El SEAT León 1.6 Signo automático, es una versión que se ofreció en la gama León desde el inicio de su comercialización, pero, sin embargo, casi nadie sabe que existía una posibilidad como esta. Su presencia en la gama tenía como objetivo ofrecer un catálogo lo más completo posible, pues, aunque en España apenas tenía penetración en el mercado, en Europa sí tenía muchos más seguidores.
La caja de cambios automática, en aquellos años –hablamos de finales de los 90 y comienzos del Siglo XXI–, apenas tenía presencia en el mercado, a no ser que se hablara de los segmentos más exclusivos, donde el confort era una de las bases sobre las que trabajaban las marca y ya sabemos que un cambio automático ofrece se punto de comodidad que exigen muchos usuarios. Así, encontrar un compacto con transmisión automática era poco habitual, al menos en circulación, pues en los catálogos era bastante común: todos tenía una opción con cambio automático.
No obstante, al menos en el caso del SEAT León 1.6 Signo automático, la caja de cambios podía ser muy sencilla, más tradicional. Es decir, no era de tipo adaptativa, una caja de cambios que, como bien afirma su definición, se adaptaba al tipo de conducción que se hacía en cada momento y que era un avance importante en las cajas de cambio automáticas por el buen funcionamiento y las buenas sensaciones que ofrecían.
El hecho de tener una caja de cambios automática convencional, afectaba a los consumos, que eran algo peores que los obtenidos por sus rivales directos
Así, la caja de cambios automática del SEAT León 1.6 Signo automático no era de tipo adaptativa, los cambios entre relaciones se hacían en función de lo que se pisara el acelerador. Además, tampoco tenía los programas “sport” y “nieve”, habituales en este tipo de cajas de cambios y que permitían influir en las actuaciones que hacía el sistema sobre las relaciones –que en el caso del SEAT León, solo eran cuatro–. Otro inconveniente que se podía poner a la caja de cambios automática del SEAT León, es que no ofrecía ningún tipo de retención del motor y obligaba a “tirar” de frenos en cada deceleración.
El motor que se combinaba con esa caja de cambios, tampoco era especialmente evolucionado o revolucionario. Se trataba de un cuatro cilindros, con culata de dos válvulas y un solo árbol de levas, con 1.595 centímetros cúbicos, que rendía 100 CV a 5.600 revoluciones y 145 Nm de par a 3.800 revoluciones, No era un motor especialmente prestacional, pero si hacemos caso a la prensa, no ofrecía un mal comportamiento y se contaba con prestaciones más que suficiente para el tipo de conductor al que iba dirigido el coche.
Las características generales del León 1.6 Signo automático, estaban dirigidas a garantizar el confort de conducción en lugar de las prestaciones, aunque se trata de una forma de afrontar estas versiones bastante habitual en aquellos años. Las reacciones de la transmisión eran lentas, al igual que el paso de una marcha a otra, lo que contrastaba un poco con un chasis que permitía una conducción alegre y dinámica, con mucho aplomo y una dirección precisa que, incluso, garantizaba algunas sensaciones.
Es evidente que no fue una opción muy popular entre los conductores, al menos en España. Además, por su precio, 2.660.000 pesetas –15.987 euros, 27.338 euros son IPC incluido–, había otras opciones más interesantes, como el Citroën Xsara 1.6 Exclusive automático, que sí tenía una caja de cambios automática adaptativa o, sin salir de la gama del León, se podía optar por la versión TDi Stella –90 CV y un acabado medio-bajo– por 2.480.000 pesetas.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS