Hace ahora 20 años, apareció el primer coche de producción con frenos cerámicos. No era un Ferrari, ni tampoco era un Porsche o un Lamborghini, era un Mercedes y tampoco era un deportivo, era un coupé de aspiraciones Gran Turismo en edición super limitada.
El tiempo pasa volando y apenas te das cuenta de lo mucho que cambian las cosas. seguro que recuerdas cuando los coches traían un par de airbag de fábrica, solo para conductor y acompañante, pero hoy incorporan un mínimo de seis bolsas de aire. Y no digamos de sistemas electrónicos como el control de tracción, que comenzó siendo todo un gadget tecnológico de primer nivel y hoy es algo que ni siquiera se anuncia como equipamiento porque resulta algo básico.
La evolución del automóvil nos ha llevado a ver como los motores de gasolina y 16 válvulas se convertían en la apuesta más deportiva y compactos con 180 CV eran el tope de gama, con un talante marcadamente deportivo. También hemos visto como el diésel dominaba el mercado con mano de hierro, venciendo en competición y llegando a ocupar el vano motor de modelos coupé de cierta enjundia haciendo las delicias de muchos usuarios. Y el devenir de los motores turbo no se lo habría imaginado casi nadie.
Hoy, esos motores turbo dominan el mercado siendo una tecnología estándar en casi cualquier segmento, mientras que los diésel están abocados a la desaparición de los turismos siendo reemplazados por los motores híbridos, otra tecnología que apareció como una auténtica rareza y hoy es una apuesta obligada para todos los fabricantes.
Pero entre todas estas cosas, hay un apartado que aunque ha evolucionado a la par, no ha sido tan drástico o al menos, tan notorio como para verse a simple vista. Hablamos de los frenos, el principal sistema de seguridad de un vehículo y un elemento que se vuelve delicado cuando se trata de coches deportivos. Esta evolución de la que hablamos ha permitido que los deportivos actuales sean auténticas bestias, tan rápidos como pocos habrían imaginado que se podría lograr y tan eficaces como bólidos de competición de alto nivel. Coches que necesitan un sistema de frenos acorde, que les permita detenerse tan rápido como ganan velocidad.
En competición se ha usado una fórmula que ha sido clave en muchos aspecto y que hace nada menos que 20 años, pasó a la serie en un coche que no era precisamente el más deportivo del mercado. Nos referimos a los frenos con discos de carbono o carbocerámicos, unos rotores de material compuesto, cerámica y carbono, cuya resistencia al calentamiento es sencillamente brutal y que además, cuanto más calientes están, más poder de detención consiguen.
Los frenos cerámicos son hoy día algo normal en los deportivos más salvajes del mercado, aunque en muchas ocasiones se siguen ofreciendo como un extra a pagar a parte. Y ojo, porque son tremendamente caros. No en balde, su fabricación es muy costosa y realmente no tienen mucho sentido en vías públicas, son frenos pensados para rendir al máximo en circuito. Todavía son un equipamiento especial y solo al alcance de unos pocos, pero ya no son una rareza como si lo eran en el año 2000.
El primer automóvil de producción en equipar los rotores cerámicos fue el Mercedes CL55 AMG F1 Limited Edition, una versión super limitada a 55 unidades del enorme coupé alemán, el coupé de la Clase S concretamente aunque por aquellos años todavía se denominaba Clase CL. Entre sus características más interesantes, además de tomar como base de partida el coche de seguridad de la Fórmula 1 en aquellos años, estaba el hecho de ofrecerse únicamente en color plata metalizado, muy en boga por entonces y algunos logotipos para hacer más evidente su condición de coche especial.
Los frenos cerámicos equipados por el CL55 AMG F1 Limited Edition, se cocían en un autoclave a 1.000 grados y eran recubiertos con silicona líquida una vez enfriados, podían soportar temperaturas extremas y pesaban cerca de un 60 % menos que unos frenos convencionales. Además, Mercedes afirmaba que aplicando los frenos al máximo desde la velocidad máxima, se alcanzaba una potencia de frenado de 1.471 kW, o dicho de otro modo, 2.000 CV.
Además de mucho lujo y mucha tecnología, como cabe esperar de un Mercedes CL, tenía bajo el capó un V8 atmosférico de 5,5 litros que tendía 360 CV y 530 Nm de par, el bloque con compresor de 500 CV y 700 Nm no estuvo disponible hasta el año 2002.
Si quieres saber más sobre el funcionamiento de los frenos, no te pierdas nuestro especial sobre el sistema de frenos en el automóvil.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS