Sobre algunos automóviles dice bastante el lugar donde se encuentran depositados. En ese sentido, posiblemente el caso del Nardi Bisiluro 750 sea uno de los más paradigmáticos. No en vano, éste se conserva en el Museo Leonardo Da Vinci de Milán. Es decir, estamos hablando de un diseño de competición con un grado de valentía e imaginación como para poder codearse con los disruptivos inventos del genio italiano. Y sí, aunque pueda resultar pretencioso realmente no es para menos. Al fin y al cabo, en este coche de competición fabricado en 1955 coinciden múltiples ideas que, independientemente a su final, no dejan de ser realmente interesantes. Vamos a ver.
En primer lugar, el Nardi Bisiluro 750 recoge en sus líneas una amplia tradición aerodinámica proveniente de la aeronáutica. De hecho, su forma en doble misil no hace ni más ni menos que llevar al ámbito de las cuatro ruedas el principio de los torpedos, por cierto muy usado durante aquellos mismos años cincuenta de cara a batir diferentes récords de velocidad por parte de marcas tan populares como Lambretta o Piaggio con máquinas que tenían a sus scooter como base. Así las cosas, en este automóvil ideado por Carlo Mollino cada “ siluro “ tendría como objeto ser el recipiente de algo en concreto.
De esta manera, mientras el derecho albergaría al piloto, el izquierdo lo haría a la mecánica. Por tanto, estamos ante un diseño en absoluto simétrico aunque, al mismo tiempo, tampoco desequilibrado en sus pesos. Además, la parte central se hallaba principalmente hueca, dejando así paso a una corriente de aire que, según el diseño de Mollino, ejercería como una ayuda a la tracción y agarre del vehículo al ir bajo la chapa. En suma, una especie de “ homo antecessor “ para la aplicación del efecto Venturi en la F1, bajo los principios y adecuaciones de Colin Chapman casi dos décadas más tarde.
Pensado para competir en la clase con menos de un litro de cilindrada, este diseño es un verdadero campeón de la ligereza que no contó con ser doblado por modelos mucho más potentes, pesados y veloces
Nardi Bisiluro 750, arrastrado por el viento en Le Mans
Basado en un chasis extremadamente escueto, el Nardi Bisiluro 750 cubre sus formas con una carrocería también muy liviana. Gracias a ello, el resultado es un automóvil con tan sólo 400 kilos en báscula. Es decir, todo un peso pluma al nivel de los Porsche más ligeros de entre todos los preparados para carreras de ascenso en los años sesenta. Por cierto, con la ayuda del magnesio y la fibra de vidrio. Eso sí, esta ligereza no ahondaba en la capacidad de montar un motor prestacional.
Llegados a este punto, el del Nardi Bisiluro 750 era un sencillo cuatro cilindros con poco más de 700 centímetros cúbicos con 62 CV. Pocos, pero suficientes para poner a este sencillo, ligero y aerodinámico automóvil a más de 200 kilómetros por hora. Sin duda un verdadero acto de valor, ya que, evidentemente, las medidas de seguridad son realmente escasas por no decir que cuasi nulas.
Dicho esto, su estreno fue pensado para lograr el máximo impacto mediático. Por ello se hizo durante las 24 Horas de Le Mans de 1955. Lastimosamente, el mismo año en el que se produjo el terrible Desastre de Le Mans, cuando 85 personas murieron al precipitarse uno de los Mercedes 300 SLR contra el graderío del público en la zona de los boxes. Una escena verdaderamente dantesca, provocando el abandono de las carreras por parte de la casa germana cuando estaba en uno de sus mejores momentos tecnológicos.
El diseño en torpedo era relativamente común en ciertas motocicletas listas para batir récords de velocidad, pero lo que nunca se había visto era doblar este esquema para ponerlo sobre cuatro ruedas
No obstante, el Nardi Bisiluro 750 ya se había retirado en el momento del accidente. O mejor dicho, lo habían retirado. Y es que, debido a su escaso peso, al ser doblado por uno de los potentes Jaguar D-Type literalmente el viento se lo llevó hacia el lateral de la pista quedando enfangado en una cuneta. Y es que, a veces, la ligereza puede ser un problema en vez de una virtud.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS