Si buscas un coche que junte el estilazo italiano, la deportividad, y el lujo, lo más seguro es que el Maserati Quattroporte IV se te haya pasado por la cabeza. Es un giracuellos de esos que tienen un diseño afilado y cuadradote como solamente se hacían a principios de los 90, además de ese rugido que promete emociones fuertes para el pie y la cartera. Lo malo es que es como la fama que tienen los amantes italianos, y tiene fama de “problemático”, de ser un capricho caro y frágil. ¿Y si no fuese del todo cierto? Este Maserati no era tan malo como lo pintan; lo que pasaba es que muchos no lo cuidaron como merecía. Hoy vamos a meternos a fondo en el Quattroporte IV, con un guiño a otro italiano genial, el Lancia Thema 8.32, para defender que, con un poco de amor, este coche es una joya que merece tu atención. ¿Listo?
Contexto histórico: El Quattroporte IV y un eco del pasado
Corría 1994 cuando Maserati, bajo el mando de Fiat, lanzó el Quattroporte IV. No era un sedán cualquiera: era un cohete disfrazado de coche de calle. Siendo que lo diseñó por Marcello Gandini (sí, el mismo del Lamborghini Countach), este cuatro puertas venía a decir: “Puedo ser elegante y rápido a la vez”. Sus motores biturbo, primero un V6 de 2.0 litros con 283 caballos (o 2.8 litros con 280), y luego un V8 de 330 caballos a partir de 1997, le daban un carácter único. No era un motor de superdeportivo sacado de Ferrari, como el que llevaba el Lancia Thema 8.32 unos años antes, sino un corazón puro Maserati: intenso, visceral y con personalidad propia.
Hablando del Thema 8.32, vale la pena un pequeño flashback. En 1986, Lancia metió un V8 de Ferrari en un sedán discreto y creó un icono: un coche de lujo con alma de Maranello. Fue un experimento audaz, exclusivo (solo 3.520 unidades hasta 1992), y marcó un precedente para los sedanes italianos deportivos que para mí no tiene una réplica real, ni siquiera dentro de los propios Ferrari de 2+2 plazas. El Quattroporte IV, que llegó después, recogió ese espíritu de innovación, aunque con su propio estilo. Mientras el Lancia era un gentleman con un toque salvaje, el Maserati era más bien un rebelde elegante que venía dispuesto a medirse con los BMW M5 y Mercedes 500E de la época. Hicieron unas 2.400 unidades hasta 2001, y aunque no era tan raro como el 8.32, seguía siendo especial.

Pero aquí viene el pero: como al Thema 8.32, al Quattroporte IV le colgaron el sambenito de “frágil”. ¿La verdad? No era tanto un fallo de diseño como de mantenimiento. Estos italianos pedían cariño, y cuando no lo recibían, se quejaban. Vamos a ver por qué.
Sensaciones al volante
Arrancas el Quattroporte IV y el V6 biturbo te saluda con un ronroneo grave que suena a Monica Belluci. Si tienes el 2.8 litros con la caja manual de seis marchas, el 0-100 km/h cae en unos 5,9 segundos, y con el V8 Evoluzione bajas a 5 segundos planos. ¡Eso es rápido incluso hoy! En autovía va suave, con un leve zumbido del viento que le da carácter, pero no te engañes: este Maserati no es un crucero pasivo. Si te metes en una carretera con curvas, te va a exigir que te impliques. No es tan pulido como un Jaguar XJR ni tan preciso como un M5; aquí el coche tiene vida propia. Si pisas a fondo, las ruedas traseras pueden deslizarse un poco porque no hay control de tracción para salvarte, pero el volante responde rápido y te deja corregir con una sonrisa. Es un baile, no un trámite.
El interior es puro espectáculo: cuero Connolly por todas partes, madera de olmo que parece sacada de un yate y ese reloj Maserati en el centro del salpicadero que te lleva de vuelta a los 90. ¿Los asientos traseros? Justitos para adultos altos, como en un BMW E36 M3, pero los niños van de lujo. Y en el maletero, aunque no es enorme, te cabe un par de maletas para un fin de semana. No es perfecto, pero tiene alma, y eso no lo encuentras en cualquier coche.
Si lo comparas con el Thema 8.32, el Lancia era más tranquilo, con su V8 suave y una conducción de gentleman. El Quattroporte IV, en cambio, es más visceral, más exigente. Los dos te hacen sentir especial, pero el Maserati es el que te reta a sacarle todo el jugo.

El mantenimiento: No era el coche, eras tú
Aquí está el gran mito que vamos a desmontar: el Quattroporte IV no era un desastre mecánico. Sí, tenía sus cosillas, pero ¿qué deportivo no las tiene? El problema era que muchos propietarios lo compraban pensando en una berlina normal y no en un deportivo. No puedes comprar un coche de mecánica de precisión y esperar darle un mantenimiento digno de Citroën C15 porque te lo hará pagar caro. Si lo cuidabas bien, este Maserati es duro como una roca.
Los motores biturbo, tanto el V6 como el V8, son fuertes si les das lo que piden. Cambia las correas de distribución a tiempo, o sea, cada 40.000 km en el V6, un poco más en el V8, y vigila el alternador, que a veces falla y te deja con las luces parpadeando o la batería muerta. El radiador también puede dar guerra si no lo revisas, pero con un servicio cada 10.000 km y una inspección grande cada cuatro años, no hay dramas que valgan. La caja automática de cuatro marchas o la manual de seis son muy fiables, y el diferencial trasero, heredado del Ferrari 456, está sobrado para lo que el coche le exige. ¿Electricidad caprichosa? Puede ser, pero un alternador nuevo y una batería decente lo arreglan casi todo.
Mira el Thema 8.32 por un momento: su V8 Ferrari era una joya, pero necesitaba ajustes de válvulas y un ojo extra en el sistema de refrigeración. Si no lo cuidabas, te castigaba. El Quattroporte IV sigue la misma lógica: no es para vagos. Llévalo a un mecánico que entienda de clásicos, sigue el historial de mantenimiento y te durará décadas. La mala fama viene de quienes lo dejaron morir, no del coche en sí.
¿Cuánto cuesta un Quattroporte IV hoy? Qué mirar al comprar uno
Lo mejor de todo con este coche es que no necesitas vender un riñón para tener uno. Mientras escribimos este artículo (2025) el Quattroporte IV es una ganga si lo comparas con un BMW E34 M5 o un Mercedes 500E, que se han puesto por las nubes. Si buscas uno que funcione pero necesite mimos (pintura gastada, algún retoque mecánico), puedes encontrarlo por 6.000-8.000 euros. Por 10.000-12.000 euros ya tienes algo decente para usar mientras lo mejoras poco a poco. Un V6 en buen estado ronda los 15.000-18.000 euros, y un V8 Evoluzione impecable puede llegar a 20.000 euros. Lo mejor es que hay un montón de opciones con volante a la izquierda si miras en Italia o Francia.

No salen a la venta todos los días, así que paciencia. Pero por ese precio, te llevas un Maserati con historia, diseño y una experiencia que no tiene rival. El Thema 8.32, por cierto, está en un rango parecido (15.000-20.000 euros en buen estado), pero hoy el protagonista es el Quattroporte.
Comprar un Quattroporte IV puede dar un poco de respeto, pero con estos trucos vas sobre seguro. Lo primero: el historial. Busca un coche con facturas, sellos, todo bien documentado. Si las correas están al día y el alternador no da problemas, tienes medio camino hecho. Revisa el radiador por si hay fugas, que es un fallo típico, y prueba el coche en frío para ver cómo arranca.
El óxido no suele ser un drama, pero echa un ojo a los bajos, los marcos de las puertas y alrededor de los cristales. Si hay algo superficial, no pasa nada; si está muy comido, negocia. La pintura a veces se pela, y repintarlo cuesta una pasta, así que tenlo en cuenta. El cuero puede estar desgastado en el interior, pero un retapizado sale a cuenta, y la madera, aunque cara de arreglar, es parte del encanto. Prueba la suspensión (es ajustable y a veces falla) y los frenos; si todo suena sólido y tira con ganas, estás ante una ganga.
¿Cuál es tu Quattroporte IV?
Aquí va la gran decisión. Si quieres un coche para usar a menudo teniendo en cuenta su edad, el 2.8 V6 con automático es tu amigo: suave, rápido y cómodo para viajes largos. Si prefieres las emociones fuertes, el mismo 2.8 con manual te da ese toque de conexión pura. ¿Y el V8 Evoluzione? Es el rey: más potencia, más carácter, pero también más caro de mantener. El 2.0 V6, típico en Italia, tiene menos par y es más nervioso, así que es el mejor para los puristas.
El Quattroporte IV no era un coche roto; era un coche exigente. No tiene la precisión de un BMW ni la suavidad de un Jaguar, pero ofrece algo mejor: un carácter que te hace sentir vivo. Mira al Thema 8.32: igual de incomprendido, igual de genial con el cuidado adecuado. Si le das al Quattroporte el amor que pide (un buen mecánico, un historial decente), te devolverá años de felicidad. Así que, si encuentras uno a tiro, no lo dudes. Este Maserati merece una segunda oportunidad, y tú mereces disfrutarlo.
Jose Manuel Miana
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