El Peugeot 207 GT se colocaba inmediatamente por debajo del GTi, pero en realidad, poco envidiaba al hermano más potente. Y no es porque fuera más rápido, o al menos, igual de rápido, el 207 GT representaba el equilibrio entre prestaciones y uso diario, sin que ello produjera menoscabo en el disfrute a los mandos o en el comportamiento dinámico.
Peugeot, por lo general, siempre ha sabido dar a sus coches un toque rutero, pero también muy dinámico, ágil. No importaba el segmento, ni siquiera la versión, un Peugeot siempre aseguraba un comportamiento en carretera notable. Así pues, cuando se trataba de versiones deportivas, era lógico que pudieran presumir de ser una referencia. Ahí están los Peugeot 309 GTi –considerado como el mejor compacto deportivo de su época– o el posterior Peugeot 306 GTi. Y por supuesto, ahí están los más modernos 207 GTi y su hermano pequeño, el Peugeot 207 GT.
Este, el 207 GT, llegó al mercado cuando la oferta de utilitarios deportivos era elevada y, además, poderosa: Ford Fiesta ST, MINI Cooper, Volkswagen Polo GTi, SEAT Ibiza FR… Todos y cada uno de ellos eran coches capaces de poner patas arriba a otros de mayor potencia a poco que la carretera perdiera sus rectas, aunque algunos ofrecían también otros argumentos, como un uso como coche “de todos los días”, que les hacía más interesantes.
Según las pruebas de la época, el 207 GT era un coche especialmente progresivo, extraordinariamente eficaz en carretera de montaña y lo suficientemente cómodo para usarse todos los días. Era un conjunto casi redondo, salvo porque su tacto no era especialmente deportivo –culpa, en parte, por su dirección eléctrica– y eso, si eres de aquellos usuarios que valoran un tacto muy directo y comunicativo, haría que el modelo francés no gustara tanto.
Eficaz y rápido, pero el Peugeot 207 GT no se podía considerar muy deportivo, algo que se dejaba para el GTi
No obstante, un tacto no muy deportivo ayudaba a que fuera un coche más fácil para todos los conductores, que nunca está de más. Las suspensiones, como en toda variante prestacional, eran firmes –que no duras– y no permitían apenas balanceo de la carrocería, algo que ayudaba también a que fuera muy rápido de reacciones.
De todas formas, el auténtico secreto del Peugeot 207 GT estaba bajo el capó. Ahí, había un propulsor desarrollado en colaboración con BMW –también lo montaba MINI y el BMW Serie 2 Active Tourer– que con 1.598 centímetros cúbicos, culata con dos árboles de levas y cuatro válvulas por cilindro –calado variable en admisión–, turbo de doble entrada e intercooler, rendía 150 CV a 5.800 revoluciones y 14,5 mkg a 1.400 revoluciones. Cambio manual de cinco relaciones, tracción delantera… Y una capacidad para circular sosegadamente o “a saco” que no todos los rivales podían igualar.
En banco de potencia llegó a superar en alguna ocasión los 160 CV, aunque lo mejor eran las cifras que podía lograr. Los 400 metros con salida parada los hacía en 15,58 segundos, mientras que los 1.000 metros, también con salida parada, los completaba en 28,77 segundos. El 80 a 120 km/h en cuarta se completaba en 6,36 segundos y en quinta, en 8,32 segundos. La velocidad máxima era de 210 km/h, al tiempo que los consumos homologados eran, de media, de siete litros. Con un depósito de 50 litros, podía rozar los 600 kilómetros de autonomía.
Para la época, el Peugeot 207 GT no era un coche barato, aunque tampoco era supercaro. La tarifa partía de los 16.920 euros en 2007, 25.901 euros si tenemos en cuenta la subida del IPC desde entonces hasta 2024.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS