El Audi Q8 llegaba en 2019 como el primer SUV coupé de la firma alemana, un concepto de automóvil que se basa, sencillamente, en otorgarle a cualquier SUV una línea con una fuerte caída del techo en la parte trasera, así como eliminar cualquier tipo de aptitud campera. Coches que tienen muy buena aceptación entre los conductores, sobre todo entre los conductores de vehículos de alta gama y de aquellos a quienes les gusta presumir. Por ello, el Q8, el quinto SUV de Audi en el momento de su lanzamiento, presentaba un diseño que, gustos aparte, destacaba por una fuerte presencia y por un claro derroche de ostentación y carácter altivo.
Ahora, cuatro años después de su primera aparición, se somete al imprescindible restyling a la mitad de su vida comercial, con el objetivo, como siempre, de mantenerlo al día y oponer resistencia a los cada vez más capaces rivales. Restyling que potencia todavía más ciertos rasgos y algunos detalles que parecen impropios de una compañía como Audi, que siempre ha presumido de estar “a la vanguardia de la técnica” y de ofrecer unos niveles de acabado y calidad espectacular. Y no vamos a poner en duda esto último, es algo que la marca alemana ha llevado a un nivel espectacular, aunque sí vamos a darles un tirón de orejas en lo que respecta a la técnica, pues tras los problemas con la evolución de sus coches eléctricos ya no están tan a la vanguardia.
Por supuesto, esto son temas que ahora poco nos afectan y poco influyen en la renovación del Audi Q8, que mantiene sus rasgos básicos intactos. Esto es, presencia, potencia, calidad y equipamiento. Lo que vemos un poco más criticable es el diseño. Sí, ha ganado en agresividad, con un frontal revisado donde los faros son nuevos, así como la calandra y los paragolpes, pero recurre en exceso a ese detalle que nos parece impropio de una marca como esta: muchas piezas de plástico pintadas de color plata en el caso del SQ8. El marco de la calandra, de nuevo diseño y enorme tamaño, destaca especialmente en este nuevo frontal, al igual que las nuevas entradas de aire situadas a los flancos del paragolpes. Todo esto es de color negro en el Audi Q8, y tampoco destaca por su atractivo, ya que da forma a un frontal demasiado oscuro. Decoraciones, por cierto, que son opcionales, es decir, pueden ser o negro o plata, según gustos del cliente.
Atrás también encontramos algunos cambios, como unos pilotos que parecen algo más grandes y con una nueva estructura interna, mientras que la parte baja del paragolpes también adopta ligeros cambios. La decoración, al igual que lo visto en el frontal, recurre a soluciones que no acaban de gustarnos y que nos resultan muy “posturetas”, como los dichosos escapes falsos –que, por lo que parece, no se usan en el SQ8, que luce cuatro terminales de escape de buen tamaño–.
Para gustos, como siempre, los colores y es posible que seamos de los pocos a los que no les gusta la imagen actual de Audi, con esos plásticos pintados en tonalidades plata o negro –en algunas versiones es negro brillante–. Es evidente que no somos el cliente objetivo de la marca y eso es bueno, sería muy aburrido que todo lo que se lanza al mercado nos gustara. Es como la manía de poner ruedas cada vez más grandes. El nuevo Audi Q8 puede montar llantas que van desde las 21 hasta las 23 pulgadas, estas últimas, visibles en las fotos oficiales del Audi SQ8. Y aunque ocupan todo el hueco destinado a la rueda –un detalle que siempre mejora la imagen del coche–, son excesivas y poco elegantes. Nuevamente, un detalle de puro postureo, porque se puede apreciar que hay mucho espacio libre entre el diámetro interior de la llanta y los frenos.
Cosas que, como decíamos, es posible que solo nos choquen a nosotros, pero no podemos negar que los fabricantes recurren cada vez más a soluciones exageradas en pos de destacar entre los demás. Una tendencia que, por suerte, no se ha transmitido al resto de la carrocería, porque sus líneas se mantienen simples e incluso equilibradas. Es cierto que la calandra es brutalmente enorme, y que los adornos no nos convencen, pero el diseño original del Q8, que se mantiene invariable –lógicamente, es un restyling no una nueva generación–, es bastante acertado, ya que huye de complicaciones. Además, cosas como las dos líneas en el capó generan fuerza y agresividad de forma sencilla y elegante.
El habitáculo no muestra cambios de diseño, ya está suficientemente cargado de pantallas y no es necesario añadir más –al menos, por ahora–, pero sí hay novedades en cuanto a infoentretenimiento, al añadir compatibilidad con Spotify, Amazon Music o servicios similares. Y eso sí nos gusta, ya que facilita poder escuchar la música, los podcast o la emisora que más nos guste, sin tener que buscar nada, ya lo llevamos todo en el teléfono. La instrumentación, el Audi Virtual Cockpit, añade, por su parte, nuevos gráficos para información sobre los sistemas ADAS.
Todo lo referente a motores y chasis recibe pocas modificaciones. Se mantienen los motores TDI –Q8 45 TDI con 227 CV y Q8 50 TDI con 282 CV– y el mismo V8 biturbo procedente del Porsche Cayenne Turbo y el Lamborghini Urus, que da vida al SQ8 –con 500 CV–. El SQ8 monta ruedas traseras direccionales, pero deja como opción el diferencial de deslizamiento limitado con reparto vectorial y la estabilizadora activa. La dirección se ha revisado en todas las versiones del Audi Q8.
Si te gusta el nuevo Audi Q8, ya está disponible en Europa desde 86.700 euros –Audi Q8 45 TDI quattro– y desde 119.500 euros en el caso del Audi SQ8.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS