En el mundo de los prototipos se pueden establecer ciertas generalidades en base a la nacionalidad. De esta manera – con el permiso de todo lo hecho por Mercedes y Volvo – los ensayos más interesantes en materia de seguridad pertenecen a la industria norteamericana. Si nos vamos al ámbito del diseño no hay duda ninguna respecto al fascinante historial exhibido por los carroceros de Italia. Con Pininfarina y Zagato en polos opuestos – clasicismo y elegancia frente a voluptuosidad y volúmenes excesivos – conformando una genealogía de modelos sobre los cuales poder investigar durante años. No obstante, si lo que nos llama la atención es la eficiencia seguramente sean los prototipos alemanes los más interesantes, teniendo entre ellos un puesto de honor el Volkswagen Öko-Polo de 1989.
Un ensayo profético respecto a la importancia que hoy en día tienen los motores de cilindrada escueta – downsizing – en las gamas del segmento B, a pesar del reciente debate sobre si estos han llegado para quedarse o tan sólo han supuesto una época pasajera. Todo ello ante la evidencia de que algunos fabricantes regresan a las cilindradas más amplias debido a problemas de homologación. Una de las cuestiones más candentes en el automovilismo actual. Aunque, sea como fuese, lo cierto es que resulta innegable la importancia de los motores con cilindrada reducida en la industria desde hace unos años a esta parte.
Eso sí, ¿por qué se entró en esta tendencia de la cual el Volkswagen Öko-Polo fue un temprano abanderado? En este sentido hemos de buscar la explicación en 1973. Año en el que se produce la primera crisis del petróleo, tras la cual vendrán constantes oleadas a modo de recordatorio sobre la fragilidad del sistema económico basado en los hidrocarburos, no sólo sujetos a su definitoria finitud sino también a las constantes e ingobernables circunstancias de la geopolítica. Así las cosas desde mediados de los setenta los fabricantes generalistas se enzarzaron en una carrera por reducir los consumos en la que incluso llegaron a aparecer los primeros prototipos eléctricos presentados a bombo y platillo por marcas de prestigio como Audi o Mercedes.
Durante los ochenta el turbocompresor fue usado en mayor parte para aumentar las prestaciones de los modelos, sin embargo en este caso se aplicó para mejorar la eficiencia del consumo
Volkswagen Öko-Polo, usar el turbocompresor para algo diferente
Situémonos. Estamos en los años ochenta. Y desde que a finales de los setenta Renault comenzase a usar el turbocompresor con excelentes resultados en la competición – véase la victoria del A442 en Le Mans – esta tecnología va filtrándose hacia todos los segmentos del automovilismo de serie. Desde las grandes berlinas hasta los compactos pasando por los todoterreno todo vehículo que quiera estar a la moda debe lucir la palabra “ turbo “ en algún panel de su carrocería. De hecho, incluso se venden pegatinas con la misma por si tu coche es atmosférico pero aún así quieres aparentar.
Llegados a este punto, los más de los fabricantes ven al turbocompresor como la forma perfecta para incrementar la potencia sin necesidad de tocar el bloque motor. No obstante, por fortuna también existen mentes previsoras que piensan en la eficiencia mientras el resto del público cae rendido ante los oropeles y brillos de las prestaciones. Debido a esto, en Alemania se ideó el Volkswagen Öko-Polo con el objetivo de usar al turbocompresor no para aumentar el empuje deportivo sino para ayudar a un escueto bicilíndrico a la hora de ahorrar combustible.
Gracias a ello, el pequeño dos cilindros con 858 centímetros cúbicos daba 40 CV y 76 Nm de cara a mover los 810 kilos del Volkswagen Öko-Polo. Todo ello con turbocompresor, haciendo posible que el ritmo de marcha fuera apropiado para la circulación del momento aún llevando una mecánica tan escueta. Además, se introdujo un sistema de conducción a “ vela “ como en el FIAT Regata, desconectando el motor cuando el empuje del propio vehículo era mayor que lo dado por la mecánica.
Aunque sea un modelo muy poco conocido de claro cariz experimental, se produjeron unas 50 unidades llegándose a comercializar algunas de ellas. Hoy en día es toda una pieza de colección entre los aficionados a la marca germana
Junto a ello también se pensó en las emisiones, incorporando unos nuevos y más eficientes filtros de partículas. No obstante, el resultado más llamativo fue el consumo, quedándose en unos tres litros a los cien en ciclo combinado. Con todo ello, el Volkswagen Öko-Polo fue un brillante ensayo con el ahorro de combustible en mente, marcando la ruta a seguir por los modelos que de aquel momento en adelante fueron perfilando el “ downsizing “ que hoy en día nos es tan familiar.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS