El Mercedes CLK 320 es uno de esos coches que pasan un poco inadvertidos para una parte de los usuarios. Por un lado, su aspecto es puramente Mercedes, aunque no falta de atractivo precisamente. Por otro, está animado por un interesante propulsor de seis cilindros y para rematar, procede de una época en la cual, Mercedes buscaba abrir su cartera de clientes y llegar a gente más joven y dinámica.
Mercedes, por su idiosincrasia, estuvo durante mucho tiempo encuadrada entre unos usuarios muy definidos, tanto, que se llegó a llamar a sus coches como “coche de abuelo”. Gente mayor, que por lo general, había ahorrado durante toda su vida y por fin se podían comprar el Mercedes, o bien, señores con dinero que querían un Mercedes para que todo el mundo viera su poderío económico. Obviamente, también estaba el que se compraba un Mercedes porque le gustaba y porque era seguidor de la marca, pero esos pasaban desapercibidos para el resto de los mortales.
En la marca sabían que su imagen estaba muy encasillada y comenzaron con una transformación en busca de nuevos usuarios más jóvenes, conductores a los que no sería fácil convencer, sobre todo cuando en BMW tenían precisamente ese coche juvenil y deportivo que tanto buscaban ellos. No era la primera vez que la marca de la estrella se veía en la misma tesitura, el Mercedes E190 se lanzó al mercado por ese mismo motivo, pero ahora era diferente y un coupé representaba la mejor forma de llamar la atención. Pero un coupé pequeño, ligero y dinámicamente separado del resto de miembros del catálogo de la marca: el Mercedes CLK.
La gama del CLK abarcaba diferentes motorizaciones con sus respectivas transmisiones –había versiones con cambio manual– en busca de toda clase de conductores, pero uno de los más interesantes era el Mercedes CLK 320. Era una de las versiones más equilibradas tanto por prestaciones como por equipamiento, que no por precio, pues el Mercedes CLK siempre fue un coche caro, un auténtico Mercedes que costaba lo que costaba un coche de esta clase y de su calidad. Si de algo podían presumir los coches de la marca allá por los años 90, era de su calidad general, casi inigualable por el resto de rivales del mercado.
Como hemos comentado antes, bajo el capó del Mercedes CLK 320 había un V6, un motor de 3.199 centímetros cúbicos con culatas de tres válvulas por cilindro y un solo árbol de levas en cada una de ellas, que rendía 218 CV a 5.700 revoluciones y 310 Nm entre 3.000 y 4.600 revoluciones. Se combinaba con un cambio automático de cinco relaciones, que enviaba la potencia al eje trasero para mover los 1.495 kilos que pesaba el conjunto. No obstante, la relación peso-potencia era interesante: 6,85 kilos por caballo, lo suficientemente buena como para lanzar al coche hasta los 240 km/h y para completar el sprint hasta los 100 km/h desde parado en 7,4 segundos.
Por planteamiento, el coche era interesante y atractivo, con un tamaño bastante compacto y una imagen más deportiva de lo acostumbrado en la marca. Sin embargo, a la hora de conducir, los genes Mercedes se dejaban notar desde el primer momento, pues el CLK 320 no transmitía tantas sensaciones como, por ejemplo, un BMW 330 coupé, aunque superaba a su rival alemán en calidad de rodadura y en otras sensaciones, como el confort y la suavidad de funcionamiento.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".En dos palabras:
Me encanta.
(Aun hoy día, o incluso precisamente, especialmente hoy día)
Es un coche que a día de hoy todavía se puede encontrar a precios accesibles, parece que no despierta el suficiente interés para que los precios suban.