En los años ochenta y noventa, en los salones del automóvil (esos que están desapareciendo hoy en día) era muy habitual que algunos carroceros o diseñadores dieran rienda suelta a su imaginación y nos hicieran soñar. Entre estos diseñadores, los más excéntricos eran para mí Sbarro y Colani (un poco más el segundo que el primero). De Sbarro, recuerdo que de chaval me impactó el prototipo Robur, que tenía unas cadenas que permitían aparcar el coche cómodamente. Pero hoy vengo a hablaros de otro prototipo también muy interesante: el Sbarro Osmos, presentado en el Salón de Ginebra de 1989.
Comencemos por su nombre: Osmos son las iniciales de “Original Sbarro Mottas Orbital System”, y es la denominación que recibe la peculiar rueda sin eje de Franco Sbarro y Dominique Mottas. Las ventajas a priori eran claras: menor peso (lo que implica una mayor velocidad) y mejor ventilación para el sistema de frenos, además del plus estético, porque desde luego una rueda vacía es capaz de captar la atención de cualquier persona. Las ruedas traseras, además, llevaban en su interior un spoiler.
El motor del Sbarro Osmos, situado en la parte central trasera, es de origen Jaguar: un V12 de 5,4 litros de cilindrada con unos 350 CV, y cuyos colectores de escape (uno por cada cilindro) colocados a la vista formando una especie de trenza de metal, consiguen llamar aún más la atención que sus novedosas ruedas.
Sbarro siempre ha creado diseños muy extremos y con una personalidad muy particular, y el Osmos es el mejor ejemplo que podemos encontrar
El exterior resulta, por una parte, demasiado discreto para ser un Sbarro. En mi opinión, la vista más favorecida es la de tres cuartos delantero “a vista de pájaro”; es justo desde esa posición desde donde el Osmos me resulta más equilibrado y bello. La apertura de las puertas en élitro, y el enorme alerón situado en la zona posterior, le dan un aspecto imponente. Mirando el lateral, ya desde tierra, el voladizo delantero es bastante corto y recuerda a los deportivos de antaño, con unas líneas muy sensuales. Bajo las puertas se sitúa el logotipo “Osmos”, donde las dos “oes” imitan el diseño de las ruedas.
La trasera, sin embargo, se ve muy descompensada desde el lateral, debido principalmente a la exagerada distancia entre ejes (2.850 mm). La anchura de los neumáticos delanteros es de 295 mm, mientras que la de los traseros sube hasta los 375 mm. La trasera, por su parte, es de todo menos discreta: aquí el Osmos muestra su potencial en todo su esplendor, con los apoyos del alerón en metal y sus cuatro tubos de escape. La longitud del prototipo es de 4.450 mm, la anchura de 1.890 mm y la altura de tan solo 1.020 mm, mientras que la masa se queda en 1.150 kg, gracias a su carrocería en poliéster y fibra de vidrio.
El interior es sencillo y completamente rojo, con un volante de tres radios, la instrumentación básica y una hilera de interruptores. Reforzando su carácter deportivo, hay dos huecos para dejar sendos cascos, uno por ocupante. Sin embargo, el desarrollo de estas ruedas, tan bellas como innovadoras, no seguiría adelante por temas de complejidad. Junto con el Osmos, Sbarro había mostrado tres prototipos de motos con el mismo sistema, aunque no serían los únicos.
Hoy Franco Sbarro tiene 85 años, pero tanto él como sus alumnos de su escuela, Espera Sbarro, siguen buscando nuevas ideas para sorprender al mundo. Y no cabe duda de que lo seguirán haciendo como hasta ahora.
Jesus Alonso
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