En 1997 se presentó el Mercedes CLK, un coche que estaba a medio camino entre la Clase C y la Clase E, y que tenía como objetivo, ocupar el hueco que dejaba el fantástico Mercedes W124 coupé. La propuesta, en su momento, fue algo arriesgada, pues partía de la plataforma del Clase C, pero en realidad, lucía rasgos del Clase E, son contar, por supuesto, con su diseño, mucho más deportivo y hasta juvenil comparado con el W124. Fue un cambio notable en todos los sentidos, pues incluso el habitáculo era rompedor con respecto al W124 y no hablemos del W201, el 190E.
De entrada, la denominación del modelo era totalmente nueva, aunque en consonancia con lo que ya había en otros segmentos, como el de los descapotables como el Mercedes SL y el Mercedes SLK. Ahora, con la llegada del CLK, estaban el Mercedes CL, el coupé de la Clase S, y el Mercedes CLK, el coupé de la… ¿Clase E? Al menos, en cuanto a planteamiento y diseño así era, y así se demostró con el lanzamiento de algunas versiones, con especial protagonismo del Mercedes CLK 55 AMG.
En 1999 se dio a conocer el Mercedes CLK 55 AMG, al versión más prestacional del coupé alemán, que presumía de enorme V8 atmosférico de 5,5 litros –5.439 centímetros cúbicos–. Para su desarrollo, AMG, que ya estaba integrada totalmente, o casi, en el conglomerado alemán, partió del V8 de 4,3 litros de Mercedes y adoptó un estilo bastante popular en los Estados Unidos, donde se aprovecha las ventajas de un elevado cubicaje –sobre todo en cuestiones como el par y la fiabilidad–. Se montó una culata con tres válvulas por cilindro, accionadas por dos árboles de levas montados igualmente en la culata, mientras que la compresión supera los 10 a 1.
Los valores ofrecidos por este “gordo” V8 son más que interesantes: 347 CV a 5.500 revoluciones y nada menos que 510 Nm entre 3.000 y 4.300 revoluciones. La potencia específica es muy baja, solo 65 CV/L, lo que proporciona fiabilidad, pero le logra una cifra de par espectacular, con la que tiene que lidiar un cambio automático de cinco relaciones. Los datos oficiales de Mercedes anunciaban un 0 a 100 km/h en 5,8 segundos y el kilómetro desde parado en 24,5 segundos, al tiempo que la velocidad máxima es de 250 km/h –limitada electrónicamente–. No en balde, con un peso de 1.520 kilos, la relación peso-potencia de 4,4 kg/CV.
No era un deportivo puro, se nota con solo ver su diseño, pero toda la puesta a punto era mucho más firme que en el resto de la gama. Las suspensiones, de paralelogramo deformable en todas las ruedas, contaban con un conjunto muelle-amortiguador más firme y 25 milímetros más corto, y las barras estabilizadoras eran más gruesas. No tenía diferencial de deslizamiento limitado, pero si montaba ESP y ASR, que contenían los envites de los 510 Nm de par que rendía el propulsor.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS