Cuando parecía que estaba levantándose, y apuntaba a un futuro prometedor, de nuevo Spyker recibe un importante golpe de realidad. El acuerdo que parecía haber firmado su CEO, Victor Muller, con el dueño de SMP Racing, Boris Rotenberg, se ha quedado en nada. Y, sin ese dinero, no le queda otra alternativa a la compañía que declararse en quiebra, al no poder pagar una deuda de 52.000 euros.
Esta noticia no sorprenderá tanto como la de su regreso este pasado verano. Pocos esperaban volver a saber algo de esta marca, vista la nula actividad que han tenido en los últimos años. Desde que anunciaron que habían conseguido sobrevivir a la quiebra declarada en 2014, lo único tangible que se ha visto es el prototipo presentado en el Salón de Ginebra de 2016, el C8 Preliator.
A partir de entonces, un silencio absoluto desde 2017, cayendo así en el olvido para la mayoría de los aficionados al motor. ¿Cómo llegó hasta este punto el único fabricante de automóviles neerlandés conocido a nivel mundial? Una serie de pésimas decisiones empresariales lo explican.
Spyker, un caso prototípico de empresa antigua que se resucita para producción limitada
Spyker encuentra sus raíces en una compañía automovilística y de aviación del mismo país, pero que desapareció a principios del siglo XX. Dejaron como legado la primicia tecnológica de un coche de seis cilindros con tracción total, el 60 HP. Victor Muller decidió adoptar su nombre, su logo y su lema en 1999, “reviviendo” de esta manera a la histórica marca para crear su fabricante de superdeportivos de lujo.
En un comienzo, la empresa de Muller lograría un cierto éxito, con el único modelo que la compañía ha fabricado de forma prolongada en el tiempo, el Spyker C8. Hubo otros anunciados para salir a producción, como el C12, pero fueron cancelados antes siquiera de que empezara su ensamblaje.
También sacaron varios prototipos, llamando la atención especialmente el D12 Peking-to-Paris. Este concept vio la luz en el Salón de Ginebra de 2006, y era un SUV que encajaría a la perfección en el mercado actual, con el gran auge que viven estos modelos hoy en día. Rescataron la idea en 2010, para llevarlo a producción en 2014, pero los acontecimientos lo hicieron imposible.
Una mala política de compras dejó a Spyker en el chasis
La primera pésima decisión fue la de adquirir una escudería propia de Fórmula 1. Era el año 2006, y Spyker estaba en el cénit de su popularidad. A final de ese mismo año batiría su récord de ventas, con 96 unidades. Es entonces cuando los accionistas de la compañía deciden comprar el equipo Midland F1 por la nada despreciable cifra de 106 millones de dólares.
En el acuerdo fue fundamental la intervención de Michiel Mol, por aquel entonces patrocinador del piloto neerlandés del Gran Circo Christijan Albers. Mol se convertiría también en el CEO y uno de los principales accionistas de Spyker tras la ampliación de capital que tuvo que hacer la compañía para poder afrontar la entrada en la F1.
Las cosas no fueron nada bien a Spyker F1, que obtuvo un único punto en toda la temporada 2007, entre rumores de graves problemas financieros. Finalmente se confirmó la venta de la escudería a un consorcio indio liderado por Vijay Mallya, del que Mol también formaba parte, tras dimitir de Spyker el mes anterior.
Esta aventura en la Fórmula 1 le costaría a la compañía unas pérdidas de más de 35 millones de euros, sumando todos los costes derivados de su actividad en el Gran Circo. El primer palo en las ruedas de la empresa ya estaba puesto. El segundo vendría con la decisión de adquirir una marca en clara decadencia como era Saab.
A principios de 2010 se anunció por parte de General Motors y de Spyker el acuerdo alcanzado para que la segunda comprara Saab a la primera. GM continuaría suministrando a Saab motores, transmisiones e incluso vehículos enteros como el Saab 9-4X, construido en la factoría de GM en México junto al Cadillac SRX. El coste total de la compra fue de 74 millones de dólares, más 320 millones en acciones de Spyker para GM.
Pronto se demostró que la decisión de que una empresa invirtiera los pocos recursos que tenía en comprar otra sin apenas dinero no era muy inteligente. Saab empezó a sufrir falta de liquidez en pocos meses, y un año después de la venta no podía hacer frente a las facturas. En marzo del 2011 se detenía la producción al no poder pagar a sus proveedores.
Spyker intentó buscar inversores extranjeros para ambas compañías, y alcanzó un acuerdo con una empresa china interesada en adquirir parte del pastel. Sin embargo, GM se opuso a suministrar a las empresas del gigante asiático, por lo que el trato se canceló, y Saab se declaró en bancarrota en diciembre de ese mismo año.
En 2012, lo que quedaba de Saab fue vendido a un grupo de inversores chinos y suecos. Mientras, otra empresa china, Youngman Ltd, compró el 30 % de Spyker por 10 millones de dólares. Al año siguiente, sus acciones fueron retiradas del mercado de valores Euronext Amsterdam.
En 2014, un tribunal holandés ordenó a Spyker que abandonara la fábrica que utilizaban por una deuda de 152.000 euros en el pago del alquiler. Se les concedió una moratoria de pago, pero en diciembre de 2014 el tribunal declaró a la compañía en bancarrota. Victor Muller recurrió esta decisión, y un mes después fue revocada.
Ya en mayo de 2015, Spyker alcanzó un acuerdo con sus acreedores. Debía en ese momento la cifra de 44 millones de euros, y logró que aceptaran un pago de 12.000 euros por acreedor. Por ejemplo, Saab GB, a quien debía 24,9 millones, aceptó un pago de 61.000 euros para saldar esa deuda.
De esta forma, Spyker había logrado limpiarse de deudas, pero no contaba con ningún tipo de financiación por parte de nadie. Se habló de una fusión con una empresa de aviación norteamericana, pero nunca sucedió. Después de años de silencio, se anunció el acuerdo con los inversores rusos, pero ahora se ha ido al traste.
Esto no significa directamente la desaparición de Spyker, pero sí su letargo hasta que algún inversor se acuerde de esta marca neerlandesa, y decida darle una nueva oportunidad. En declaraciones a RTL Nieuws, Victor Muller explicó que aunque el dinero ruso no había llegado, confía en que aparezca otro inversor para poder volver al trabajo.
Actualmente Skyper no tiene ni página web, y sus redes sociales llevan en completo silencio desde 2018.
Luis Martínez
Cuando era un niño, no podía pasar una semana sin el nuevo número de mi revista de coches favorita. De adolescente, descubrí que me apasionaba escribir, divulgar y comunicar ideas. Ahora me encuentro dando mis primeros pasos en la profesión que me apasiona de la mano de la afición que ocupó buena parte de mi infancia, toda una suerte que demuestra las vueltas que puede dar la vida.COMENTARIOS