Cuando pasamos al siglo XXI los lemas futuristas se vieron acosados por la realidad. Y es que, lejos de exploraciones espaciales y familias en la luna el transporte debía dar respuesta a problemas relacionados con el consumo. Un hecho que empezó a ponerse encima de la mesa a comienzos de los setenta. Cuando la primera Crisis del Petróleo truncó el crecimiento exponencial de las prestaciones al evidenciar la frágil dependencia fósil de la industria automovilística. De esta forma, vehículos como el Volkswagen XL1 Sport culminaron ideas que empezaron a ensayarse en híbridos y eléctricos por los fabricantes generalistas alemanes.
Hecho evidenciado con los coqueteos de Audi y la electrificación en el Audi Duo de 1989. Pero también con el Mercedes 190 Elektro. Dos experimentos de la transición a lo eléctrico que hoy en día se está dando incluso en vehículos que exceden el ámbito de lo urbano. Justo el terreno para el cual Volkswagen presentó en 2002 al L1. Un híbrido de minúsculas proporciones pensado para ofrecer soluciones de movilidad en trayectos cortos. Capaz de economizar el consumo en tan sólo 1,25 litros cada cien kilómetros. Todo ello gracias a la aerodinámica, los materiales ligeros y un motor diésel bien estudiado combinado con otro eléctrico.
Un ensayo que llegó a ser muy mediático. Con el propio Ferdinand Piëch a los mandos en una presentación que ponía encima de la mesa la preocupación del Grupo Volkswagen por ganar la batalla en materia de consumos e hibridación al comienzo de este siglo. Camino que continuó con el XL1 de 2011. De mayor tamaño y habitabilidad -se trata de un biplaza con los asientos en fila- pero al tiempo capaz de bajar el gasto en combustible hasta los 0,9 litros a los cien. Realmente impactante aunque incapaz de llegar a serie al ser un producto demasiado avanzado para el segmento de vehículos urbanos de gama popular. No obstante, ¿y si todos estos ensayos hubieran culminado en un deportivo de nicho comercial reducido?
A pesar de contar con un motor de combustión procedente de una Ducati, el Volkswagen XL1 Sport es parte de la saga de prototipos híbridos inaugurada con el L1 de 2002
Volkswagen XL1 Sport, el deportivo que no llegó a serie
La saga de prototipos híbridos que Volkswagen desarrolló a comienzos del siglo XXI nunca pretendió llegar a serie. Lejos de ello, sirvió como un banco de pruebas con motores de combustión por debajo del litro de cilindrada. Una vía de trabajo interesante, más aún si se complementa con la electrificación para obtener híbridos eficientes. No obstante, todo esto parecía ser demasiado avanzado como para implantarse en modelos masivos de los segmentos B y C. Por ello Ferdinand Piëch decidió archivar la familia de los L1 aunque no sin antes presentar un as escondido bajo la manga.
Se trataba del Volkswagen XL1 Sport. Una variante deportiva del XL1, pretendiendo llegar a serie al declarar la idea de fabricar al menos 500 unidades tras su presentación en 2014. Eso sí, respecto a la familia de la cual deriva presentaba una diferencia fundamental: la falta de hibridación entre combustión y eléctrico. Al fin y al cabo, su único motor es un bicilíndrico de 1.199 cm3 procedente de la Ducati 1199 Superleggera. Presentado en el momento como el dos cilindros más potente del mercado, capaz de llegar a los 197 CV haciendo el corte en 11.000 revoluciones por minuto. Un propulsor con nervio que habría asegurado sensaciones fuertes a bordo del Volkswagen XL1 Sport.
Respecto a las similitudes con sus ancestros de saga, el XL1 Sport presentó una apuesta máxima por la ligereza y la aerodinámica al servicio de la eficiencia. Así las cosas, la báscula quedó en 890 kilos al usar fibra de carbono en el chasis y magnesio en las llantas. Además, el coeficiente aerodinámico se redujo hasta un espectacular 0,25. De esta forma, aún con un motor de motocicleta el Volkswagen XL1 Sport rendía 270 kilómetros por hora de punta. Si a eso le sumamos una contenida distancia entre ejes, la baja altura y el cambio DSG de siete velocidades con doble embrague nos da un modelo ideal para vérselas con los Lotus o el Alfa Romeo 4C.
Aún contando con todo lo necesario para ser un magnífico deportivo de nicho comercial, finalmente nunca llegó a serie al no cuadrar en la gama de un fabricante generalista como Volkswagen
Sin embargo, llegado a este excelente estado el Volkswagen XL1 Sport encontró su gran paradoja y por tanto la causa de no llegar a serie. Por cierto muy similar a la que truncó el futuro del Volkswagen W12: la mercadotecnia. No en vano, sus competidores habrían sido modelos de marcas con mucho más renombre deportivo. Situación que dejaba al XL1 Sport como un modelo tan brillante -más ligero incluso que los ya de por sí bajos 895 kilos del 4C- como de difícil venta. De esta forma, Volkswagen canceló el proyecto al no creer necesario -ni conveniente- tener una opción así en su gama. No obstante, quedó como muestra de lo que se puede hacer cuando un buen diseño sirve como caparazón para la ligereza combinada con un rabioso motor de moto alegre a la hora de subir de vueltas.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS