Que la necesidad agudiza el ingenio no es algo que se haya dicho porque sí. Lejos de ello, también en el mundo del automovilismo suelen surgir diseños innovadores y soluciones imprevistas cuando la industria sufre los efectos de un mercado en recesión. Así las cosas, para 1977 la American Motors Corporation presentó varios prototipos entre los que destacó el AMC Van. Un estudio de carrocería donde lo principal no fue la estética, sino el encontrar un nuevo tipo de vehículo capaz de mezclar la funcionalidad de un utilitario con las capacidades todoterreno de un pequeño todoterreno.
Todo ello, además, con un tono deportivo y lúdico que no estuviera reñido con el poder usarlo en el día a día. Con todo ello, lo cierto es que al AMC Van se le pueden discutir muchas cosas menos el ser uno de los prototipos más interesantes de los años setenta. De hecho, haciendo algo de “ arqueología del motor “ nos atreveríamos a decir que se trata de uno de los diseños más atrevidos y visionarios de la época, pues ya en él se puede advertir la mezcla de conceptos que años más tarde cuajaría en otros ensayos como el FIAT Enduro o, incluso, los primeros modelos SUV del segmento B.
No obstante, lo mejor será intentar abordar al AMC Van dentro de su contexto histórico. Cuestión para la cual hemos de fijarnos tanto en el plano general como en el concreto. Veamos. En lo referido al general la situación económica para mediados de los setenta aún estaba seriamente afectada por los efectos de la Crisis del Petróleo de 1973. El primer gran toque de atención a la industria del motor sobre la necesidad de mejorar los consumos, teniendo que poner así el énfasis también en la eficiencia y no sólo en las prestaciones. De esta manera, a los ingenieros norteamericanos se les acabó la fiesta de las grandes cilindradas, debiendo virar hacia planteamientos más escuetos tanto en tamaño y peso como en motorización. Situación en la que hicieron su entrada masiva diseños compactos como el del AMC Van.
Estando contra las cuerdas en lo comercial, AMC lanzó una serie de prototipos entre los que destacó el Van con el fin de sondear las posibilidades de producir modelos totalmente diferentes a lo que había en el mercado
AMC Van, una mezcla de conceptos diferentes
Más allá de aquel contexto histórico – prólogo y ensayo de otras crisis energéticas – , lo cierto es que el AMC Van también ha de ser analizado en el plano concreto de su fabricante. Y es que AMC no se encontraba en la mejor de las situaciones a mediados de los años setenta. Fundada en 1954, aunque cosechó importantes éxitos comerciales con algunos modelos concretos, lo cierto es que nunca estuvo a la altura de las grandes empresas de Detroit contra las que quiso competir.
De esta manera, su historia financiera siempre estuvo plagada de constantes devaneos en los que se encuentra el tener que diversificar entrando a mercados como el de los electrodomésticos, fabricar modelos Renault de escaso éxito en los Estados Unidos – historia que tuvo su final abrupto con el asesinato de Georges Besse por parte del grupo terrorista Action Directe – y ser parte de la historia comercial de los Jeep. Una errante estrategia comercial en la que el AMC Pacer intentó poner orden con su lanzamiento en 1975, dando una respuesta a la creciente demanda de vehículos compactos en los Estados Unidos con su diseño creado desde dentro hacia afuera.
No obstante, siquiera aquel modelo de nuevo cuño logró sacar de una mala situación financiera a la empresa. Es más, los gastos derivados de su desarrollo la pusieron aún más contra las cuerdas. Llegados a este punto, los prototipos lanzados en 1977 – donde el AMC Van se inserta – supusieron un desesperado intento por poner el foco de atención sobre la marca observando la reacción del mercado ante modelos tan sorprendentes como, verdaderamente, imposibles de llevar a serie debido a la compleja situación económica de AMC.
No se trata de un prototipo con motor, careciendo de tren motriz aunque sobre el papel se anunciaba que de llegar a serie tendría turbo y tracción 4×4 para definirse así como un todoterreno compacto del segmento B con toques deportivos
Algo que realmente fue una pena, ya que el diseño del AMC Van prometía una mezcla de conceptos variopintos en los que todo se orientaba al disfrute del ocio. No sólo por su carrocería bajo la cual se podrían haber alojado hasta cuatro pasajeros con un espacio de carga fácilmente accesible, sino también por la tracción 4×4 o el carácter que le hubiera dado un motor de cilindrada escueta pero animado por la acción del turbo. Eso sí, todo ello simples declaraciones de intenciones, pues en verdad el AMC Van de 1977 es un modelo estático carente de tren motriz. Es más, el chasis no es un chasis como tal, sino una plataforma de madera sobre la que se asienta la carrocería en fibra de vidrio. Así las cosas, aunque este prototipo planteaba soluciones interesantes llevarlo a serie hubiera requerido de la ingente inversión necesaria para crear un modelo desde cero. Algo que, definitivamente, AMC no podía costearse de ninguna manera.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS