El Mitsusbishi Carisma, a la venta en Europa entre 1995 y 2004, es un coche del que casi nadie se acuerda a día de hoy. Ni siquiera nos acordamos de que los primeros EVO que llegaron a nuestro mercado no eran Lancer, sino Carisma. Algo lógico, pues no fue un coche que destacara realmente en su segmento y data de una época en la que Mitsubishi tenía poca presencia en nuestro mercado o, al menos, no tanta como ahora.
Allá por la década de los 90, Mitsubishi y Volvo firmaron un acuerdo de colaboración para desarrollar diferentes modelos. De aquel acuerdo nació la primera generación del Volvo S40 y el Mitsubishi Carisma, coches que compartían plataforma, algunos sistemas y motores. Se fabricaban, ambos modelos, en las instalaciones de NedCar, en Born, Países Bajos, propiedad compartida por las dos compañías. Se fabricaron más de 350.000 unidades del Mitsubishi Carisma aunque a penas se ven unidades en las calles.
El Carisma no era un coche que podamos definir como avanzado. El chasis, monocasco por supuesto, tenía una suspensión delantera de tipo McPherson con estabilizadora y un eje trasero de ruedas tiradas sin estabilizadora. De hecho, salvo la versión más equipada, ninguna versión del Carisma montaba estabilizadora en el eje trasero. Montaba llantas de 14 pulgadas en su versión más popular, el Mitsubishi Carisma 1.8 GLX, y había que adquirir un paquete de equipamiento de seguridad para tener el ABS, el doble airbag frontal y los cinturones con pretensores.
Como sedán de tamaño medio, el Carisma 1.8 GLX ofrecía un conjunto equilibrado y bien fabricado, pero poco emocionante y con una personalidad bastante comedida
Se ofrecía mayoritariamente con motores alimentados por gasolina y destacó por montar el primer motor gasolina con inyección directa, pero eso llegó más adelante. A mediados de los 90, cuando comenzó con su vida comercial, el motor más interesante era el 1.8 de 16 válvulas, un propulsor que tampoco era un compendio de técnicas, pero según las pruebas de la época, funcionaba bastante bien. Era un cuatro cilindros de 1.834 centímetros cúbicos con un solo árbol de levas e inyección multipunto, que rendía 115 CV a 5.500 revoluciones, y 16,5 mkg a 4.500 revoluciones –poco más de 150 Nm–. Las cifras oficiales decían que podía alcanzar los 200 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en 10,2 segundos, mientras que sus consumos eran de 6,7 litros a 120 km/h y de 8,7 litros en ciudad.
Cifras que, según las pruebas de la época, estaban muy cerca de ser reales. El motor, al parecer, ofrecía un rendimiento excepcional para su cilindrada y potencia, que se combinaba con unos desarrollos del cambio muy bien escogidos. El volumen que generaba cuando se pedía potencia era elevado, pero no había vibraciones, aunque no era necesario, según cuentan en Coche Actual –número 391–, exprimir el motor al máximo porque ofrecía un buen empuje en todo momento. También lograba buenos consumos, aunque lejos de los homologados por la marca. Se registraron 6,6 litros a 100 km/h y 8,2 a 120 km/h. El a 100 km/h casi lo cuadran, con un tiempo de 10,7 segundos.
En general, los medios hablaban bien del coche y destacaban el equilibrio general que ofrecía, pero es evidente que nunca fue un coche que sobresaliera frente a sus rivales. Era un modelo agradable de conducir, pero que no sorprendía ni emocionaba. Además, no tenemos que olvidar las peculiares tapicerías de los coches japoneses de los años 90, presentes, por supuesto, en el Mitsubishi Carisma 1.8 GLX.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS