Muy a menudo aparece por estas tierras, donde se respira automovilismo. No tanto el clásico, que sí se congrega con sus pares en eventos de exposición, sino el moderno. Vaya fierro, como llamamos a los coches en Argentina (yo soy argentino), en especial a los que, con verlos, puedes escuchar en tu cabeza el escandaloso sonido del motor. En fin, hoy se me ha aparecido un Ford Mustang GT. Negro cupé que se hizo su espacio en la zona más neurálgica y a la hora en que los vehículos circulan como hormigas. Una criatura en movimiento entre los mundanos del día a día.
Desprevenido, así me ha tomado. En semáforo rojo, por el carril central y a punto de arrancar y doblar la esquina de la estación de trenes demostrando que un Mustango puede tener estabilidad en curvas sin tener que levantar tanto el pie del acelerador ni pisar el freno. Una observación que interrumpió mi efímera desconexión mental. Corrijo. No fue una desconexión, sino un viaje al pasado. Un flaschback que, al llegar a casa, me recordó que, a veces, las casualidades no existen.
Al ver a ese GT solamente de atrás, la mirada se me perdió en sus pilotos hasta que la luz verde se encendió. Entonces pensé en el Mustang modelo 1968, que marcó un quiebre integral para el modelo estrenado a mediados de aquella década. El cambio de apariencia de sus luces traseras fue parte de la evolución y, décadas después, las heredaría el de nuestra era. Por otro lado, no fue cualquier evolución. El rediseño del ’67 fue el primer cambio notable para el Ford Mustang, que por alterar la mecánica, lógico, se sometió a modificaciones visuales, aunque sin atacar sus rasgos representativos.
Frente a la avanzada comercial del Chevrolet Camaro, la marca del óvalo le aplicó a su caballo de batalla, tan incipiente como exitoso para ese entonces, una suerte de lavado de cara y el fastback no estuvo exento. Motivada por la competencia, pero también por las cada vez más estrictas normas de seguridad y, en particular, por la necesidad de aumentar el compartimento debajo del capó para la instalación de un motor más grande, el V8 big-block de 390 pulgadas cúbicas.

El Ford Mustang Fastback 1968 también puede ser un restomod
El resultado fue un Ford Mustang Fastback 1968 más ancho y más estirado, con un ancho de vía delantero aumentado 6,35 centímetros y, como consecuencia, una postura más temeraria y un habitáculo más espacioso que el del modelo en retirada. A propósito de la cabina, el tablero no se salvó del rediseño y agregó una sección superior acolchonada para darle al coche algo más de seguridad pasiva. Por fuera, además de su redimensión, uno de los cambios más visibles, además del de las luces posteriores, estuvo en las rejillas laterales ubicadas en el pilar trasero.
Las casualidades no existen. Minuto después del avistamiento, Bring a Trailer me mandó la señal. Este Ford Mustang Fastback 1968, vendido en la actual Semana del Automóvil de Monterey por 127.500 dólares, serviría para prestarle atención a los cambios mencionados y confirmar cómo era el Mustang ese mismo año, de no ser porque se trata de un ejemplar convertido en restomod al someterse a una modernización total.
Partiendo del hecho de que se reconstruyó, se repintó, se actualizó la suspensión, se agregaron llantas nuevas, se le dio al interior un estilo retro, pero con materiales y equipamiento tecnológico avanzado, del Fastback ’68 original no ha quedado mucho. Un soberbio interior, de hecho. Su volante de madera y su palanca de cambios Silver Sport Transmissions dan ganas de subirse y pisar a fondo en una buena recta. Por qué no, en un buen cuarto de milla. El estéreo, también retro, destaca porque incluye Bluetooth, pero todas las miradas se las roba, sin dudas, el tapizado de vinilo negro. No pudieron haber elegido un acabado mejor para ese diseño de asientos.
Fue un período de tres años, del 2020 al 2023, y hoy este coche luce una nueva capa Verde Highland. Sin embargo, todo queda reducido al trasplante de su corazón. Ahora, este Ford Mustang Fastback 1968 restomod lleva un motor V8 Windsor de encendido electrónico y colector de admisión de aluminio, con un aumento de cilindrada hasta los 6,7 litros y una potencia máxima de 464 caballos.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS