Si creían que Lamborghini fue la única empresa que pasó de un rubro alejado del coche tradicional a convertirse en fabricante de automóviles para competir con Ferrari, pues aquí traigo otro caso, incluso anterior al de la mítica confrontación entre Il Commendatore y el amo de los tractores de Sant’Agata Bolognese. Aunque, en este caso, el fabricante en cuestión no desembarcó en el universo de los deportivos italianos dejando atrás la inmensidad de un tractor, sino la pequeñez de sus scooters y su obra maestra, el Isetta.
Entro a las novedades de Bring a Trailer y me encuentro con un ejemplar que parece una de esas naves invisibles de ciencia ficción, porque, al estar repintado en un plateado Grigio Silverstone –tras un proceso previo de desmontaje total y cambio mecánico que no podemos omitir en estas líneas– ahora se camufla con el paisaje. Vaya metáfora de su razón de ser. Pasar desapercibido y aparecer, porque el que se ha aparecido –para ser vendido en Estados Unidos a cambio de una interesante suma cercana a los 300.000 dólares– es el rival menos conocido de los Ferrari 250 GT.
Un gran turismo italiano que por finalidad y características clave debemos colocar como rival de tres modelos específicos de la familia del Ferrari 250. El Iso Rivolta IR 300 se presentó en el Salón del Automóvil de Turín 1962, donde compartió espacio con uno que andaba en sus días de lanzamiento y fue uno de esos tres rivales. Un Ferrari siempre será de lujo frente a deportivos mundanos, pero la berlinetta Lusso estaba concebida para llevar el lujo a otro nivel. Y el lujo se transmitía a través del IR 300, que también tenía con qué oponerse al Ferrari 250 GT/E –en producción hasta finales del ‘63– por su configuración de dos puertas con dos filas de asientos.

Con el GT/E también se emparentaba en potencia, porque en su etapa final el Cavallino salía no con el V12 de tres litros, sino con una variante de cuatro litros, lo que le generaba una máxima no de 240, sino de 300 caballos. Esta fue la potencia del IR 300 desde el comienzo y no la obtenía de un V12 italiano, sino de un V8 americano: el 327 del Chevrolet Corvette, para acercar el coche al cliente norteamericano. Adivinen qué otro Ferrari producía esos mismos 300 CV –pregunta de ciclo básico para un tifosi–. Sí, el Ferrari 250 GTO 1962. En el Iso Rivolta IR 300 verán cómo las apariencias engañan.
¿Cómo considerar su lujo intrínseco un rival del deportivo cuyo hábitat sería el circuito, cuya práctica sería cruzar banderas a cuadros y ganar carreras, el deportivo al que por fuera lo consideraron un “Monstruo” y que por dentro estaba en las antípodas de su elegancia? Al de Iso y al de Ferrari los unía más que esos 300 caballos. El diseño lo puso la por entonces promesa italiana –hoy eminencia– Giorgetto Giugiaro, pero la ingeniería corrió por cuenta de Giotto Bizzarrini, quien puso al servicio del coche la experiencia que traía de Ferrari, donde había desarrollado los modelos más representativos y prestacionales de esos tiempos, como el passo corto –amor platónico para quien escribe–, 250 TR y propio el Ferrari 250 GTO 1962.
Las apariencias engañan, sobre todo en el ejemplar vendido, que combina esa capa de invisibilidad devenida en capa de pintura metálica con un interior renovado con tapicería de cuero “Paloma Cork” y –atención aquí– un motor que no aquel V8 5,3 original de 300 CV, cuyo rastro se ha perdido. El que lleva actualmente es un V8 y también de General Motors, pero uno de este siglo: el small-block L76 de seis litros estrenado en los años 2000. Con él, y a través de una caja manual de seis velocidades Tremec TR-6060, ahora envía una potencia de 355 CV y dispone de un par de 520 Nm para la aceleración.
Mauro Blanco
COMENTARIOS