El Škoda Superb 2.5 V6 TDI, era uno de los coches más interesantes del segmento de los sedanes medios. No solo era un coche grande –aunque, curiosamente, pequeño para el segmento–, también había demostrado una fiabilidad notable y además, por precio, no había nada similar. La firma checa pedía 34.800 euros en 2006, lo que supone una cuantía bastante contenida para un coche de 4,8 metros y 163 CV.
Škoda, poco a poco y gracias al apoyo de un grupo industrial como Volkswagen, se convirtió en una de las mejores apuestas para todo aquel que buscara un coche fiable, fácil de conducir, con un equipamiento más que correcto y un precio casi imbatible. Era líderes en relación calidad-precio y ofrecían coches muy lógicos que tuvieron un enorme éxito; sobre todo aquella primera entrega del Škoda Octavia –la primera entrega de Volkswagen, claro–.
Lo más llamativo es que, cuando lanzaron al mercado el Škoda Superb, claramente un Volkswagen Passat pero con detalles de la firma checa –era el Passat LWB que se vendía en China–, nadie lo criticó y, como cabría esperar, se convirtió en una compra coherente y lógica dentro del segmento de los sedanes ejecutivos. Y lo situamos entre los Mercedes Clase E y BMW Serie 5, porque superaba ligeramente los 4,8 metros, una longitud que cuando se puso en circulación, en 2001, era muy respetable. Era longitud “de coche grande”.
El acabado Elegance incluía adornos de madera en salpicadero y puertas

Cuando recibió el restyling pasados unos años, se volvió algo más interesante y estrenó un motor que lo convirtió en una de las mejores opciones por relación calidad-precio-prestaciones: el V6 de 2.5 litros turbodiésel. Un motor de poderío contrastado, consumos muy contenidos, pero no era la versión de 150 CV, sino la siguiente, con 163 CV. Hablamos del motor de seis cilindros con 2.496 centímetros cúbicos, culatas de cuatro válvulas por cilindro y dos árboles de levas, turbo de geometría variable, intercooler… Todo para rendir la potencia a 4.000 revoluciones y el par, de 350 Nm, a 1.250 revoluciones. El consumo homologado de fábrica era de poco más de siete litros, una cifra que no estaba nada mal. Según la revista AutoBild –número 49–, la autonomía que alcanzaba con un depósito lleno –de 63 litros– era de 780 kilómetros.
Si miras la cifra de par y el régimen al que llega, queda claro que el Motor del Superb 2.5 V6 TDI empujaba desde muy, muy pronto, y combinado con el cambio automático Tiptronic de cinco relaciones, se hacían especialmente agradable de conducir, aunque no especialmente rápido. Por ejemplo, el 0 a 100 km/h se completaba en 10,5 segundos, en los 400 metros con salida parada rondaba los 16 segundos y en el kilómetro, también con salida parada, los 31 segundos.
No era un coche que estuviera pensado para correr, de hecho, cuando se circulaba a velocidades elevadas, empezaban a notarse ciertas cosas que, como cabría esperar, no eran propias de un coche del segmento E. Por ejemplo, a más de 160 km/h el eje delantero empezaba a dar sensación de flotabilidad y el ruido del aire se dejaba notar en el habitáculo desde mucho antes. Pero, claro, había que tener en cuenta que, en realidad, no era un segmento E y que, para ofrecer un precio tan inigualable, había que ahorrar en algún lado, ¿verdad?
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS