Su figura delata el origen de competición y la época durante la cual fue concebido. El arquetipo de prototipo de carreras de los años cincuenta. El SLR de Mercedes, el 250 Testa Rossa de Ferrari. Cada uno con su estilo. Pero aquí un americano, un producto nacido del nunca es suficiente estadounidense, pero reinterpretando la regla con argumentos firmes. Su creador no buscaba la ostentación, sino el poder de fuego que sentía que los coches con los que había experimentado el éxito no le daban. Así nació Bocar.
Una serie de modelos de producciones limitadas –limitadas de verdad– a la que se aventuró el entonces piloto Bob Carnes –de allí el nombre de la firma– para dejar atrás su historial de caballos de batalla tales como un Glöckler-Porsche Spyder y no tener que depender de cruzas como la de su Jaguar XK120 con motor V8 de Cadillac. Gloriosa cruza, por cierto, esa que él llamaba Jagillac –definitivamente, lo suyo eran los acrónimos–, la máquina que lo llevó a la gloria en los circuitos de montaña.
Este Bocar XP-7R 1959 es la cúspide de una saga que comenzó con unas pocas unidades experimentales, siguió tomando forma con el primero de serie, el XP-5 y sus 15 unidades con carrocería de fibra de vidrio sobre un bastidor de acero al cromo molibdeno, y profundizó con la evolución que significó el XP6, debido a un aumento en la distancia entre ejes. Entonces llegó el XP-7, el mismo que el antecesor, pero de aspiración natural y no sobrealimentada, y con una calandra crecida en tamaño. En paralelo, el supercargador se aplicó a nuestra versión amiga.

Versión de la que solo Bocar fabricó tres unidades, como para tomar dimensión de ante qué coches estamos. No se debe ser tan literal cuando de coches únicos se trata. Un coche es único cuando se produce de él un único ejemplar, pero también lo es cuando existe en estas cantidades que se cuentan con media mano. Y este XP-7R es el último, el chasis 003, un biplaza que transitó por restauraciones no tan lejanas. ¿La más reciente? No antes del 2023, cuando su actual dueño lo compró y lo envió a taller, donde pusieron en condiciones la carrocería, le aplicaron la capa de rojo que nos enseña y le reconstruyeron el sistema de inyección de combustible.
Mejoras que le valieron ser el mejor en su categoría en el Concurso de Elegancia de Arizona el año pasado. Y así se lo ve hoy, con sus llantas multirradio de 16 pulgadas con neumáticos Dunlop Racing, volante de madera y tapizado de cuero rojo para los asientos y en azul para las sujeciones laterales y los reposabrazos de puertas además de expandir el color con sutileza al recubrimiento del reposacabezas, entendido éste como una finalización para el arco antivuelco característico de los coches de competición de los años cincuenta.
La vida del Bocar XP-7R 1959 en la actualidad, signada por la exhibición y el recuerdo de sus participaciones en el Gran Rally de Colorado, tierra de Bob Carnes y su Bocar Manufacturing, tras una anterior restauración en los años noventa. Existe documentación y archivos fotográficos de aquellas sesiones de reconstrucción y quien lo adquiera –la subasta estaba a horas de cerrarse al momento de estas líneas– los recibirá junto a esta suerte de santo grial sobre ruedas. ¿Serán reales los 600 caballos que se estiman de su Corvette V8 355 y el sobrealimentador GMC 4-71?
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS