El futuro es la electricidad, así al menos parecer ser, porque también hay fabricantes experimentando con otras soluciones como el motor de combustión alimentado por hidrógeno o la pila de combustible. Un futuro “cero emisiones” en el que la contaminación es el principal enemigo a erradicar. Pero hace unos años, y realmente no muchos, el futuro y el presente era el diésel. Muchos recordaréis aquellos años en los que cualquier nuevo lanzamiento tenía como propulsor estrella un turbodiésel, incluso los deportivos presumían de propulsores alimentados por gasóleo. Incluso marcas como Porsche cayeron en el embrujo de una tecnología que, a pesar de lo que se dice actualmente, no era tan mala.
Pero no vamos a tratar eso ahora, no es lo que toca. Básicamente, porque nos quedan dos áreas donde los motores diésel también estaban ganando muchísimo terreno: la competición y los concept cars. En las carreras, la tecnología diésel llegó ganar en las 24 Horas de Le Mans con dos marcas diferentes y en el especialísimo segmento de los concept car, lo dominaron casi todo durante años. Lo más curioso es que ambos sectores, los prototipos y las carreras, se unían en algunas ocasiones y daban como resultado máquinas espectaculares, coches que a muchos nos habría gustado ver en circulación. Y si eran equipados con los motores que anunciaban, mucho mejor.
Este es el caso del Peugeot 908 RC, posiblemente, uno de los conceptos de salón más espectaculares de la firma francesa. Un coche que se presentó en el salón del automóvil de París del año 2006 y presenta una silueta y unas soluciones que hoy están totalmente olvidadas, o casi: era un sedán y tenía un enorme y potente motor turbodiésel. Por entonces, los SUV y todos sus derivados, no habían logrado tantísimo auge ni tampoco se presagiaba una locura como la que estamos viviendo en nuestros días. En aquellos años, los sedanes todavía tenían su lugar en el mercado y si además, estaban equipados con propulsores alimentados por gasóleo, todavía mejor. Sin ir más lejos, la firma francesa todavía tenía en producción el 607, un coche de cierta categoría, casi tan grande y con tanto empaque como un Mercedes Clase E –salvando las distancias–.
Obviamente, el Peugeot 908 RC nunca llegó a producción, no era su objetivo. Lo que pretendía la marca con este coche, en realidad, era presentar el motor que usaría el coche con el que Peugeot competiría en el Mundial de Resistencia a partir de 2007. Ese coche era el Peugeot 908 y tendría como corazón un bloque V12 turbodiésel con 5,5 litros de cubicaje capaz de rendir nada menos que 700 CV y un par de 122,45 mkg, o dicho de otra forma, unos 1.200 Nm de par. Era un motor salvaje, nunca se había creado un turbodiésel así, ni siquiera el V12 6.0 TDI de Audi podía con él –anunciaba 500 CV–. La marca decía que este enorme sedán –medía 5,12 metros de largo– podía superar los 300 km/h. Y lo mejor de todo, este brutal propulsor estaba colocado en posición trasera central… es decir, tras los asientos traseros.
Estéticamente era un espectáculo, con una línea fluida, elegante y muy agresiva, con enormes llantas de 20 y 21 pulgadas –delante y detrás respectivamente–, pero con soluciones aerodinámicas de competición, como un fondo plano, un difusor trasero de gran tamaño y un alerón trasero móvil que se podía accionar manualmente.
La carrocería era fibra de carbono, el chasis se fabricó con forma de nido de abeja con aluminio polimerizado al vacío, el habitáculo era piel por todos los lados, había pantallas digítales para el equipo multimedia…
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS