Que Nissan saque un Micra nuevo y resulte ser, con todos los honores, un Renault 5 con pegatinas distintas es una de esas cosas que ya ni sorprenden. La industria del coche europeo, la de las marcas de volumen, lleva años en una cuesta abajo sin frenos, vendiendo cada vez menos coches y con márgenes cada vez más finos. Así que nadie puede permitirse ir solo a la guerra. Pero ojo, lo de compartir plataforma es una cosa, y lo de hacer un calco es otra. Y aquí estamos, ante un ejemplo de clonación industrial sin anestesia a la altura de las furgonetas.
El nuevo Micra es exactamente eso: un Renault 5 vestido con una chaquetilla diferente. Mismo chasis, misma batería, mismo motor, misma instrumentación, mismo sistema multimedia. Incluso las proporciones y formas básicas de la carrocería son idénticas. Las únicas diferencias están en el morro (que recuerda ligeramente al Ariya), en los pilotos traseros y en cuatro detalles de acabado. ¿Es esto suficiente para justificar un modelo diferente? Desde un punto de vista comercial, puede que sí. Desde un punto de vista pasional, el que nos interesa a los frikis de corazón 16 válvulas, ni de coña.
El problema está en el alma. El Renault 5 tiene una identidad reconocible con toda su carga nostálgica y su diseño neo-retro bien trabajado. Aunque sea impostado, aunque esté más pensado para Instagram que para los tramos de montaña, tiene algo. El Micra, en cambio, parece salido de una impresora 3D de Aliexpress con la opción “generar coche genérico compacto eléctrico”. No tiene pasado que le respalde (el Micra no fue nunca una joya deseada por los frikis, más allá del Super S y algún K11 curioso), no tiene carisma, y encima llega como el segundón de la película.
La pregunta es: ¿necesita Nissan hacer esto? ¿De verdad le hace falta un Renault 5 rebautizado para justificar su presencia en el segmento B eléctrico? Porque si es así, mal vamos. Es lo que ya le pasa a Mitsubishi, que cada coche nuevo que lanza en Europa es en realidad un Renault, disfrazado con peor gusto. El ASX es un Captur y el Colt es un Clio a lo descarado. No es que nos moleste la colaboración per se; lo que fastidia es la desgana, la falta total de esfuerzo por hacer algo diferente. Si vas a copiar, al menos copia bien, o cambia algo que importe.

Dos marcas, un coche y cero disimulo
Renault se ha currado un producto atractivo con el R5, eso hay que decirlo. No es ninguna revolución técnica, pero el coche entra por los ojos. Tiene personalidad, un guiño constante al pasado y se nota que ha habido cariño en los detalles. El problema es que toda esa magia desaparece cuando ves lo mismo vestido con el uniforme de Nissan, y no porque Nissan no pueda tener identidad, que la ha tenido. Pero este Micra no es un coche nuevo: es un envoltorio y se nota.
Además, el Renault parte con ventaja porque se está vendiendo como una reinterpretación de un mito. Incluso los que no saben qué es un R5 Turbo piensan que lo han visto antes. El nombre pesa, y el marketing sabe jugar con eso. Nissan, en cambio, no tiene esa carta. El Micra nunca fue un icono pop. Era un coche práctico, barato y fácil de aparcar. Y ahora que lo convierten en eléctrico, con precio de compacto premium, tamaño de berlina de hace 30 años, y un diseño genérico que se queda en tierra de nadie.
Por dentro, más de lo mismo. El salpicadero es calcado, el sistema multimedia también, y el espacio interior es idéntico al milímetro. Lo único que cambia es la marca que te atiende en el concesionario. Ah, y que probablemente en uno de los dos tengas un trato aún más desganado que en el otro. Es la economía de escala llevada al extremo: todo vale con tal de sobrevivir. Y sí, ya sabemos que fabricar dos coches distintos cuesta el doble. Pero a veces la diferenciación no es tan cara si se piensa con cabeza.
Lo más sangrante es que, encima, probablemente ni siquiera haya diferencias de precio significativas. O sea, que el comprador va a tener que elegir entre dos coches que son lo mismo, cuestan casi igual y solo cambian por fuera. A esto hemos llegado. A jugar al Trivial de las marcas: ¿cuál es cuál? ¿Y por qué debería importar?

¿Renault más fuerte? Bueno, más que Nissan
La idea de que Renault es más potente que Nissan en Europa es, en parte, cierta. Pero no porque lo estén petando, sino porque los demás están igual de mal o peor. Renault sigue teniendo músculo en Francia, y un poco en España, pero las ventas caen en picado en Alemania o Reino Unido. Nissan, mientras tanto, ha desaparecido del mapa salvo por el Qashqai, que sigue tirando del carro como puede. De ahí, la necesidad de compartir todo: desarrollo, plataformas, y hasta el nombre si hace falta.
Lo curioso es que nadie parece preguntarse si esto no es pan para hoy y hambre para mañana. Porque esta estrategia puede funcionar ahora, cuando la electrificación está en pañales y el cliente se conforma con poco, pero cuando todos los eléctricos sean iguales (porque ya casi lo son), ¿qué va a hacer cada marca para destacar? ¿Seguir cambiando solo los faros y la parrilla? ¿Poner el logo donde antes iba el de tu primo? ¿Rebajar márgenes hasta que tengamos que convertir los coches en tecnología desechable como los móviles?
Todo eso sin hablar del problema de la emoción. Porque estos coches están bien hechos, no fallan, cumplen. Pero no hay pasión ni hay carácter distintivo tampoco. El Renault 5 tiene algo de eso, pero es puro artificio. El Micra ni siquiera intenta parecer interesante. Son coches pensados para cumplir objetivos de CO₂ y mantener fábricas abiertas. Eso no es suficiente para que alguien los desee.
Además, en este juego todos pierden identidad. Renault deja de ser Renault cuando sus modelos sirven como base para otros sin alma, Nissan se convierte en una marca satélite de una alianza que no lidera, y Mitsubishi directamente ha desaparecido como marca con personalidad en Europa. Esto no es colaboración, es claudicación y pérdida de la cultura del automóvil.

Un brindis al sol sin chispa
Lo del Micra es un síntoma, no una causa. No es que este coche en concreto nos moleste por ser un Renault reciclado, es que es uno más en una larga lista de clones sin gracia que nos quieren vender como novedades. Aquí no hay emoción, solo números que buscan vender como se pueda.
Es lógico: Fabricar coches es caro. La electrificación es cara. La normativa es absurda y encarece un producto cuyos márgenes son ya estrechos. Pero si el resultado va a ser este, igual vale más retirarse dignamente que seguir sacando cosas con el piloto automático puesto. Porque al final, el cliente que quiere más de lo mismo acaba en un Tesla, o en un chino, o en un MG. Y los que aún sentimos algo por las marcas clásicas nos quedamos mirando con cara de tontos cómo se apagan una a una.
Nissan tenía margen para hacer algo distinto. Podía haber hecho un eléctrico con espíritu japonés, algo que no fuese un Renault con logo cambiado. Pero ha elegido el camino fácil. En un mercado saturado de productos de copia y pega, no le va a dar ventaja. Solo le garantiza que pasará desapercibido.
Lo triste es que el coche no es malo. El Renault 5 no es malo. El Micra tampoco lo será. De hecho, el lanzamiento del Renault 5 es en sí todo un soplo de aire fresco que nos devuelve la esperanza de ver más coches con aura propia… pero de Nissan esperábamos algo más de esfuerzo.
Jose Manuel Miana
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