Escucho con atención las palabras del dueño de este Dodge Viper y detengo el video. Lo detengo porque es una línea cargada de sentimiento. El hombre habla a corazón abierto. Una línea que resume a medida cómo puede llegar a ser el vínculo más estrecho entre un amante del motor y su más preciado compañero. “Son sólo tú y el coche”, define Chris Lehuede bajo el sol de Medford, Oregón, mientras la cámara se posa por el pilar B con tapa de gasolina en cromo del que posiblemente sea el ejemplar de segunda generación más inmaculado del deportivo de Dodge.
Cuatro apreciaciones antes de entrar en detalles. Que el morro ideado por el norteamericano Tom Gale –gratitud eterna por el Diablo, Tom– es uno de los diseños frontales más majestuosos e hipnóticos en la era de los superdeportivos no es novedad. A su vez, pocos modelos se identifican tanto con la doble franja de carrera como el de Chrysler. La tercera, a título personal: aún con la imponencia de esas líneas longitudinales, al Viper lo prefiero de un solo color. La última no admite discusión: inmaculado por el estado en que el sujeto lo adquirió hace 20 años y por lo bien que lo conserva, pero no menos por ser una suerte de Santo Grial de la primera década de producción. Estamos en presencia de uno de los primeros Dodge Viper coupé, la silueta más familiar, un punto de inflexión.
Al targa de primera generación le continuó el Viper cerrado, la segunda. Con él, un capítulo de antología y por demás exitoso en la saga: el GTS 1996, el que introdujo las mencionadas líneas blancas en contraste con el azul brillante de carrocería. A esta familia de Vipers pertenece este ejemplar salido de fábrica en 1997. Ahora sí, entremos en detalles.
Todo sigue igual 20 años después
Lehuede atesora su Viper. La prueba se revela en el odómetro: más de 20 años siendo su propietario y el coche no pasa de las 6.700 millas, unos 10.800 kilómetros. Son, para ser exacto, 6.725 millas. Lo pueden comprobar en el video de nuestro colega Lou Costabile, a quien doy crédito. En él se ve además la palanca manual de seis velocidades, el estéreo Alpine original y la guantera entre las plazas, pues al frente el Viper lleva el airbag para el acompañante.
Un uso y mantenimiento que se revela en cada ángulo y sección, a decir verdad. Costabile conduce a Chris a la zaga del Viper y, llave mediante, levantan la tapa del maletero, que no es más que la propia luneta. Comprueba entonces el perfecto estado del coche y que todo allí es original. “Fue comprado nuevo, por lo que todo lo que ves en él está exactamente como el primer día”. Mención especial para el diseño redondeado de los pilotos traseros, una maravilla de su época.
A propósito –y he aquí el mérito no sólo de Lehuede (todo un cuidadoso coleccionista de clásicos, lo que algo nos debería decir), sino de su vendedor y de quienes se encargaron de conservarlo a la perfección–, la gran rareza que rodea a este Viper es que nuestro protagonista lo adquirió nuevo, pero ya con la tercera generación en producción. El ejemplar, uno de los primeros GTS coupé, cayó en manos de Chris con menos de 30 millas recorridas y en 2004. Sí, siete años de pulcritud hasta su venta.
La particularidad de su compra y por qué Lehuede buscaba un Viper 1997
Esto tiene una explicación. Hasta llegar a Lehuede, este GTS no había sido más que una pieza de marketing para atraer clientes de parte de la concesionaria, que así derivaba a los compradores a sus otros coches usando al Dodge como vidriera. Nuestro amigo buscaba uno de los 1.671 Vipers fabricados en el ‘97 y dio con uno que le terminó significando una oportunidad inmejorable. El resto es historia…
De más está decir que este Viper –anacronismo puro– conserva el V10 de ocho litros de cilindrada original. Un motor “lleno de caballos de fuerza y torque” –a saber, 450 CV, 665 Nm–, en palabras de Lehuede.
Costabile quiere saber qué hizo que dijera “necesito un Viper”. Chris se sincera y responde con algo de nostalgia: “Es el Mopar definitivo, y cuando digo ‘definitivo’ me refiero a que está a la altura de los Superbirds o de los Daytonas, pero esto es pura potencia. No tienes computadoras que conduzcan por ti o que se aseguren de que no hagas esto o aquello. Son sólo tú y el coche”.
Redaccion
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