Decir “Type R” es invocar una leyenda. Desde que Honda lo lanzó en los 90, el apellido ha estado ligado a sensaciones puras al volante, a ingeniería japonesa en estado de gracia y a una filosofía que hoy parece impensable: menos peso, más chasis y cero miramientos. En estos tiempos oscuros de motores pequeños y pantallas gigantes que todo lo tapan, el Civic Type R es ese loco con katana que se lanza al combate cuerpo a cuerpo mientras los demás disparan desde drones.
El primer Civic Type R ya apuntaba maneras allá por 1997. Motor VTEC atmosférico, chasis afinado con escuadra y cartabón, y un interior sin concesiones al lujo. Era un coche de carreras para la calle. Luego vinieron más generaciones, con altibajos, pero siempre con ese espíritu deportivo intacto que ofrecía algo diferente a lo típico de un mercado cada vez más soso. Parece que este 2025 Honda ha dicho “Vale, si este es el último, nos vamos a despedir por todo lo alto.
Porque sí, este Civic Type R es el canto del cisne. Entre normativas, electrificación obligatoria, la deriva del mercado, y que la misma Honda lo ha dejado bastante claro, todo huele a despedida. No es una cualquiera: será una de esas con fuego artificial, whisky caro y guitarras a todo volumen (metafóricas, no se os ocurra ir al concesionario pidiendo eso). Este coche no es solo un compacto deportivo; es un homenaje a todo lo que hizo grande a Honda en su época dorada.
Así que nos subimos a él en este artículo con una mezcla de respeto, ilusión y algo de nostalgia, porque puede que no volvamos a ver nada igual. Agárrate, que te contamos.

Estética más madura, pero sin esconderse
A simple vista, el Civic Type R 2025 parece más discreto que su predecesor. Se acabaron los alerones de Gundam, las entradas de aire tamaño bañera y los detalles de tuning de concesionario, pero que nadie se equivoque, que este sigue siendo un coche que impone, que no pasa desapercibido, pero lo hace con más clase. Es como un boxeador veterano que ya no necesita pavonearse porque con solo una mirada, sabes que puede partirte en dos.
El frontal es limpio, agresivo sin ser hortera. La parrilla es funcional, no un decorado. Las llantas, de 19 pulgadas, calzan neumáticos Michelin Pilot Sport 4S que no están ahí por postureo, sino porque funcionan. La trasera, lleva su alerón sobrio y sus tres salidas de escape, y sigue siendo puro Type R.
La paleta de colores mantiene el mítico “Championship White”, pero también puedes optar por rojo, azul, gris o negro. El interior es también tremendo. Los baquets delanteros te sujetan como si fueran parte de tu esqueleto, el volante es de alcántara de verdad y los pedales de aluminio te invitan a jugar. Nada de pantallas flotantes absurdas ni de menús infinitos: todo lo que necesitas está a mano, pensado para conducir, no para impresionar a tu cuñado en la cena de Navidad, a no ser que se trate de una carretera revirada.
En resumen, el diseño ha madurado, pero no ha perdido carácter. El Civic Type R sigue siendo un coche muy vocal, y lo que dice, si te gusta conducir, es música celestial.

Motor de la vieja escuela, alma de carreras
Bajo el capó sigue el glorioso 2.0 VTEC Turbo de cuatro cilindros y retocado hasta los 329 CV y 420 Nm. No hay ni hibridación, ni ayudas eléctricas, ni falsas promesas verdes. No señor, aquí todo se mueve por pura combustión, por mecánica afinada con pasión, y por ese saber hacer japonés que se resiste a morir.
El empuje es inmediato, constante y adictivo. No hay lag perceptible, y el sonido que entra al habitáculo (aunque parcialmente filtrado) tiene ese tono metálico que te eriza la piel. No es el más ruidoso, ni el más potente, pero es tan progresivo, está tan bien afinado, que acabas sintiéndolo como una prolongación de tu pierna derecha.
Luego está el cambio manual. Sí, en pleno 2025, Honda sigue confiando en el tacto mecánico, en las reducciones con punta-tacón, en el clic-clic preciso de una caja que parece lubricada con miel japonesa… Cambiar de marcha en este coche es un ritual, un gesto que te conecta con el coche, con la carretera, con todo lo que se está perdiendo.
Las prestaciones son de escándalo: 0 a 100 en 5,4 segundos y una punta que supera los 270 km/h., pero más allá de los números, lo importante es cómo lo hace. Cómo te obliga a estar presente, cómo te exige, cómo te recompensa. No hay modo “conducción autónoma”, ni botón de “relajación zen”. Aquí o pilotas tú, o no pasa nada, o estrenas mueble de pino, y eso vale oro.

Un chasis para enmarcar
Si hay algo que siempre ha definido al Civic Type R es su chasis, y esta generación no decepciona. La estructura es un 15% más rígida que en el modelo anterior, y se nota. El coche entra en curva con una precisión quirúrgica, sin titubeos, sin sustos, sin ayudas electrónicas que disimulen carencias. Aquí todo es directo, inmediato, analógico. Como debe ser.
La dirección es rápida y con peso justo. Sientes lo que pasa bajo las ruedas, no lo que un procesador cree que deberías sentir. El diferencial autoblocante delantero es simplemente mágico. Empuja el morro hacia el vértice como si hubiera un imán en el asfalto, y cuando sales del giro con el gas a fondo, el coche no subvira: tracciona, muerde y se lanza. Una locura.
El sistema de suspensión adaptativa tiene tres modos: Comfort, Sport y +R. El primero puedes usarlo a diario sin perder los empastes; el segundo se vuelve firme y comunicativo; y en el tercero, directamente te habla en japonés antiguo. Lo mejor es que no necesitas cambiar de modo para disfrutarlo. Este coche es diferente desde el encendido mismo. No es un coche más con un botón de “modo sport”: es un deportivo con alma.
Luego están los frenos Brembo. Potentes, dosificables, con mordida firme y cero fatiga. Puedes entrar en un puerto de montaña como si fueras a evacuar demonios y el coche sigue respondiendo curva tras curva. Aquí todo está en su sitio. Todo funciona. Todo encaja, y no es casualidad: es el resultado de años de obsesión por el detalle.

¿Vale lo que cuesta?
Honda no se ha vuelto loca con el precio, pero tampoco lo ha regalado. El nuevo Civic Type R arranca en algo más de 55.000 euros. Puede parecer mucho por un compacto de tracción delantera, pero es que no estás pagando solo por cifras o acabados. Estás pagando por una experiencia de conducción que apenas existe ya en el mercado, y mucho menos nueva y con garantía.
¿Es caro frente a sus rivales? Depende de cómo lo mires. No hay muchos coches nuevos con cambio manual, motor de verdad, chasis afinado a mano y una puesta a punto que no parece hecha por un algoritmo. Los hay más potentes, más tecnológicos, más llamativos… pero muy pocos que transmitan tanto. El Type R no es para quien compara fichas técnicas, sino para quien sabe conducir.
En cuanto al equipamiento, viene bien servido, pero sin excesos. Asistente de carril, sensores por todas partes, control de crucero adaptativo, pantalla central con buena respuesta… lo justo para no sentirse desfasado, pero sin enterrar al conductor en menús interminables. No es un coche espartano, pero sigue siendo un coche con alma de circuito, y eso se nota en cada decisión.
Además, tiene ese punto de exclusividad que va más allá del dinero. Sabes que es el último de su especie, que no va a haber otro igual. Eso lo hace mil veces más valioso que a cualquier otro.
La despedida del guerrero
Todo apunta a que este Civic Type R será el último con motor térmico puro. La electrificación llega, queramos o no, y Honda ya ha dejado claro que su camino va por ahí. Por eso, más que un lanzamiento, esto sabe a despedida. A última actuación de una banda de heavy metal que se baja del escenario tras el solo final.
Es una despedida digna porque este coche no es una caricatura ni una edición limitada decorada con pegatinas, sino un desarrollo serio, completo, afinado al milímetro. Honda ha querido que su legado acabe con una nota alta. Que el Type R no se apague entre susurros, sino que grite hasta el último suspiro.
Para los frikis del motor de verdad, este coche es un homenaje a una forma de entender la conducción que se está extinguiendo. Como guardar el último vinilo antes de que cierren la tienda de discos. Sabes que el futuro será distinto, quizá más rápido, más eficiente… pero también menos visceral.
Así que, si puedes permitirte uno, no lo dudes. No porque vaya a subir de valor (que probablemente lo hará), sino porque cada vez quedan menos oportunidades de tener algo así. Un coche que te hace sonreír con solo verlo en el garaje, que te obliga a conducir con las dos manos y los dos pies, que no te regala nada… pero te lo da todo. El Civic Type R 2025 no es perfecto. Es mucho mejor: es auténtico.
Jose Manuel Miana
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