Sería sexista hoy asociar un color a un género. Sería sexista destinar un coche exclusivo para mujeres. En el caso del La Femme, el nombre asociado a la carrocería rosa ya lo sería. Pero, claro, hablamos de los ‘50. Un artículo de nuestros colegas de Top Speed considera que la idea de llamar así a esta creación de Chrysler “parece sacada de un capítulo de Mad Men”. Pues, yo agrego que, de haberse comercializado en los 2000, habría sido obra del mismísimo Michael Scott.
El Dodge La Femme se estrenó en 1955. ¿Les suena? Correcto. El año del Pink Cadillac Fleetwood que Elvis obsequió a su madre, el año del Lincoln Capri rosa de Marilyn Monroe. ¿Habría conducido Monroe el La Femme? Lo dudo, a juzgar por su predilección hacia los convertibles y porque no imagino que en esa etapa de su vida –alejándose de la industria del cine, de su clásico papel de “rubia tonta” y encontrando en Nueva York y en el Ford Thunderbird Raven Black un escaparate– gustara de un coche que se anunciaba deliberadamente como un modelo “diseñado exclusivamente para la mujer automovilista”.
Dodge La Femme, un ejemplo de lo que no hay que hacer
El Dodge La Femme fue eso, la estrategia de Chrysler de captar la demanda femenina en una economía de consumo desenfrenado y un contexto que contemplaba lo que hizo Dodge: apuntar un vehículo específico para las mujeres de la manera en que lo llevó a cabo. Es decir, no invirtiendo tiempo y esmero en atender las inquietudes del público femenino estrictamente vinculadas a la conducción, la disposición del interior, potenciales inquietudes de diseño y demás aspectos técnicos. En líneas generales, el concepto giró en torno a características superficiales que se consideraba –al menos así lo consideraba Dodge– que representaban al estereotipo femenino de la época.
Los avisos publicitarios eran elocuentes. “Nunca ha habido un coche más distintivamente femenino que La Femme. En este coche de magnífico diseño, Dodge combina interiores lujosos y de tonos delicados con detalles de última moda”, se leía en los afiches de la época, en los que también se hacía referencia a su interior en tela Jacquard “ricamente femenina en rosa pastel con un diseño de tapiz especial”, a los artículos de belleza que traía junto a un bolso en cuero rosa, a cómo combinaban la capa para lluvia y el paraguas con la tela Jacquard.
Quién no quisiera hoy tener a disposición un coche como el La Femme, su diseño de carrocería de época con las legendarias aletas traseras, las inserciones cromadas que delimitaban la tonalidad bicolor. Atributos heredados del modelo en que se basó: el Royal Lancer –sí, el único cambio de diseño exterior para el La Femme fue la sustitución del color original por el rosa–. Pero lo cierto es que, en su tiempo, lejos estuvo este modelo del éxito y de dar con su objetivo de mercado. Como lo evidencia otro de sus afiches, en nombre de la “mujer americana” Dodge construyó un arquetipo de cliente que no se correspondía con la realidad. En pocas palabras, equivocó el camino.
La baja demanda y su paso fugaz por la producción en serie
Las características del La Femme que Dodge puso a dialogar con su mujer americana no representaban, y este coche abandonó la producción dos años después de su estreno con apenas 1.500 ejemplares vendidos. En contraste, son por demás gráficos los antecedentes inmediatamente posteriores al La Femme que recuerda un artículo de Hagerty: versiones como el Chevrolet Impala Martinique y el Cadillac Eldorado Seville Baroness, diseños de mujeres que sí representaban los estilos de la época –propuestas de diseño más profundas y creativas– y que, bien hacen en mencionar nuestros colegas, no eran precisamente coches rosas.
Redaccion
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