Si no supiéramos que de una personalización se trata y si no estuviéramos al tanto de las carrocerías con que el modelo original salió de fábrica en su tiempo, quizás sospecharíamos que corresponde a una versión shooting brake de serie. Al estar al tanto de lo segundo, sin necesidad de echarle el ojo con detenimiento en demasía, te respondes de inmediato que no hay manera de que haya sido obra y arte de Rolls-Royce.
El contraste entre el antes y el después es notable. Más lo veo y más me convence esa continuidad hacia la zaga inédita que hace, a través de su naturaleza actual obtenida a medida por taller, justicia por el shooting brake de fábrica que no fue. En el fondo, no es cuestión de juzgar el estilo por sí mismo ni reducir la crítica al gusto personal, sino de preguntar si, realmente, de la marca británica habría nacido este rasgo estético si se hubiese propuesto este tipo de carrocería para sus clientes.
Algo es seguro: este Rolls-Royce Corniche 1981 fue intervenido por encargo de propietario tan contundentemente, el golpe de vista –y cuanto más alejados del coche, mejor se aprecia el concepto, desde ya– que la intervención extraoficial es capaz de expresar el lenguaje de la casa realizadora y al mismo tiempo hacernos caer en el ilusionismo de que bien podría ser un producto hecho en su momento por el fabricante. Punto a favor para los neerlandeses de Neils van Roij Design, los autores materiales de la criatura.
ómo llamarlo? “Henry II”, para los amigos, para la familia que lo conserva desde hace cuatro décadas – fue “Henry” mientras vivió como Corniche ‘81 en su estado de partida–. Pero, ¿cómo definir su razón de ser? Por fuera, un aspirante a familiar y competiciones de rallies históricos, su otro gran norte; por dentro, un tratamiento para la carga.
Como el polivalente Audi activesphere concept, que se transforma en pick-up para transportar bicicletas de expedición, como el Skoda L&K 130, un experimento creado por la marca para hacerle al Tour de France de coche oficial para el traslado de bicicletas, este Rolls-Royce Corniche 1981 “Henry II”, a su manera, va por el mismo propósito. “No diseñamos para nuestros clientes, sino con ellos (…) colaboramos estrechamente con el propietario, quien tenía una visión muy clara de lo que quería”, explicó la firma contratada. Un proceso de retroalimentación a base de incontables bocetos en busca de un vehículo de carga con capacidad para bicicletas de triatlón.
De manera tal que la metamorfosis consistió en la preparación de un banco de asientos trasero completamente abatible para exprimir el volumen al máximo detrás de las plazas delanteras. Al respecto, este Royce ha sido rediseñado para que viajen solo conductor y acompañante, manteniendo el sector trasero despejado –salvo excepciones–, donde se lo ha equipado con un portabicicletas eléctrico y un juego de maleteros a los costados para bolsos de herramientas y, por qué no, de elementos de campamento. Desde el pilar B hacia atrás, todo lo necesario para convertirlo de cupé a shooting brake se ha reconstruido: tanto el techo elaborado a mano – como el ancho pilar C, de logrados umbrales en caída diagonal hacia los pilotos. El “British Racing Green” exterior, la cereza del postre.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS