Coche del día: Pontiac Turbo Trans Am

Coche del día: Pontiac Turbo Trans Am

Los usuarios norteamericanos no estaban acostumbrados a los motores turbos y debido a los problemas que se encontraron, el coche adquirió una mala fama


Tiempo de lectura: 4 min.

No podemos negarlo, los Muscle Car norteamericanos tiene algo especial que atrae a todo el mundo, o casi. Quizá sea por su lo exóticos que resultan a este lado del Atlántico, por su aparición en toda clase de series y películas, o bien, por sus enormes motores –¡y su sonido!–, pero los Muscle Car tiene algo que llama poderosamente la atención. Además, hay algunos modelos, como el Pontiac Trans Am, que cuenta con historias bastante peculiares.

En el caso que nos ocupa, nos vamos a quedar con una versión muy concreta del Trans Am, una que, por lo general, está totalmente olvidada y parece que con razón, al menos allí, en tierras norteamericanas. Para conocer esta historia, tenemos que viajar como en otras ocasiones hacia atrás en el tiempo, hasta finales de la década de los 70. En aquel entonces, Estados Unidos puso en marcha una serie de normativas anticontaminación, que acabaron por generar una de las peores épocas para los deseados Muscle Car. Fue una época un tanto triste, pues los fabricantes, para poder superar las normativas, tuvieron que descafeinar los motores hasta niveles nunca visto. Curioso es que pocos optaron por buscar alternativas a sus enormes motores V8 de enormes cubicajes, se optó por, entre otras cosas, bajar la compresión y mantener grandes motores de hasta cinco litros, pero con potencias que a veces no pasaban de los 150 CV.

Ridículo, cuanto menos, contar con un motor V8 5.0 que solo rinda 150 CV, en Europa sería impensable y de hecho, por lo general, los motores europeos siempre han contado con mayor potencia específica. También es cierto que los motores americanos de gran cilindrada y poca potencia son casi indestructibles; a menores prestaciones, menores esfuerzos para todos los componentes y menor estrés de materiales. Resultado: una fiabilidad a prueba de bombas.

Pero hubo una marca que si encontró una solución para poder superar la normativa de emisiones, pero no perder prestaciones por el camino: el turbo. En aquellos años, finales de los 70, el turbo estaba empezando a tomar mucha popularidad y en la Fórmula 1, en los rallies, en las carreras de resistencia, en la Can Am… en un gran número de competiciones se usaba este sistema de sobrealimentación, con el que, ya sabéis, se logran unas buenas cifras de potencia y par incluso con motores pequeños. No obstante, en Estados Unidos el turbo no se usaba, apenas había modelos equipados con este sistema y era un gran desconocido para los usuarios. Precisamente, uno de los motivos que provocó una serie de problemas que acabaron por dar una malísima fama a nuestro protagonista.

pontiac firebird turbo trans am

Volviendo a Pontiac y la idea del turbo, se les ocurrió emplear este sistema porque su motor V8 400 –400 pulgadas cúbicas, 6,6 litros– tenía que ser jubilado forzosamente, al no superar las nuevas restricciones. Ese motor, entre otras cosas, daba vida al Pontiac Trans Am, una de las versiones más prestacionales del Pontiac Firebird y, por tanto, uno de sus modelos estrella, creado para plantar cara al Mustang de Shelby, se quedaría sin corazón. ¿Qué podían hacer? Pues eso, emplear sobrealimentación por turbo. Así nació el Pontiac Turbo Trans Am, un coche que, sobre el papel, ofrecía las mismas prestaciones que el anterior equipado con el V8 400, pero con un motor algo más pequeño. Concretamente, un V8 301 –301 pulgadas cúbicas, 4,9 litros–. Ese motor se denominó 301 Turbo y rendía 210 CV y 467 Nm de par.

Cuando llegó a producción, era el primer motor V8 de Pontiac en usar un turbocompresor y era el segundo V8 turboalimentado de fabricación estadounidense, aunque se fabricaron muy pocas unidades. Además, nunca se ofreció con una caja de cambios manual, solo automática –la transmisión THM350– y contaba con alimentación por carburadores. Esto se debió a que la normativa se concretó en 1979 y entraba en vigor al año siguiente; no hubo tiempo para desarrollar nada más.

Se fabricaron un total de 9.604 unidades entre 1980 y 1981, y estuvo marcado por toda una serie de problemas que, en realidad, no eran culpa del coche en sí, sino del desconocimiento general de los usuarios. En Estados Unidos no estaban acostumbrados a los motores turbo, no conocían el mantenimiento y tenían la costumbre de mantener el motor unos segundos al ralentí antes de apagarlo. Eso provocó que los motores tuviera toda clase de averías relacionadas con el turbo y muchas unidades vieron como sus propietarios cambiaban el motor por un V8 atmosférico típicamente yankee. Además, las unidades fabricadas en 1981 eran menos potentes debido a una serie de ajustes –perdían 10 CV–.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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