El Ford Fiesta ST, allá por la primera década de los 2000, se llegó a considerar un coche radical. El motor, atmosférico, era capaz de girar por encima de las 7.000 revoluciones, las suspensiones eran muy cortas y muy duras y la dirección era rapidísima. No era un coche totalmente adecuado para el día a día, a no ser que fuera un “quemadillo” y eso te diera un poco igual.
Hubo un tiempo en el cual, el segmento de los utilitarios daba cobijo a máquinas bastante interesante. Coches muy potentes, en algunos casos radicales, que podían llegar a sorprender en carreteras de montaña. Coches como el Renault Clio RS, con el que los franceses demostraron que había lugar para coches muy racing, o bien, como el Ford Fiesta ST, que recogió el guante de Renault y adoptó una personalidad especialmente deportiva.
Entre el Clio RS y el Ford Fiesta ST había diferencias, sobre todo en lo que a potencia se refiere. El Fiesta ST también tenía un dos litros –1.999 centímetros cúbicos– con culata de 16 válvulas, dos árboles de levas y capacidad para girar a regímenes espectaculares, pero rendía 150 CV a 6.000 revoluciones y 19,4 mkg a 4.500 revoluciones, algo menos que el francés. Pero que no te lleve a engaño, el Fiesta ST era un coche muy deportivo, aunque ligeramente más lento que sus rivales.
De todas formas, era más lento que sus rivales en línea recta. La velocidad máxima era de 208 km/h –había muchos rivales que podían llegar hasta los 216 km/h, como el Volkswagen Polo GTI–, mientras que el 0 a 100 km/h lo hacía en 8,4 segundos, los 400 metros con salida parada los recorría en 15,98 segundos y los 1.000 metros, igualmente con salida parada, en 29,37 segundos.
La dirección tenía poco más de dos vueltas entre topes, el motor podía llegar a 7.000 revoluciones, la suspensión era dura como una piedra… el Fiesta ST era muy radical, aunque a simple vista no se apreciara
No era el más veloz en aceleración, a pesar incluso de tener un cambio con unos desarrollos tirando a cortos –la quinta era de 31,72 km/h a 1.000 revoluciones–. Sin embargo, el Ford Fiesta ST destacaba en conducción deportiva, cuantas más curvas, mejor, además, con sus 1.137 kilos, era de los más ligeros del segmento.
La revista Autopista, en el número 2.477, comparó al Fiesta ST con dos de los rivales más complicados que tenía el modelo –el Peugeot 207 GT y el Volkswagen Polo GTI– y, por ejemplo, decían cosas como “la configuración de suspensión y dirección del ST, le convierten en un coche agilísimo. Es como una roca que obedece al pensamiento. Eficaz pero exigente”. También decían que rebotaba y tendía a zigzaguear a poco que el asfalto no estuviera en perfecto estado y sus trazadas perdían la eficacia que demostraba en terrenos más benévolos.
El Fiesta ST era un coche de sensaciones, con una dirección de poco más de dos vueltas entre topes y una puesta a punto casi de carreras. La misma revista antes mencionada publicó que parecía un coche diseñado para ir a trabajar pasando por nuestro puerto de montaña favorito. Y para rematar el conjunto, tenía una frenada muy potente –registraron 68 metros para detenerse por completo desde 148 km/h–.
Había cosas, obviamente, que se podían mejorar, como el aspecto del habitáculo, que resultaba poco deportivo, o los asientos, que según parece, eran algo incómodos para según que personas –en función de la estatura y complexión general–.Sin embargo, el Ford Fiesta ST era uno de los utilitarios deportivos más baratos: 16.680 euros, una cuantía que sube hasta un poco por encima de los 22.800 euros si tenemos en cuenta el IPC.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS