El Nissan Juke Nismo es uno de los primeros SUV deportivos, aparecido allá por 2012, y del que casi nadie se acuerda. Llegó al mercado después de que Nissan lo pusiera todo patas arriba con el Juke R, una bestia con motor de Nissan GT-R, y sirvió para que el pequeño SUV sumara a la lista otra innovación más, o, al menos, otra peculiaridad más que debería hacer de este coche todo un clásico en el futuro.
Con el Juke, Nissan rompió varios moldes de un solo golpe. Presentó un coche que puso como tendencia el diseño desenfada y sí, también podríamos decir arriesgado. Fue uno de los primeros B SUV, que gracias a su diseño, a su talante y a los precios, se convirtió en un éxito de ventas, al menos en España.
La puesta en escena del Nissan Juke Nismo solo confirmó lo especial del modelo japonés, pues en aquel momento no había nada similar en el mercado. Era un adelanto de lo que estaban por venir, aunque, curiosamente, la segunda generación del Juke no ha tenido el mismo peso en el mercado ni tampoco ha contado con una variante Nismo. Es más, la segunda generación del Juke ha tenido una gama realmente escasa, culpable, en parte, de tener menos éxito que la primera entrega cuando los B SUV son los más vendidos entre los de su tipo.
El Nissan Juke Nismo fue uno de los primeros SUV de su clase, sobre todo en el segmento de los SUV urbanos, y su presencia rompió algún molde que otro. Su estética, sin llegar a ser radical, ya dejaba entrever que no era un Juke más, sino que había algo especial: paragolpes específico, faldones, un difusor trasero, carrocería ligeramente ensanchada, alerón trasero, llantas de 18 pulgadas… A simple vista era fácil darse cuenta de que pretendía ser más agresivo y deportivo que el resto, obre de NIssam Motorsport –Nismo se forma con las tres primeras letras de Nissan, y las dos primeras de Motorsport–.
Con el Juke Nismo, Nissan se adelantó a las tendencias mucho antes de que llegaran coches como el Puma ST, el Kona N o el T-Roc R
Sin embargo, aunque estéticamente era sugerente y en su habitáculo se había realizado algunos cambios para hacerlo más interesante, lo bueno del coche estaba escondido bajo el capó delantero y en el chasis. La suspensión tenía un tarado más firme y era un 10% más corta, que se acompañaba de una dirección más directa, un control de tracción con reparto vectorial y unas ruedas de 225 milímetros de ancho.
Bajo el capó estaba el bloque 1.6 turbo del Renault Clio RS, esto es, un cuatro cilindros de 1.618 centímetros cúbicos con turbo e intercooler, que rendía 200 CV a 6.000 revoluciones y 250 Nm de par entre 2.400 y 4.800 revoluciones. Se combinaba con un cambio manual de seis relaciones y con tracción delantera, y también se podía encontrar en el Nissan Juke Nismo de 190 CV –otra versión que se adelantó a todos sus rivales–.
Si hacemos caso a las pruebas de la época, era un coche rápido y con una buena aceleración, aunque el peso superaba los 1.300 kilos y su aerodinámica no era muy buena, por lo que no podía pasar de los 215 km/h. También se dijo que faltaba algo de motricidad y en frenadas muy fuertes, el coche se movía un poco, lo que nos hace recordar al Ford Puma ST.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS