El Lola T70 es uno de los iconos necesarios para contar una de las épocas básicas en la historia de las carreras de resistencia. Concretamente aquella que ocupa la segunda mitad de los años sesenta, cuando Ford logró a golpe de billete, ayuda externa y altas dosis de revancha cargada de soberbia desbancar a Ferrari de su reinado en Le Mans. Todo ello para, finalmente, ser rebasada por Porsche y sus espectaculares 917. Un periodo trepidante en el que los fabricantes tuvieron que adaptarse a constantes cambios de reglamento así como a una escalada tecnológica poco vista en otros momentos del automovilismo. De hecho, la prueba es que sólo basta comparar la imagen de la parrilla de salida en una carrera del mundial de resistencia en 1960 con otra de 1970.
Diez años en los que había pasado todo un mundo, evolucionando radicalmente tanto en mecánica como en aerodinámica y chasis para parir otra era en el automovilismo de competición. Algo en lo que Lola Cars tuvo bastante que decir. Definida por un presupuesto obviamente mucho menor al que podrían tener equipos de marca como Porsche – y sus escuderías filiales – , Ford o Ferrari esta empresa inglesa fundada en 1958 resultó básica para entender la forma en la que evolucionaron los chasis de los coches de carreras.
Un campo de trabajo donde se asentó plenamente en 1967. Año en el que Honda acudió a sus servicios para aligerar al Honda RA300, consiguiendo ganar el GP de Italia de ese mismo año. No obstante, aunque quizás no fuera su intención la mayor fama de Lola se logró no en el mundo de la F1 sino en el del Campeonato del Mundo de Resistencia. Una competición a la que ingresaron con diversos coches entre los que destaca el Lola T70, caracterizándose siempre por la mezcla de refinado chasis propio con potentes motores V8 americanos. Una mezcla manida en aquella época en otros fabricantes, siendo incluso más exitosa en el ámbito de la permisiva CanAm que en el de Le Mans, Daytona, Sebring o Spa.
Durante los años sesenta se vivieron algunas de las mejores temporadas vividas en el mundo de la resistencia, siendo protagonistas los equipos de las marcas más importantes aunque también se abrió hueco el fabricante inglés Lola Cars
Lola T70, un destello de éxito
Como decíamos anteriormente, el presupuesto manejado por un fabricante como Lola era bastante inferior al que se daba en las grandes marcas. Además, sus coches iban a parar a las manos de equipos privados. Evidentemente también mucho más modestos que los oficiales. Así las cosas, que durante la competitiva segunda mitad de los años sesenta un Lola se hiciera con la victoria era toda una hazaña digna de ser recordada.
De hecho, entre la afición a las carreras de resistencia aún se comenta lo ocurrido el 2 de febrero de 1969 en las 24 Horas de Daytona. Y es que el Lola T70 MKIII B pilotado por Mark Donohue y Chuck Parsons del equipo de Roger Penske cruzó primero la línea de meta. Como segundo quedó otro Lola T70 MKIII B. ¡Doblete! Eso sí, con una variante seriamente evolucionada respecto a la primera versión del T70, estrenada en 1965 pudiendo optarse entre un motor Ford V8 de 4.8 litros y otro también V8 pero de seis litros y firmado por Chevrolet.
Excelentes ensayos de partida, los cuales fueron madurando a través de tres series con diversas subvariantes en cada una de ellas hasta llegar al Lola T70 MKIII B. La más icónica, montando un V8 Chevrolet de 5 litros para cumplir así con el reglamento del Grupo 6 Prototype Sport Cars. Altamente experimental, ya que al contrario de lo sucedido en el Grupo 4 aquí no se pedían un número mínimo de unidades para poder lograr la homologación.
Su mayor éxito fue un doblete en las míticas 24 Horas de Daytona, logrando un hecho muy raro en la época donde dominaban los Ford, Porsche y Ferrari
Algo que puede llevar de cabeza a cualquiera que busque datos mecánicos generales pues estos no existen. Al fin y al cabo, cada Lola T70 MKIII fue prácticamente único, aunque sí se puede asegurar que la potencia andaba en torno a unos 500 CV a 8.000 revoluciones por minuto con un par motor de 550 Nm. Todo ello para quedar tercera en el mundial de marcas de aquel 1969, justo por detrás de Porsche – con su 903 – y Ford – con las últimas versiones del GT40 – . Un verdadero éxito para Lola, la cual se colaba entre las posiciones más altas durante una época en la que aquellos puestos parecían sólo reservados a las marcas más poderosas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS