Hay algo que ha cambiado en Mercedes-AMG y que la submarca aspira a recuperar. ¿A gran escala? ¿Gradual o de impacto? Por ahora, todo parece incipiente, pero las intenciones de devolver cilindradas aumentadas a coches que merecen llevarlas, están ahí. Las intenciones de expandir los seis cilindros en su gama están. Y, si lleva a una buena porción de modelos el V8 de nueva generación que está diseñando, el número de la suerte de sus últimos 20 años habrá recuperado algo de su identidad.

Algo, pues hablamos de un motor que será electrificado. La electrificación lo ha cambiado todo, incluso para los de Affalterbach. Hay coches que deberían llevar motores superadores, pero cuentan con el cuatro cilindros 2.0 potenciado por motor eléctrico y eso generó malestar en la demanda y la observación de la opinión pública. El ocho cilindros está, eso no se niega, pero terminaron los tiempos en que el 63, ese número de la suerte, era de su exclusiva propiedad. Tampoco son tiempos de grandes cubicajes y aspiraciones atmosféricas.

A 20 años de su estreno, el 63 es hoy una insignia resignificada. Entre las fórmulas actuales, una que data de hace casi una década es el V8 biturbo de cuatro litros. Hoy no ha quedado espacio para el 6.2, para que un 63 de AMG vuelva a las fuentes y sea de 6,2 litros… como vimos por última vez con la Clase C hace diez años, como ocurrió por primera vez dos décadas atrás. El auténtico motor 63 es parte del pasado. Cuando el número era un sufijo que se anteponía a las tres siglas, esa fue una época dorada para la subsidiaria alemana.

En una hipotética reunión de redacción para tratar el tópico de los modelos de antología del siglo XXI, habría que hacer esfuerzos para que en ningún momento se mencione al Mercedes-Benz CLK 63 AMG 2007. Junto a otros ocho modelos, incluyendo el mencionado C 63 AMG, el S 63 AMG y el SL 63 AMG fabricado entre el 2008 y el 2011 –el más potente de la familia–, el CLK llevó este consagrado motor V8 6.2 que por código interno conocemos como M156.

Los años, esos del segundo lustro de los 2000, en que grandes diseños de carrocería se alinearon con esta obra maestra de Bernd Ramler, quien volvió para escribir la historia cual hijo pródigo. El regreso de un hijo pródigo, que había estado casi 15 años en Mercedes, que vivió desde adentro la transición de AMG de preparador a colaborador del fabricante de Stuttgart –antes de la adquisición mayoritaria del Grupo–, mientras ejerció, desde 1995, como jefe de desarrollo de motores de AMG. El ingeniero que volvió de Porsche para culminar su obra en AMG, que ahora sí pertenecía mayoritariamente a Mercedes-Benz.

Toda su experiencia acumulada desembocó en el M156, que fue nada menos que el primer motor de AMG, el primero diseñado íntegramente por AMG. Nada de ajustar motores ajenos ni de colaboraciones. Estamos en un punto del tiempo clave. Con todo lo que culturalmente significa el tuning en un país donde levantas la persiana de un garaje y te aparece un taller preparador, el motor 63 representa el ascenso de un taller originalmente independiente a la marca a la que se dedica.