El Lancia Ypsilon 1.4 16v Platino era lo más lujoso y elegante que había en el segmento de los utilitarios allá por el año 2003. No había nada similar al modelo italiano, ni por diseño, ni por materiales, ni siquiera por planteamiento. Y para colmo, el precio, aunque no era de los más bajos, tampoco se podía considerar un disparate. La marca pedía 15.400 euros, aunque de serie, por ejemplo, tenía incluso asientos de cuero.
La segunda generación del Lancia Ypsilon hizo acto de presencia en el año 2003 y supuso un notable cambio con respecto a la primera entrega del modelo. Era más grande, más lujoso y estaba mejor acabado. Se basaba en la plataforma del FIAT Punto II, aunque nadie diría que tenía parentesco con dicho coche, pues el Ypsilon era un coche que, a simple vista, parecía más grande y lucía un diseño bastante conseguido.
Conseguido, obviamente, según los ojos de quien mira, pero nadie podía dudar de lo equilibrado de sus volúmenes y lo interesante de algunas soluciones, como la carrocería en dos tonos. ¿Sabías que allá por comienzos del Siglo XXI era el único coche con esa opción? Era una clara muestra de que se habían cuidado mucho los detalles, no en balde, pretendía ser un modelo “chic”, con mucho lujo y mucho estilo.
Dos cualidades que en la variante Platino se multiplicaban casi exponencialmente. Era la versión más equipada en todos los sentidos, con asientos eléctricos y de cuero de serie, un interior con colores en contraste –modas que, 20 años después, son muy populares– y un equipamiento interesante, con cuatro airbags –dos frontales y dos de cabeza–, climatizador o control de crucero de serie.
La presentación general del Lancia Ypsilon apostaba claramente por el lujo y por cierto toque “chic”, un coche que no tenía rival en su segmento
Se podía optar, por supuesto, a motores turbodiésel, pero dada su condición de coche lujoso y refinado, le iba como anillo al dedo el bloque 1.4 16v gasolina. Un motor de 1.368 centímetros cúbicos, inyección, culata de cuatro válvulas por cilindro y dos árboles de levas, que rendía 95 CV a 5.800 revoluciones y 13 mkg a 4.500 revoluciones. El cambio era manual de cinco marchas.
Por prestaciones se quedaba en medio de la tabla, con una velocidad máxima de 174 km/h o una aceleración de 0 a 100 km/h en 11 segundos, pero destacaba especialmente en cuanto a calidad de rodadura y agrado de uso. Así lo decía la prensa de la época, que destacó, por ejemplo, la posición al volante, el confort de los asientos o al sensación general al conducir el coche.
El Ypsilon 1.4 16v Platino no era un coche deportivo, ni tampoco lo pretendía. Era un coche que buscaba un tacto “señorial”, con suavidad de mandos, suspensiones suaves y maneras comedidas. Era, como se suele decir, un coche de reacciones nobles, pero muy alejadas de la deportividad. No obstante, permitía mantener un ritmo alegre en carretera, sin que los consumos llegarán a ser muy altos, La revista Autopista, en el número 2.317, publicó una comparativa bastante peculiar –lo enfrentó contra un Ford SportKa, un SEAT Arosa 16v un Rover Streetwise–, donde pudo registrar medias de 7,7 litros cada 100 kilómetros. Hoy parece alto, pero entonces, con un depósito de 47 litros, presumía de 650 kilómetros de autonomía.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Este fue el primer coche que me compré! Aún me parece una pasada, en interior con casi 20 años seguía estando impoluto. La tapicería impecable, el equipamiento para la época… Pufff. Lo compré con el techo panorámico a 16.600 y todavía me parece barato