Los coupés de Mercedes-Benz siempre han sido símbolo del buen gusto automovilístico. En el caso del Mercedes-Benz S 420 Coupé (C140) siguió respetando la tradición y subió de nuevo un listón ya de por sí alto. Se presentó en el Salón de Ginebra de 1994 y se fabricó durante cuatro años, hasta 1998.
Este gigantesco coupé llamaba la atención por sus dimensiones, pues medía 5.065 mm de largo, 1.912 mm de ancho y 1.440 mm de alto, con una batalla de 2.945 mm. Tampoco era un peso pluma, pues rebasaba de largo las 2 toneladas -2.080 kg en báscula, más con el equipamiento extra-.
Derivado de la berlina de igual apellido, los refuerzos imprescindibles en chasis y carrocería suponían un extra de 90 kg, a pesar de ser más corto y llevar dos puertas menos. Ello se debe a la inexistencia de marcos en las puertas y del pilar B, por lo cual la rigidez se debía aumentar añadiendo más acero al chasis.
Nada más abrir las pesadas puertas se notaba la solidez y seguridad con la que estaba hecho el S 420 Coupé. Las lunas eran dobles, dando la sensación de ser blindadas. Por suerte, las puertas contaban con un sistema de cierre neumático que hacían de la operación de apertura/cierre un juego de niños, con un sonido que delataba la cantidad de chapa que llevan.
En este enorme y pesado coupé de más de 5 metros y que superaba las 2 toneladas de peso la máxima preocupación era crear una atmósfera de máximo lujo y confort para los ocupantes
La imagen exterior que ofrecía era fuerte y robusta, recordando incluso a una pesada tanqueta, un claro reflejo de lo que era en realidad. El equipamiento de serie era muy abundante en su momento, como tapicería en piel, techo corredizo eléctrico, equipo de audio con radiocasete diseñado específicamente para el modelo, espejos retrovisores abatibles y regulables eléctricamente, lavafaros, climatizador dual, lavaparabrisas calefactado, volante con regulación eléctrica en altura y profundidad, control automático de velocidad, inserciones de madera, control de tracción, asientos con ajustes eléctricos y memoria, acercamiento automático de los cinturones de seguridad…
El acceso a las plazas traseras no suponía ningún problema gracias a un sistema de abatimiento del respaldo de los asientos delanteros y un desplazamiento hacia adelante el asiento en su conjunto. Sus ocupantes gozaban de un espacio en las tres dimensiones que ya quisieran hoy en día algunas berlinas medias.
El maletero resultaba muy generoso, superando los 500 litros de capacidad. Se buscó la máxima comodidad para sus cuatro ocupantes, dejando en un segundo plano una aerodinámica y una línea con estética rompedora más propia de un deportivo. Resumiendo, que no era un bellezón por sus curvas, aunque no carecía de cierto atractivo.
A ver qué escondía debajo de su capó. Nos ofrecía un V8 en posición delantera longitudinal de 4,2 litros (4.196 cm3), con bloque y culata realizados en aleación de aluminio. Cada fila de cilindros llevaba doble árbol de levas en cabeza y cuatro válvulas por cilindro. Su rendimiento no era muy excepcional según los parámetros actuales, pues entregaba 279 CV a 5.700 RPM y 400 Nm a 3.900 RPM. Su rendimiento específico era de 66,4 CV/litro. La alimentación era por inyección electrónica Bosch LH Jetronic.
La caja de cambios era automática de cuatro relaciones y con un funcionamiento extraordinario. Se sustituyó a finales de 1995 aprovechando el Salón de Frankfurt de septiembre del mismo año por una nueva de cinco relaciones con gestión electrónica. Se sirvió de este evento para mostrar un rediseño de los faros y de la calandra. La dirección era muy rápida y de dureza adaptable a la naturaleza de la conducción.
Las prestaciones eran buenas teniendo en cuenta la potencia y par disponibles para mover más de 2 toneladas de peso y una aerodinámica discreta. La velocidad máxima autolimitada era de 250 km/h y realizaba el 0 a 100 km/h en unos discretos 8,8 segundos. Para recorrer los 1.000 metros desde parado se tomaba sus 29,6 segundos. Respecto a las recuperaciones, con el cambio en posición D dedicaba 5,9 segundos para pasar de 80 a 120 km/h.
Como podemos imaginar, los consumos eran elevados. Por ciudad se bebía 18,5 l/100 km, bajando a 12,5 l/100 km por vías rápidas a 120 km/h de crucero. Si conducíamos con alegría por carreteras convencionales se disparaban hasta los 16,2 l/100 km. Menos mal que su depósito de combustible de 100 litros le otorgaba una autonomía de 600 km.
Su motor V8 de 4,2 litros erogaba 279 CV, más que suficientes para empujar a esta “tanqueta” hasta los 250 km/h (limitados) con unos niveles de lujo, confort y seguridad difícilmente alcanzables por otros coupés
La suspensión de serie aguantaba el peso extra del personal y de su equipaje sin protestar, ofreciendo una seguridad y aplomo bastante respetables. Se ofrecía como opción -muy cara- una suspensión regulable (ADS), endureciéndose a nuestro gusto y eliminando inclinaciones indeseables de la carrocería.
Delante llevaba un esquema independiente con doble brazo transversal, muelles, amortiguadores hidráulicos y barra estabilizadora. Detrás era de tipo multibrazo, con sus correspondientes muelles, amortiguadores y barra estabilizadora. Calzaba neumáticos de dimensiones 255/45 ZR18 sobre unas llantas de aleación de 8.5Jx18.
El equipo de frenos era poderoso e insensible a la fatiga, con discos ventilados en ambos ejes, con 300 mm de diámetro delante y 270 detrás, y el ABS venía de serie. A 120 km/h necesitaba 59,2 metros para detenerse completamente. Desde principios de 1995 incorporaban sistema de control de tracción ASR con posibilidad de desconexión, aunque el sistema entraba en acción igualmente a partir de 60 km/h. La desconexión actuaba anulando la reducción de par motor en caso de patinado, permitiendo un acelerador funcional al 100 % y garantizando una buena respuesta en situaciones delicadas.
El Mercedes-Benz S 420 Coupé era uno de los coches más caros que se podían adquirir en España a mediados de los 90. Costaba 16.417.000 pesetas, cerca de unos 151.000 euros de hoy. Más que prestaciones de un auténtico deportivo se buscaba comodidad, eficiencia y seguridad máximas para sus afortunados ocupantes.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...¿De verdad eso es real?
“sistema de control de tracción ASR, sistema que entraba en acción a partir de 60 km/h y que actuaba anulando la reducción de par, permitiendo un acelerador funcional al 100 %”
A ver, la redacción ha quedado un poco confusa, le hemos dado una segunda vuelta.