El Peugeot 106 GTi era la coronación del pequeño utilitario de la firma francesa, la versión más deportiva que, sin ser especialmente potente, ofrecía diversión, efectividad y sensaciones como pocos coches pueden hacerlo. Y el secreto estaba en su ligereza, en su pequeño tamaño y en una puesta a punto “by Peugeot Sport”. Era un auténtico devorador de curvas.
Hoy día, la deportividad está un poco desvirtuada. Todo se basa en potencia y velocidad, que para competición son cosas básicas, no son tan importantes en carretera abierta. Nos hemos olvidado de la efectividad, de la ligereza y de algo que debería ser vital en cualquier deportivo de producción que se precie: las sensaciones. Se trata de un apartado que antes se dominaba mucho mejor que ahora, es ahí donde residía parte del encanto de coches como el Peugeot 106 GTI.
¿Qué si no podría ofrecer un coche como el 106 GTI? Con sus poco más de tres metros y medio de largo –3,69 metros– y sus 950 kilos, el Peugeot 106 GTI militaba en el segmento A, justo por debajo del Peugeot 206. Era un coche muy pequeño, pero ese contenido tamaño le convertía, gracias a sus 120 CV y a su puesta a punto, en un arma difícil de batir cuando aparecían curvas. Esos 120 CV se extraen de un motor de 1.587 centímetros cúbicos, el mismo 1.6 litros que se montaba en el Peugeot 106 XSi con 103 CV, pero con una culata de 16 válvulas. Hay que exprimirlo hasta las 6.600 revoluciones, pero por el camino se alcanzarán los 145 Nm de par –a 5.200 revoluciones–.
Con una relación peso-potencia de poco más de 7 kilos por caballo, y una batalla de 2,38 metros, las curvas eran su terreno natural
Por cifras, se puede decir que es un poco algo puntiagudo, pero las pruebas de la época hablaban muy bien de ese propulsor. Coche Actual, por ejemplo, llegó a decir que era un motor con una rapidez de reacciones absoluta y que sabía de régimen como una exhalación, tanto, que a veces sorprendía la entrada del corte de encendido, y eso que se situaba a 7.000 revoluciones. Su cambio de cinco relaciones ayudaba en esas situaciones, pues tenía unos desarrollos bastante cortos –al contrario de lo que se hace desde hace años–.
Como cabe esperar, el pequeño Peugeot 106 GTi era un coche que pedía guerra, pero también pedía manos. Si se levantaba el pie del acelerador o se frenaba bruscamente, la tendencia a cruzar la trasera con cierta rapidez podía pillar a más de uno desprevenido. Y ojo, que entonces no había control de estabilidad y en un coche tan corto de batalla las reacciones son hasta violentas. De todas formas, aunque hacía el 0 a 100 km/h en 8,7 segundos y podía alcanzar los 205 km/h, no era coche para rectas, donde coches más potentes lo dejan atrás sin complicaciones. El 106 GTi era coche de curvas, cuantas más numerosas y cerradas mejor.
Por lo demás, toda la practicidad y versatilidad del resto de hermanos de gama, se difuminaba un poco por un tarado de suspensiones firme y por los cortos desarrollos del cambio, que provocaban un sonido de 74,1 dB a 120 km/h. Tampoco tenía aire acondicionado de serie, una pega que no se olvidaron de remarcar, pues el coche tenía un precio de 2.358.000 pesetas, Era una tarifa muy elevada; sirva de ejemplo que por 1.888.000 pesetas se podía acceder a un Peugeot 106 Rallye, por 2.200.000 pesetas se tenía un Volkswagen Polo 16v y, por poner otro ejemplo, por 2.209.000 pesetas se tenía un Citroën Saxo VTS.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS