El Opel Omega es uno de esos coches al que se juzgó por la marca que lo firmaba, en lugar de hacerlo por sus cualidades. Aun así, estuvo en el mercado durante nada menos que 17 años –con diferentes generaciones, obviamente– y contó con versiones bastante interesantes, como el Opel Omega 3.2 V6.
La primera generación del Omega apareció en 1986 y ya destacaba por cosas como su aerodinámica, que presumía de un coeficiente de 0,28, nada mal en aquellos años e incluso ahora. La segunda entrega llegó en 1994 y pudo contar con elementos como el GPS o los faros bixenón y hasta prototipos equipados con motores V8.
En 1999 se sometió al Opel Omega a un restyling, un rediseño que cambió bastantes cosas del coche, aunque no se le considera una nueva generación –se le conoce internamente como Omega B2–. De hecho, el Opel Omega B2 aumentó su longitud hasta de 4,90 metros, una cifra bastante respetable.
Fue con esta edición del Omega, con el B2, cuando se introdujo en la gama el bloque V6 de 3,2 litros –3.175 centímetros cúbicos, para ser más exactos–, un motor que solo se podía combinar con la carrocería sedán –había un familiar de enorme tamaño–, con la versión Design Edition y que se colocaba como el tope de gama. Rendía 218 CV, que se enviaban a las ruedas traseras únicamente mediante un cambio automático de cuatro relaciones.
La presencia del cambio automático de cuatro relaciones, fue una de las cosas más criticadas. Pero no porque fuera una transmisión automática, sino porque resultaba un cambio muy poco sofisticado e incluso un poco “áspero” en cuanto a su funcionamiento. Los datos ofrecidos por la marca daban buena muestro de ello. Por ejemplo, la aceleración de 0 a 100 km/h se completaba en nueve segundos, y la velocidad máxima era de 240 km/h. Esta última era buena cifra, pero la primera no, incluso con 1.755 kilos sobre la báscula.
El Omega 3.2 V6 tenía otras bondades, como su tamaño, su diseño o el consumo, que revistas como Coche Actual tildaron de muy bueno para su tamaño, peso y prestaciones. La media era de 10,7 litros, que permitía una autonomía de 698 kilómetros con un depósito de 75 litros.
Bajo su emblema de Opel, el Omega 3.2 V6 escondía cosas como una suspensión de altura constante, que permitía un paso por curva bastante elevado y una respuesta ágil y rápida en determinadas situaciones. No era un coche deportivo, ni tampoco lo pretendía, además, si se forzaban las cosas no había ESP y no todo el mundo saber controlar un propulsión con cerca de 1.800 kilos y 220 CV. Se podía pedir un diferencial de deslizamiento limitado –costaba 45.000 pesetas –270,45 sin contar inflación, 440,03 euros con la inflación sumada–
Interesante, aunque tenía lagunas como un volante regulable solo en altura y además, lo hacía pivotando, lo que variaba mucho la verticalidad del mismo. Los rivales, coches como el Alfa Romeo 166 o el Peugeot 605, tuvieron la misma suerte y el éxito no llamó a su puerta, aunque su precio no era elevado para la categoría: 5.377.000 pesetas, 32.316,42 euros sin inflación –52.578,81 euros inflación incluida–.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Lo tengo desde 2007 y es una maravilla, eso si el artículo tiene varios errores. Primero que no hubo ningún omega con faros bixenon (hubo prototipo del v8.com con bixenon pero jamas se llego a comercializarse), si que se podia comprar ranchera con este motor y si que a los finales de su producción se equipaba con ESP.
Maravilla de coche