El Renault Laguna 2.0 dCi 175 era la versión más potente, con motor turbodiésel, del Renault Laguna II fase 2, o dicho de otro modo, el restyling de la segunda generación del Laguna. Un coche que se colocaba como uno de los más veloces de su segmento y uno de los diésel más apetecibles a mediados de la primera década de los 2000, tanto por sus prestaciones como por consumos o comportamiento en carretera.
La segunda generación del Renault Laguna no tardó en ocupar portadas de revistas. No solo era la renovación de un modelo que había sido un absoluto éxito, tanto de ventas como de crítica, también se convirtió en el primer coche del mercado con cinco estrellas Euro NCAP. Este hecho potenció todavía más sus ventas –fue un grandísimo gancho comercial– y fue uno de los detonantes de la “explosión” en seguridad que vimos con el paso de los años. ¿Quién diría que fue un Renault y no un Volvo, el primero en lograr la máxima puntuación en seguridad de su época?
No obstante, aunque se ganó muchas alabanzas, también se llevó algunas críticas por la calidad de los acabados o por el diseño de su frontal, así como por algunos problemas electrónicos, sobre todo por la llave, la famosa tarjeta que podía tener función “manos libres”. Detalles que se solucionaron con la fase 2, con el restyling del modelo aparecido en el año 2005 y que, además, también trajo consigo otras cosas, como un nuevo propulsor 2.0 turbodiésel que reemplazaba al 2.2 dCi y que contaba con dos niveles de potencia: 150 y 175 CV.
Los turbodiésel eran la base de las ventas a comienzos del Siglo XXI, aunque todavía se mantenían un poco por debajo de los gasolina en prestaciones

El Renault Laguna 2.0 dCi 175 era el turbodiésel más veloz de la gama y entraba en pugna directa con opciones como el 2.0 TDI de 170 CV del grupo Volkswagen, una de las referencias del mercado y que se montaba en muchos modelos, como el Volkswagen Passat, el Audi A4 o el SEAT Toledo. Y es justo decir que el Laguna 2.0 dCi con 175 CV, superaba a los coches VAG con el 2.0 TDI en algunos apartados, como las cifras de potencia y par o incluso los consumos.
Con 1.995 centímetros cúbicos, inyección directa –raíl común–, turbo de geometría variable e intercooler, más una culata multiválvulas, entre otras cosas, rendía 175 CV a 3.750 revoluciones y 360 Nm de par a 1.750 revoluciones. El consumo homologado era de cinco litros cada 100 kilómetros de media y según la revista Auto Bild –número 34–, podríamos considerarlo como un coche rápido. Por ejemplo, el 0 a 1.000 metros lo realizaba en 30,4 segundos y el 80 a 120 km/h en sexta lo completaba en 13,2 segundos. La velocidad máxima se cifraba, oficialmente, en 225 km/h.
Un dato curioso es el precio que puso Renault al Laguna 2.0 dCi, que podía llegar a los 32.250 euros en el caso del acabado Initiale, el más completo de todos y que, entre otras cosas, presumía de climatizador bizona, faros de xenón, navegador, control de tracción y estabilidad o regulador y limitador de velocidad, al tiempo que obligaba a pagar por los airbags laterales de las plazas traseras –los de cabeza eran de serie para todas las plazas–.
Era un coche caro, aunque como todo Renault de aquellos años, era muy rutero, con una suspensión suave –que no blanda– y una buena dinámica. No era tan eficaz, por ejemplo, como un SEAT Toledo, pero era muy cómodo, fácil de conducir e ideal para largas galopadas por autopista o carreteras secundarias –destacaba especialmente en aquellas con mal asfalto–.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS