lo completaba en 9,2 segundos. Los 1.000 metros con salida parada se completaban en 32,2 segundos y el gasto medio de carburante se cifraba en 8,9 litros.

De todas formas, ¿de qué sirven estas cifras en un coche familiar? Lo importante se encontraba en otros apartados, como el comportamiento en carretera y las sensaciones que llegaban al pasaje, cuestiones en las que pocos coches podían brillar tanto como el Ford Focus. Mantenía la misma efectividad y estabilidad que cualquier otro Focus, al tiempo que la suspensión, ligeramente firme, permitía una sensación de control y una velocidad en curva muy elevadas.

Solo había alguna pequeña pega. El ABS se pagaba aparte, al igual que los antiniebla delanteros o las llantas. Al menos, el maletero rozaba por muy poco los 570 litros de capacidad.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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