De la producción en serie al récord de velocidad, del récord a su merecida edición limitada, de la edición limitada a lo que llamaría el Grupo de los ocho americanos. Ya me ocuparé en una siguiente entrega de Mitos de Le Mans de lo que significó para Jaguar, se lo prometo, pero es el otro gran momento histórico del británico Andrew Wallace el anclaje para que en esta ocasión esté aquí sentado, hablando del Bugatti Chiron Super Sport 300+.
Si los 30 ejemplares que terminaron de entregarse en 2022 son especiales por basarse en aquel prototipo Chiron Longtail que se convirtió en leyenda, este Super Sport reúne condiciones que lo hacen algo más particular. Para empezar, es uno de los ocho fabricados para el mercado de los Estados Unidos y fue un preciado objeto del deseo en una subasta de enero del 2024, en el marco de la Arizona Car Week.
Un preciado Bugatti en la previa, ya que llegaba a los postores para convertirse en el primer Super Sport 300+ en venderse públicamente en Norteamérica tras su salida de fábrica. Fue, entonces, la oportunidad impostergable para todo aquel adinerado fetichista de los hiperdeportivos que, teniéndolo entre ceja y ceja, esperaba su hora señalada de hacerse con un Bugatti casi a estrenar: al momento de su catalogación, su odómetro revelaba un kilometraje de entrega. “Las pruebas de fábrica de Bugatti constituyen la mayor parte”, había escrito Bonhams, haciendo referencia al acumulado de 255 millas registrado antes de caer en manos de la concesionaria Manhattan Motorcars, en febrero de 2023.
Como para que no quede ninguna duda, su prestigio se confirmó cuando la casa Bonhams, que ya ha anunciado la presencia del coche en la próxima edición de The Scottsdale Auction, bajó el martillo y arrojó dos certezas. No solamente la oferta final de 5.175.000 dólares superaba con amplitud aquellos 3,7 millones de dólares que Bugatti había etiquetado en el precio de lista cuando lanzó la edición limitada. Con su consagratoria subasta, el dato definitivo, digno de ser grabado en una de esas placas identificatorias que las marcas acostumbran atornillas en producciones extremadamente limitadas y de colección, pasó a ser el siguiente: unos 10.500 dólares por cada kilómetro por hora.
Ahora bien, ustedes dirán que no es tan así y técnicamente no les faltará razón. No está de más recordar que las 30 unidades homologadas para la carretera fueron entregadas a sus clientes con la velocidad máxima limitada, por lo que este coche, cuando emprenda su regreso triunfal a Arizona el próximo enero –por qué no proclamarlo El más rápido del Oeste–, lo hará con la configuración que le permite manejarlo a apenas 440 km/h. Suena ridículo ese “apenas”, ¿verdad?
Ridículo, menos para esta creación de los de Molsheim, a la que sólo habría que quitarle el limitador –y, por qué no, agregar una jaula antivuelco, como alguna vez se se pensó que estaba en la consideración de Bugatti– para que liberara su verdadero poder de fuego, su velocidad máxima real, esos 490,48 km/h que en 2019 lo convirtieron en el coche más rápido del mundo, que derivaron en su nombre –304,77 en millas por hora– y que hacen que cada kilómetro por hora valga lo mismo que un Mercedes-Benz de acceso usado, léase un Clase A diésel modelo 2012.
“¡Qué fantástico coche!”. Tres palabras inmediatas de Andy Wallace apenas consumada la gesta, sudor y turbulencia de por medio. Todo aquello se transfirió a los 30 ejemplares, incluyendo las especificaciones aerodinámicas. Aunque imagino que no habrá echado mano al limitador, el actual propietario de este Super Sport 300+, el noveno en salir de fábrica, entenderá aquella expresión que al entonces piloto de prueba de Bugatti le nació en el circuito alemán de Ehra Lessien cuando el velocímetro marcó la cifra célebre.
Mauro Blanco
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