La revista Autopista pudo probar, en abril de 1985, una de las novedades más interesantes de aquel año: el Suzuki Santana. Y desde las primeras líneas ya dejaba claro que el todoterreno estaba en auge. Un detalle interesante, si lo comparamos con el momento actual y la casi imparable de los SUV en el mercado.
Sin embargo, el Suzuki Santana era mucho más que un SUV, en un auténtico todoterreno, pero presentado en un formato muy pequeño, fruto de la colaboración entre Suzuki y la española Santana, un acuerdo que no terminó bien, aunque sí dio como resultado un coche que fue todo un éxito.
En aquella prueba mencionada al principio, afirman algunas cosas que, nuevamente, nos sitúan en nuestro tiempo, pues afirmaban que el Suzuki Santana era un coche ideal para utilizarlo a diario en ciudad y en recorridos cortos, básicamente como un B SUV, aunque con unas capacidades para salir fuera del asfalto que los B SUV no tienen. También era bastante más pequeño que uno de esos todocaminos “de ciudad”, con una longitud de apenas de 3,43 metros.
Realmente, el Suzuki Santana era una versión española del Suzuki Samurai, se denominó Santana porque lo fabricaba la empresa Metalúrgica de Santa Ana S.A., o más conocida como Santana Motors, en su instalaciones de Linares, en Jaén. De aquellas instalaciones salieron 215.803 ejemplares.
Santana fabricó dos versiones, el SJ410, equipado con un motorcito de 1.000 centímetros cúbicos y 45 CV, y el SJ413, que en este caso monta un motor de 1,3 litros y 64 CV. No se podían pedir, por tanto, prestaciones espectaculares y el Suzuki Santana 1.3 apenas podía rozar los 130 km/h de velocidad máxima.
No obstante, sí ofrecía otros atributos, quizá, más interesantes, como sus notables capacidades off road. Era, como hemos dicho antes, un auténtico todoterreno en formato muy pequeño, que además era un vehículo de propulsión y no de tracción delantera –en definitiva, como los auténticos todoterreno, ¿no?–.
Se fabricó una lista interesante de versiones: carrocería cerrada, dos longitudes de chasis y descapotable. Al mismo tiempo, contó con toda clase de accesorios y versiones, casi como para crear un vehículo único en el mundo. No obstante, una de las cosas más llamativas que se hacían con este pequeño todoterreno, era montar el motor del Suzuki Swift GTi 16 válvulas, dando lugar a un matagigantes de 101 CV y en torno a los 1.200 kilos.
La compañía japonesa, que también cedió los derechos de fabricación al Santana de los Suzuki Vitara y Suzuki Jimny, se hizo con el control del 83,75% de Santana Motors en 1993, cuando todavía se fabricaba en Suzuki Santana –”nuestro” Suzuki Samurai, recordad–. La producción del Suzuki Santana se detuvo en 2003.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS