Viniendo al uso del color en el automovilismo durante tiempos recientes, quizás el Volkswagen Polo Arlequín de 1995 sea uno de los ejemplos más recordados. No obstante, el uso de una gama cromática u otra viene de lejos. Para empezar, sus primeros rasgos de sentido práctico se pueden rastrear en las carreras. De esta forma, en los grandes premios más primitivos los bólidos italianos se asociaban con el rojo, los británicos con el sempiterno verde inglés y los franceses con el azul. Además, sin contar con las carreras los colores también han servido como identificaciones explícitas. En este sentido, posiblemente el ejemplo más icónico sea el uso del amarillo en Ferrari antes de convertirse en una marca donde hasta los SUV tienen cabida.
Gracias a él se distinguían los prototipos y unidades en fase de desarrollo, como el 275 GTB partícipe en el Montecarlo de 1964 con el fin de recabar datos técnicos sobre el terreno. Además, si a un coche le acompañaban unos suaves tonos pastel esto conectaba directamente con su uso recreativo. Con una personalidad enfocada al ocio e incluso un cierto estatus para el propietario. Hecho visto a la perfección en los amplios descapotables americanos de los cincuenta, con sus dobles tonalidades, profusión de cromados y líneas de inspiración aeroespacial bajo los lápices de Virgil Exner y otros diseñadores.
Así las cosas, podríamos hacer páginas y páginas de texto sobre el uso del color por parte de los carroceros. Un hipotético trabajo en el que no podría faltar el Volkswagen Polo Arlequín. Y es que éste no se hizo porque sí. Lejos de ello, tras su llamativa estética existe una clara voluntad publicitaria al servicio de la variante cinco puertas del Polo de tercera generación. Primera de todas en ir más allá del clásico tres puertas, siendo por tanto todo un avance en los modelos del segmento B de la época.
Gracias a una idea tan simple como eficaz y llamativa, este modelo sirvió como punta de lanza publicitaria para la primera versión del Polo con cinco puertas
Volkswagen Polo Arlequín, al servicio de la publicidad
Nuestra atención como humanos es realmente interesante. Y es que, aunque un coche incorpore algún tipo de avance tecnológico capaz de salvarnos la vida en un accidente o hacer el motor mucho más eficiente, la verdad es que una llamativa paleta de colores en los paneles de la carrocería nos va a llamar mucho más la atención. Algo que conocen a la perfección en la industria publicitaria, sabedores de que, al igual que los niños con la comida, a los conductores los coches también nos entran por los ojos.
Por todo esto, en 1995 el Volkswagen Polo Arlequín logró captar la atención de multitud de revistas como no lo habría hecho algún nuevo sistema de inyección o unos neumáticos más seguros. Una inteligente jugada publicitaria por parte del grupo alemán, refrendada por el hecho de las 3.800 unidades finalmente producidas en vez de las tan sólo 1.000 previstas en un primer momento.
Cuestión que se ejemplifica muy bien con lo ocurrido en la factoría navarra de Landaben. Y es que se ordenó la fabricación en la misma de tan sólo veinte unidades de preserie destinadas a empleados y directivos de la empresa con obvios fines publicitarios. Sin embargo, la expectación creada fue de tal calibre que finalmente se decidió incorporar al Volkswagen Polo Arlequín a las cadenas de producción.
Aunque primero sólo se iban a fabricar unidades de preserie destinadas a empleados de la empresa, finalmente tuvo una producción de unas 3.800 unidades que hoy en día representan a uno de los Volkswagen de colección más simpáticos de todos los tiempos
Respecto a cómo se ofertaba, el Volkswagen Polo Arlequín estaba disponible en cuatro combinaciones de colores diferentes. Todas ellas con paneles en rojo, amarillo, verde y azul. Además, en lo referido a la mecánica las más de las unidades montaron motores de 1.1 o 1.4 litros, mientras que también hubo algunas con el de 1.6. Hoy en día ni que decir tiene el carácter para coleccionistas de esta curiosa y llamativa versión, contando con un club de propietarios donde, según parece, se agrupan algo menos de dos decenas. Sin duda uno de los Volkswagen más curiosos de los últimos tiempos.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS