No sabes si estás viendo un coche o el decorado de una peli de ciencia ficción de los 80. Pero no puedes apartar la vista. El ASVE AREX no es bonito, no es elegante, ni siquiera tiene proporciones tradicionales. La verdad es que es un poco cardo, pero, por algún motivo, engancha. Y cuando te enteras de su historia, engancha aún más.
Este coche, cuyo nombre suena a contraseña de router, fue creado por David Stollery, un diseñador industrial (y ex niño actor de Disney) que se propuso un reto monumental: construir su propio superdeportivo desde cero. Sin la ayuda de Ferrari, ni de McLaren, ni de un ejército de ingenieros. Solo talento, tiempo y una obsesión. No es raro cuando sabemos que el chaval cambió las cámaras por una carrera en el diseño de automóviles primero para General Motors y luego para Toyota.
El resultado es este aparato que parece salido de una mente que leyó demasiadas veces Coche Fantástico y Speed Racer en una misma noche. Chasis tubular, carrocería de fibra de vidrio y un motor V8 Chevrolet LT1 sobrealimentado que, según sus especificaciones, le permite llegar a 200 mph (320 km/h) y hacer el 0 a 100 en 3 segundos.

Aerodinámica “a la americana”
Sí, has leído bien. Aunque parezca un concept-car de 1993 que nunca debió llegar a la calle, este coche corre. Y mucho.
La aerodinámica de este OVNI con ruedas no sigue las reglas habituales. Aquí no hay líneas fluidas italianas ni soluciones japonesas de eficiencia extrema. Aquí hay un frontal afilado con faros retráctiles, unos pasos de rueda traseros que parecen toberas de un avión y una trasera que haría que cualquier diseñador de Citroën de los 70 soltara una lágrima.
Todo está calculado para cumplir su función, no para ganar premios de diseño. Y, sin embargo… tiene eso. Ese “algo” que no sabes explicar, pero que te hace pensar: “oye, pues me mola”.

Lo quieres sin saber por qué
No es práctico. No es refinado. Pero el coche del que hablamos tiene la rara virtud de ser completamente original. No copia a nadie, no intenta gustar a todos. Es como ese artista que no sigue las modas, pero al final, con los años, acaba siendo venerado por haber hecho justo lo contrario que todos.
Y además, solo hay uno.
Sí, es un prototipo único. Lo diseñó y fabricó Stollery en los 90, y durante años fue desapareciendo y reapareciendo en subastas, redes sociales y publicaciones para verdaderos frikis del automóvil. Hoy es una pieza de culto. Y aunque no lo puedas comprar, lo puedes admirar, como se admira una escultura rara en un museo de arte moderno, de esas que se supone que representan a una mujer y a ti solamente te dan migraña.
A veces el futuro no llega en forma de coche eléctrico de diseño aséptico y luces LED. A veces el futuro llega disfrazado de bicho raro, construido en un garaje y alimentado por pura locura creativa. Y a veces, ese bicho raro es justo lo que necesitábamos para recordar por qué nos gustan los coches, porque la vida es muy corta para andar conduciendo coches aburridos.
Jose Manuel Miana
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