Coche del día: GMC Jimmy 5.7 V8 (II)

Coche del día: GMC Jimmy 5.7 V8 (II)

Una conjunción perfecta entre todoterreno y SUV de mediados de los 70


Tiempo de lectura: 5 min.

El GMC Jimmy que nos ocupa hoy nos remonta a mediados de la década de los 70. Era un modelo muy común en el mercado norteamericano, en especial en Estados Unidos y en Canadá -más como Chevrolet Blazer (K5)– y apenas conocido en Europa, menos todavía en España, donde llegaban en cuentagotas. En nuestro país se dio a conocer en el Salón del Automóvil de Barcelona de 1975, ya en su segunda generación (1973-1991).

Como muchos de los todoterrenos de verdad que pululaban por aquellas latitudes, el GMC Jimmy no solamente era una auténtica bestia -ciertamente dócil- fuera del asfalto, sino que se comportaba de forma más que aceptable por carretera y por las calles de la ciudad.

Aunaba con gran acierto los conceptos norteamericanos de un gran comportamiento por pistas/camino y un amplísimo habitáculo dotado de un elevado equipamiento. El principio básico para considerar este elevado grado de confort residía en su inmenso espacio interior, sobre todo la cota de anchura.

1977 GMC Jimmy

1977 GMC Jimmy

Sus dos puertas delanteras daban acceso a dos auténticos butacones separados no por un simple cajoncito de ancho de la palma de una mano, sino un auténtico arcón para guardar un montón de objetos de diferente tamaño. Los asientos contaban con regulación en distancia y resultaban bastante cómodos, si acaso se podía criticar un respaldo demasiado plano.

Como muchos modelos norteamericanos, la variedad de versiones era generosa, con al menos dos batallas diferentes y una configuración del espacio situado detrás de los asientos delanteros casi a la carta. Podíamos encontrar desde un espacio diáfano desde los respaldos traseros, hasta el portón del maletero hasta dos o tres filas de asientos, según fuese su batalla, corta o larga.

El GMC Jimmy era un perfecto ejemplo de buen quehacer de la marca norteamericana a la hora de combinar un comportamiento y elevado confort propio de una gran berlina, así como un auténtico jabato fuera de las carreteras

Esta polivalencia ofrecida por General Motors quedaba patente en la posibilidad de pedir una unidad casi a la carta. Partíamos de un vehículo de dos plazas para convertirse según el deseo del cliente, desde un dos plazas hasta un ocho plazas.

1978 GMC Jimmy High Sierra Desert Fox

1978 GMC Jimmy High Sierra Desert Fox

Nuestro protagonista contaba con batalla corta. La presentación y acabado del habitáculo se consideraba de verdadero lujo, totalmente forrado en moqueta de primera calidad y unos asientos tapizados parcialmente en cuero. Su confort no tenía nada que envidiar a las grandes berlinas, aumentado por un aire acondicionado de funcionamiento impecable. Además, contaba con la ventaja de la mayor altura, que le permitía tener un mejor control de su entorno en carretera, aspecto que se volvía en su contra fuera del asfalto.

En esta versión concreta venía con una banqueta trasera configurada para dos personas, llevando incluido sendos reposabrazos, al igual que las plazas delanteras. El confort estaba asegurado para los cuatro pasajeros. La amplia caja de carga quedaba totalmente diáfana, solo interrumpida por la presencia de la rueda de repuesto, colocada en posición vertical.

El propulsor era un small block V8 de 5,7 litros, que entregaba una discreta potencia de 160 CV SAE (sistema de medición de potencia americano, algo superior al actual) a 3.800 RPM. Estaba asociada a una transmisión automática de fabricación propia, una Hydramatic de tres marchas conectada de forma permanente a las cuatro ruedas, con un antiblocante en cada eje. También contaba con reductora. El equipo de frenos contaba con un doble circuito independiente, servoasistencia y cuatro discos con unos canales interiores para expulsar el polvo.

1980 GMC Jimmy K1500 Sierra Classic

1980 GMC Jimmy K1500 Sierra Classic

Aparte de su gran polivalencia, con una, dos y hasta tres filas de asientos, o dos longitudes de batalla, su poco potente motor a priori -160 CV SAE- eran más que suficientes para moverse con total alegría por vías rápidas -hasta 150 km/h de “crucero”- sin mayor problema, al igual que en caminos, todo ello con un elevado confort

La dirección estaba extremadamente asistida, por lo cual el volante se podía mover con dos dedos, filtrando de manera extraordinaria todas las irregularidades del terreno. Su respuesta no era precisamente rápida, aunque su maniobrabilidad y radio de giro eran más que aceptables. La suspensión clásica de ejes rígidos y ballestas le otorgaba un comportamiento muy notable en el asfalto, al menos para los estándares de la época.

Por poner un pero a su manejo, sobre todo en ciudad, era su elevada anchura. El par motor de 373 Nm era equivalente al de un diésel medio actual; en segunda era capaz de quemar rueda, alcanzando los 120 km/h. Una vez engranada la tercera el motor se relajaba, pudiendo mantener los 150 km/h con relativa facilidad.

Su comportamiento fuera del asfalto era envidiable. Podía solventar pendientes hacia arriba del orden del 45-50% con el empuje de las ruedas traseras. Los descensos se realizaban mejor con la tracción total conectada. Con sus neumáticos mixtos barro/nieve montados en llantas de 15 pulgadas no había zanja o vaguada con agua o barro que se le resistiese. En esta situación la suspensión también se comportaba muy bien, salvo en pequeñas elevaciones, haciendo saltar ligeramente a los pasajeros.

1981 GMC Jimmy K1500

1981 GMC Jimmy K1500

En resumen, el GMC Jimmy 5.7 V8 era un vehículo robusto, potente y muy bien adaptado para conducirse con seguridad tanto por carretera, más propio de un gran turismo, como fuera de ella, sin temor a quedarse enganchado a la más mínima en una zanja, o en un gran charco, o en un barrizal. Todo esto tenía un precio, unos 62.000 euros aplicando la inflación desde entonces, muchísimo dinero.

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Ginés de los Reyes

Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...

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