Aunque pueda parecer sorprendente, lo cierto es que el Meyers Manx es un vehículo clave para entender buena parte de la competición Off-Road en el automovilismo. Es más, cuenta con el honor de ser el primer vehículo en ganar la Baja 1000 en su edición inaugural de 1967. Una de las pruebas más duras de entre todas las disputadas sobre tierra, con un recorrido de casi 2000 kilómetros que había de completarse en un solo tramo. Todo ello a través de la península mexicana de la Baja California, teniendo que enfrentarse a todo tipo de obstáculos como dunas, arenas poco estables o multitud de nubes de polvo. Es decir, un reto sólo apto para las mecánicas más resistentes y los modelos con mejor motricidad.
Además, su particular geografía ha condicionado la creación de vehículos hechos por y para esta prueba, dando lugar a una de las mejores panoplias Off-Road junto con los clásicos del Rally Safari o el Dakar. Es más, diseños como el de los buggy son habituales en esta prueba, marcando una tradición iniciada con el Meyers Manx. Un coche que, atención, toma su base del popular VW Beetle. Así las cosas, lo mejor será ir paso a paso de cara a comprender la génesis de este modelo. Para empezar, el VW Beetle era un automóvil bastante popular en los Estados Unidos allá por los años sesenta. Además, el inicio de la producción del mismo en la planta mexicana de Puebla – la cual iba principalmente destinada al vecino del norte – coincidió con la primera edición de la Baja 1000.
Dicho esto, lo cierto es que no deja de ser curiosa la popularidad de este modelo en los Estados Unidos. No sólo porque fuera pequeño y muy alejado de lo normalmente deseado por el público estadounidense, sino también porque no dejaba de ser un diseño muy anticuado. De hecho, hunde sus raíces en el descarado plagio que Ferdinand Porsche hizo a los diseños de Tatra durante los años treinta. Plagio que, tras la Segunda Guerra Mundial, fue debidamente visto en los tribunales con una sentencia condenatoria para la factoría alemana. No obstante, era un coche robusto y – misteriosamente para tener una historia tan unida a las atrocidades nazis – simpático entre la juventud más desenfadada.
Se vendía como un kit y, debido a su alto precio, pronto comenzaron a aparecer imitadores que fueron asentando toda la amplia estirpe de los Buggy VW playeros
Meyers Manx, el primer buggy deportivo basado en el VW Beetle
A comienzos de los sesenta, el estadounidense Bruce Meyers trabajaba en uno de los muchos talleres que, poco a poco, iban dominando el uso de la fibra de vidrio aplicada al automovilismo. Una tendencia que comenzó en los años cincuenta, cuando modelos cuasi artesanales como el Glasspar G2 fueron abriendo el terreno a otros producidos en serie como el Corvette C1 o el Kaiser Darrin. Todos ellos bendecidos con la ligereza aportada por la fibra de vidrio, tomando soluciones inspiradas en el casco de los barcos en la misma forma y manera que, por ejemplo, Vincenzo Lancia idease la carrocería autoportante del Lambda.
Así las cosas, Manx ideó precisamente algo muy similar al casco de los barcos. Ni más ni menos que una carrocería monocasco con estructura tubular recubierta por paneles de fibra de vidrio. Una especie de bote el cual quedaba atravesado por todos los elementos necesarios para el tren motriz y la dirección. Respecto a la mecánica, todo se confiaba a partes tomadas del VW Beetle. Posiblemente no las más potentes, cierto, pero al mismo tiempo fiables y, sobretodo, muy sencillas de alterar.
Además, gracias a su escueto diseño el Meyers Manx pesaba bastante poco. Sin duda una ventaja interesante para moverse por terrenos Off-Road aunque, ¿cómo se comportaría con sólo dos ruedas motrices? Pues bien, aquí vino una verdadera sorpresa ya que no lo hacía nada mal frente a rivales a priori muy superiores. Es más, en la Baja 1000 competían modelos como el Ford Bronco. Y es que el chasis del Beetle se acortaba todo lo posible para hacer así del Meyers Manx un vehículo con batalla realmente corta.
Desde un planteamiento sencillo, logró un comportamiento excelente sobre las dunas a pesar de no ser un 4×4. Un coche verdaderamente práctico con un diseño muy inteligente
Al mismo tiempo, sus generosos pasos de rueda permitían la instalación de unas ruedas más que generosas en su diámetro. ¿Resultado? Un escalador nato, capaz de saltar de duna en duna con una facilidad asombrosa. Llegados a este punto, el kit de este coche se empezó a comercializar hacia 1965. Es más, al poco tiempo se empezaron a ver unidades con el motor seis cilindros bóxer del Corvair. Sin embargo, su alto precio hacía de él un vehículo inaccesible para muchos aficionados, por lo que empezó toda una moda por replicarlo a cargo de talleres de toda índole. Así apareció el fenómeno de los buggy basados en el Beetle, debiendo buena parte de su existencia a este intrépido modelo todoterreno que cuenta en su haber con la primera victoria en la Baja 1000.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS