El mundo del automóvil está lleno de paradojas, pero pocas tan elocuentes como la del Shelby Series 1. Nacido del genio de Carroll Shelby (sí, ese Shelby, el del Cobra y el Mustang GT350) y concebido como el único coche diseñado íntegramente por él, el Series 1 ha vivido en los márgenes. Es demasiado raro para el gran público, demasiado joven para los nostálgicos, y tuvo una producción tan escasa y accidentada que cuesta saber si estamos hablando de un coche de serie o de una excentricidad de museo. Pero el CSX 5268 cambia el relato, porque este ejemplar en particular, actualmente en subasta, lo tiene todo: bajo kilometraje, supercargador de fábrica, firmas de leyendas y un pasado ligado al mismísimo Tony Stewart. Es, sencillamente, el unicornio.
No es exagerado decir que el Shelby Series 1 representa el canto del cisne de Carroll Shelby. Fue su último proyecto personal, su intento de volver a las raíces puras del rendimiento ligero, sin concesiones, sin socios incómodos y sin el corsé de los grandes fabricantes. Sin embargo, tuvo que recurrir a GM para sacar adelante el proyecto. Una ironía, viniendo de quien había hecho historia con Ford. Sólo existen 249 unidades construidas, de las cuales menos de 60 salieron con el supercargador de fábrica, pero el Series 1 se ha convertido en una especie de leyenda urbana sobre ruedas. El CSX 5268, además, lleva las firmas de Shelby y Stewart, lo que le da un aura casi mitológica.
El coche está ahora mismo en Hagerty Marketplace, y aunque la puja actual es baja, todo apunta a que volverá a alcanzar (o incluso superar) los 225.000 dólares que alguien pagó por él en 2023. Porque este no es un deportivo cualquiera: es historia americana rodante en un mercado donde cada vez cuesta más encontrar coches con alma. No es sólo una cuestión de prestaciones, rareza o estética. Es el tipo de coche que cuenta una historia sin necesidad de encender el motor. Lo bueno, claro, llega con el encendido.
Este artículo no pretende ser un catálogo ni una ficha técnica. Lo que queremos aquí es contar la historia de un coche que nació contra todo pronóstico, que desafió las reglas del mercado, y que ahora vuelve a escena con más carácter que nunca. Ponte cómodo: esto va de motores, de ingenio y de leyenda.

De dónde venimos: el último sueño de Carroll Shelby
Hablar del Series 1 es hablar de ambición. De la ambición de un hombre que, pasados los 70, seguía queriendo cambiar el mundo del motor. Carroll Shelby no era un diseñador convencional. Era un piloto metido a constructor que creía firmemente en que menos peso y más músculo era el camino hacia la gloria, y eso es exactamente lo que intentó con el Series 1. Un deportivo biplaza sin filtros ni florituras que bebía del espíritu del Cobra pero con tecnología del siglo XXI.
El proyecto arrancó en 1994. Shelby quería fabricar un coche desde cero, sin partir de una base existente, y lo consiguió. Diseñó un chasis de aluminio con secciones extruidas, soldado a mano, y lo cubrió con una carrocería de fibra de carbono. El resultado: un peso de apenas 1.200 kg. La idea era montar un motor potente y fiable, y General Motors se prestó a la jugada con su bloque Aurora de 4.0 litros DOHC V8, un propulsor poco conocido pero con un pedigree interesante. En su configuración estándar, entregaba 320 caballos, pero Shelby ofrecía una versión supercargada que subía la cifra a 450.
La producción, eso sí, fue un calvario. Entre los retrasos en la certificación federal, bancarrotas de proveedores y problemas de homologación, sólo se fabricaron 249 unidades completas antes de que todo se viniera abajo. Algunas unidades más se vendieron como component cars, sin motor ni transmisión, lo que contribuyó a una confusión que aún hoy lastra la percepción del coche, pero el CSX 5268 no es una de esas unidades incompletas. Es un ejemplar de pleno derecho, completo, funcional y con todo lo que debe tener.
Este coche en concreto tiene además una historia muy especial porque fue encargado originalmente por el equipo de Tony Stewart. El tricampeón de NASCAR, conocido por su buen gusto en coches de colección, dejó su huella literal en el capó, que junto con la firma de Carroll Shelby, convierte al CSX 5268 en algo más que un coche raro.

Diseño, técnica y rendimiento: músculo y cerebro
El Series 1 es un coche fascinante a nivel técnico, y no sólo por su motor, que lo es, sino por el conjunto. La estructura de aluminio extruido y la carrocería de fibra de carbono y fibra de vidrio lo hacen increíblemente ligero. Las cifras hablan por sí solas: 0 a 100 km/h en poco más de 4 segundos, y una velocidad punta de 270 km/h. Pero lo mejor no está en la recta, sino en la curva.
La suspensión delantera y trasera con brazos de doble horquilla y amortiguadores en posición pushrod, estilo Fórmula Indy, le dan un comportamiento casi de competición. La dirección es directa, el cambio manual de seis marchas de origen ZF tiene un tacto mecánico delicioso, y los frenos de disco en las cuatro ruedas ofrecen una mordida que sorprende incluso hoy. Es un coche que pide manos, pero recompensa con sensaciones puras, sin interferencias electrónicas, sin filtros.
El interior es probablemente su punto más débil, y eso hay que decirlo. Se nota la procedencia de piezas de GM, desde los interruptores hasta el sistema de sonido Monsoon. Pero al mismo tiempo, ese es parte de su encanto. No es un coche de lujo. Es un coche de Shelby. Todo está pensado para aligerar, para ir rápido, no para impresionar a un ejecutivo de marketing. Los asientos, sin embargo, son cómodos, con buena sujeción lateral, y el aire acondicionado funciona, lo que no siempre puede decirse de coches con esta orientación.
La estética, como siempre, es cuestión de gustos. Pero nadie puede negar que el Series 1 tiene presencia. El capó largo, las proporciones compactas y la parrilla inspirada en el Cobra le dan un aire retrofuturista muy atractivo. El CSX 5268, con su pintura amarilla y rayas negras, no pasa desapercibido porque no tiene razones para ello.

Valor, rareza y mercado: ¿un diamante por pulir?
A pesar de todo lo que representa, el Shelby Series 1 nunca ha alcanzado los precios de otros modelos firmados por Shelby. En parte, porque su historia es confusa, su producción irregular, y porque no tiene el aura de competición del Cobra o del Daytona Coupe. Pero eso está empezando a cambiar.
En los últimos tres años han sido ya varias las unidades que han comenzado a superar los 150.000 dólares, y algunas, como el CSX 5268, han tocado los 225.000. Lo interesante es que este modelo parece reunir todos los ingredientes para seguir subiendo: rareza, bajo kilometraje, estado impecable, supercargador de fábrica y una historia documentada con figuras legendarias.
Comparado con otros modelos clásicos firmados por Shelby, el Series 1 sigue siendo un “chollo”, al menos en términos relativos. Un Cobra original puede superar los dos millones de dólares. Un GT350 bien conservado está por encima del medio millón. El Series 1 es mucho más asequible, pero cuenta con un potencial de revalorización considerable. Especialmente los supercargados, como este CSX 5268, del que sólo se hicieron en torno a 60 unidades.
La conexión con Tony Stewart también es un plus. No sólo por la firma, sino porque Stewart es un coleccionista serio. Todo lo que ha tenido, desde muscle cars hasta IndyCars, ha terminado siendo codiciado, y este coche estuvo en su garaje. Eso pesa casi tanto como la firma de Carroll Shelby, que convierte este roadster en algo más que un juguete rápido: lo convierte en una cápsula del tiempo, en el último aliento de un icono.

Un Shelby olvidado que no deberías seguir ignorando
Ahora que la mayoría de los coches se parecen demasiado entre sí, la electrónica lo gobierna todo y la pasión a menudo queda relegada a los márgenes, el Shelby Series 1 CSX 5268 es una bocanada de autenticidad. Es un coche imperfecto, sin duda, pero sus imperfecciones son precisamente las que lo hacen especial. No fue diseñado por un comité, sino por un loco genial que quería, una vez más, cambiar las reglas del juego.
El CSX 5268 está listo para una nueva vida más de dos décadas después. Puede acabar en la colección de alguien que lo preserve como una obra de arte, o en las manos de un afortunado que se atreva a sacarlo a la carretera. En cualquier caso, quien lo compre no se llevará sólo un coche, sino un trozo de historia, un pedazo de ADN del automovilismo americano, un Shelby de verdad.
Puede que nunca tenga el valor de un Cobra, ni el renombre de un GT350. Pero sí que tiene alma propia. Eso vale mucho más que un logotipo chino en el capó.
Jose Manuel Miana
Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.COMENTARIOS