El Mercedes S65 AMG es uno de los sedanes de representación más bestias que se han puesto en circulación. Llegó al mercado para reforzar la imagen del Mercedes Clase S W220, una generación que rompió todos los moldes y dejó a los rivales casi viejos y que, además, también apareció con uno de los diseños más “ligeros” de toda la saga hasta aquel momento.
A finales de los 90, concretamente en 1998, Mercedes puso en escena un coche que sorprendió por el contenido tecnológico incorporado, por las soluciones, por un nivel de calidad de fabricación altísimo y además, por un diseño totalmente alejado de la generación a la que reemplazaba, la W140, que fue criticado por su “pesada” silueta.
El Mercedes Clase S W220 fue todo lo contrario al W140 y el éxito en ventas se puede apreciar con el simple hecho de salir a la calle, pues resulta relativamente sencillo encontrarse con unidades del W220 –se llegaron a vender 88.000 unidades en un año, nada menos–. Y además, unidades como el Mercedes S500, aunque fueron más populares los S320 CDI o el S350, básicamente, porque se trataba de versiones mucho más baratas que la S500.
Del Mercedes S65 AMG no es tan sencillo encontrar ejemplares en circulación, pues era la versión más cara y equipada de todas, exceptuando los Pullman, por ejemplo, aunque esta era una versión muy especial y fuera de serie con 1.000 milímetros más de batalla. Y también es muy raro encontrarse con un S65 AMG porque no es un sedán de representación cualquiera, es uno muy, muy bestia.
AMG se ha hecho famosa por la capacidad de sus coches para quemar neumáticos gracias a propulsores repletos de par y potencia. Y eso es lo que escondía el Mercedes S65 AMG, par y potencia, mucha potencia; cuando llegó al mercado no había nada similar, incluso en imagen era diferente, con un paragolpes delantero más dinámico y deportivo, llantas de aleación que podían ser negras, grandes salidas de escape por el paragolpes trasero… una agresividad sutil y muy atrayente.
Pero donde se iba a donde ningún otro sedán había llegado, era en cuestiones de motor. Bajo el capó delantero, escondía un V12 de seis litros –5.980 centímetros cúbicos–, culatas de tres válvulas por cilindro, dos turbos con sus respectivos intercooler y una potencia de nada menos que 450 kW, 612 CV a 4.800 revoluciones, acompañados de 1.000 Nm de par entre 2.000 y 4.000 revoluciones. Absolutamente bestial incluso 20 años después de su aparición. Además, como curiosidad, era un motor de carrera larga, con un diámetro de pistón de 82,6 milímetros y una carrera de 93 milímetros.
La longitud total del coche era de 5.163 milímetros y la anchura de 1.855 milímetros, al tiempo que la batalla era de nada menos que 3.085 milímetros, sin embargo, el peso “solo” era de 2.220 kilos, un peso pluma comparado con cualquier sedán de características similares lanzado en los últimos 10 años. Y por supuesto, era muy rápido: 0 a 100 km/h en 4,4 segundos, un 0 a 400 metros en 13,3 segundos y el kilómetro con salida parada lo completaba en 23,3 segundos. La velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h, pero hay quien dice que sin el limitador puede superar los 285 km/h…
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS