Lotus ha presentado el Emira Clark Edition, una serie limitada de 60 unidades que pretende homenajear los 60 años del doblete histórico de Jim Clark en 1965: campeón del mundo de Fórmula 1 y ganador de las 500 Millas de Indianápolis. Sobre el papel, el homenaje suena bien. En la práctica, no deja de ser otro ejemplo del oxímoron contemporáneo: una marca que reniega de lo que fue y que trata de capitalizarlo mientras vende justo lo contrario. El Emira es el último coche verdaderamente “Lotus” que queda en la gama, y no es casualidad que hayan tenido que recurrir a él, y no a sus obesos SUV eléctricos, para rendir tributo al piloto más fino que ha pisado un circuito.
El Clark Edition se estrenó en el Gran Premio de Miami, lo que ya dice bastante. El envoltorio es nostálgico: pintura verde British Racing Green, rayas amarillas, retrovisores plateados, escape teñido de girasol y un puñado de guiños visuales al Lotus 38 de Indy. También hay detalles tartán, pomo de madera y asientos con Alcántara rojo y negro asimétrico. Todo muy mono, muy de boutique. Pero debajo de esa parafernalia no hay ni un gramo más de coche. Ni un caballo más. Ni un gramo menos. Lo de siempre: mucha chapa emocional, cero avances mecánicos.
El último Lotus… aunque tampoco nos flipemos
El Emira es un coche muy digno. Tiene un motor central V6 sobrealimentado de 400 CV, tracción trasera, cambio manual y dirección hidráulica. Se agradece en estos tiempos en los que los fabricantes prefieren vender consolas con ruedas, pero no olvidemos que este motor es Toyota, que la transmisión no es una obra de arte, y que el coche pesa lo suyo. No es una pluma, no es un Elise. Es más GT que pura sangre. El Clark Edition parte de 115.000 libras, 22.500 más que el Emira V6 base. ¿Por qué? Por un pomo, una pegatina y un neceser de cuero. Eso sí, es limitado.
Esta edición especial no es mala, pero es profundamente cínica. Lotus lleva años matando lo que fue: un fabricante obsesionado con la ligereza, la simplicidad y el comportamiento dinámico. Ahora, en lugar de admitir que han traicionado esos valores y (ojalá), corregir el rumbo, sacan brillo a su historia para justificar su presente. Jim Clark era el epítome de la eficiencia y la precisión. ¿Qué tiene que ver con un Eletre de dos toneladas y media que está más cerca de un camión ligero que de un deportivo? Nada. Por eso el homenaje solo podía hacerse con el Emira. El resto de la gama da vergüenza ajena en este contexto.

La paradoja de una marca perdida
El mayor insulto a la figura de Clark no es este Emira de boutique, sino que los eléctricos de Lotus actuales lleven su mismo logotipo. El Eletre y el Type 133 (ahora rebautizado como Emeya) son electrodomésticos con pretensiones de “performance luxury” para mercados donde lo de conducir es anecdótico. No tienen espíritu, no tienen alma, y desde luego no tienen nada que ver con Hethel, más allá del nombre en la ficha técnica. Son coches que podrían venir de Xiaomi o Huawei y no se notaría la diferencia. Que Lotus tenga que recurrir al Emira para un golpe de efecto emocional lo dice todo, y es que lo más parecido a un Lotus ahora es el Evija, que es eléctrico del todo.
La contradicción es flagrante: dicen homenajear al pasado mientras dinamitan todo lo que lo hizo grande. Clark ganó con coches que pesaban la mitad que este Emira. Que se pilotaban con las yemas de los dedos y la planta del pie. Ahora Lotus se centra en unos SUV que pesan como camiones y se conducen con el pulgar, por Bluetooth. Este homenaje es como si Fender presentara una Stratocaster firmada por Hendrix pero fuese en realidad una guitarra de juguete. No cuela.
Nos despedimos… ¿para siempre?
Cuando se agoten las 60 unidades del Clark Edition, probablemente también se agote el último vestigio de coherencia que queda en Lotus. El Emira es el canto del cisne de una marca que fue leyenda, luego resistencia, y hoy es parodia. La colaboración con la Jim Clark Trust es loable, pero eso no convierte este coche en lo que no es: un verdadero heredero de los Lotus que hicieron historia.
A los fanáticos del motor nos queda el consuelo de saber que aún se puede comprar un Emira manual, con motor de combustión y sin pantallas que te digan cuándo frenar. Pero no durará. En Hethel ya no mandan los ingenieros; mandan los powerpoints. Así que si de verdad respetas a Jim Clark, no compres el Emira Clark Edition. Compra un Elise. Compra un Seven. Compra algo que pese menos de 1.500 kg y no necesite justificar su existencia con tartán y nostalgia prefabricada.
Jose Manuel Miana
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